Las escuelas populares que enseñan a las mujeres a enfrentar la violencia machista

09/08/2015 | Revista Norte

vela rosada

 LAS ESCUELAS POPULARES QUE ENSEÑAN A LAS MUJERES A ENFRENTAR SITUACIONES DE VIOLENCIA MACHISTA

Aprender de género en los barrios

Funcionan en zonas postergadas para que las vecinas conozcan sus derechos y sepan cómo defenderse ante hechos de violencia. Son las Escuelas Populares para la Formación en Género, una iniciativa del Consejo Nacional de las Mujeres. Ya hay 68 en todo el país.

El encuentro fue en “La casa de Pocha”, un lugar frecuentado por los vecinos de los Altos de San Lorenzo, barrio ubicado en el sureste de la ciudad de La Plata. La anfitriona, Pocha Camiña (ver nota aparte), abrió una vez más las puertas de su hogar, en este caso para inaugurar una nueva Escuela Popular para la Formación en Género. “Ya tenemos 68 en todo el país y aspiramos a llegar a cien antes de fin de año”, le dice a Página/12 Mariana Gras, presidenta del Consejo Nacional de las Mujeres, quien anuncia el propósito de realizar en poco tiempo “un encuentro nacional para analizar los pasos a seguir, luego de la experiencia adquirida con las escuelas en un año y medio, para analizar y decidir los pasos futuros junto con las más de tres mil personas que asistieron (no sólo mujeres sino también miembros de la comunidad LGBT) y con los mil docentes que participaron” hasta ahora en el programa. Gras asegura que todo se tiene que hacer “en base a las necesidades reales del pueblo”, punto de vista compartido por las mujeres que asistieron al encuentro en La Plata. En el intercambio de ideas y propuestas, las vecinas pidieron que “la política mantenga las promesas después de las elecciones”.

Luego de la apertura formal de la escuela, se realizó el primer taller de género, a sala llena en el amplio y sencillo comedor de la casa de Pocha. “Yo vengo porque quiero tener conocimiento y aprender sobre el tema del aborto”; “Yo quiero saber cómo actuar cuando una amiga me cuenta que el marido la golpea, porque no tengo idea de cómo debo intervenir”; “Yo soy asistente social y vengo a ver si puedo ayudar en algo”. Esas fueron algunas de las intervenciones que tuvieron las mujeres, porque por ahora no se sumaron gays ni travestis, que pueden hacerlo porque también se promueve el respeto por la diversidad sexual.

Desde hace tres años, Gras está al frente del Consejo y antes, durante un años, fue subsecretaria de Promoción y Erradicación de la Violencia de Género. La funcionaria, para reforzar el concepto de “escuelas populares”, señala que además de referentes sociales como Pocha, se han sumado a la tarea 13 universidades nacionales, elegidas porque cuentan con un “perfil más popular, más de construcción de base en términos de las gestiones académicas”. Considera que la respuesta a las 68 escuelas, instaladas en 14 provincias, “fue buena no sólo por parte de las mujeres porque lo que se está haciendo tiene que ver con la diversidad en todo el tejido social, para que se puedan visibilizar las compañeras y los compañeros”.

Precisa que en algunos lugares “se han inscripto 360 personas interesadas en una temática que no suele estar en la currícula y que por lo general se puede dar en discusiones en los sectores medios”. En las escuelas de formación en género, los temas que surgen con mayor frecuencia son la violencia doméstica y el abuso infantil, pero a partir de allí, dice Gras, “aparecen otras cuestiones como el empoderamiento de las mujeres, las capacitaciones en oficios y la educación, temas cotidianos que, como somos el Estado, lo vamos hilando con otros programas como el Fines, con el Ellas Hacen o con los talleres de oficios, para poder dar respuesta a esas demandas”.

“Las mujeres que participan en las escuelas dicen: ‘Ahora yo le puedo poner nombre a lo que me pasa, ahora sé que no me pasa solamente a mí, sé que no me lo merezco y ahora sé que puedo decirle no a mi marido si no quiero tener sexo con él’”. asegura Gras. Para dar un ejemplo, relata el caso de “una mujer que sufría una violencia atroz, que tenía cinco pibes y estaba en la calle. Empezó a trabajar en el Ellas Hacen y hoy es presidenta de una cooperativa, además de docente en una de las escuelas de género”. La funcionaria remarca que esa misma mujer hoy alienta a sus compañeras con la siguiente frase: “Si yo pude levantar una casa con mis manos, cómo no voy a poder levantar mi vida”.

Según Gras, en lo que se está haciendo “no hay mucha ciencia, el tema es dar espacios de empoderamiento, escuchar y ofrecer la mano del Estado, porque si esto fuera sólo una mera extensión académica y un voluntariado, le faltaría una parte fundamental que es la reparación de derechos”. En el encuentro nacional que proyectan con tres mil asistentes a las escuelas y con el millar de docentes “tiene por finalidad hacer un análisis crítico de lo que se hizo hasta hoy, para decidir cuál será el segundo paso; lo que me gustaría es que las compañeras que asistieron a las escuelas pasen ahora a ser las educadoras”.

La idea de que lo que se promueve es “un espacio colectivo” es algo que salieron a defender, interrumpiendo incluso los discursos inaugurales de la escuela, varias de las decenas de mujeres presentes. “Lo que le pedimos a la política es que mantenga las promesas después de las elecciones, porque muchas veces vienen antes, a buscar el voto, y después no los vemos nunca más”, fue la postura que redondearon dos o tres mujeres que hablaron, sin pedir permiso.

“Yo voy a preguntar todo lo necesario, porque no me da vergüenza”, dijo una de las asistentes a la apertura del taller. Una por una, las asistentes expusieron sus inquietudes y sus expectativas. Una de las consignas que más pegó en las asistentes es la que grafica que en los barrios pobres “la pelea de las mujeres contra la discriminación y la violencia es cuerpo a cuerpo, de manera que no alcanza con la estructura universitaria, académica, hay que romper las estructuras”.

Algunas participantes, como Yamila, que vive en Brandsen, dijo tener alguna experiencia anterior “en campañas contra la violencia machista”, mientras que Florencia, estudiante de Comunicación de la Universidad Nacional de La Plata, admite que viene, sobre todo, “para aprender escuchando las historias de vida de otras mujeres”. María, con sencillez, quiere comprender todo aquello que sea “violencia de género”. Algunas docentes aclaran que ellas también quieren aprender de la mano de las historias de sus “alumnas”.

Las coordinadoras explican que en el taller de género van a hablar sobre “la sexualidad y los mitos sobre la sexualidad femenina, sobre los métodos anticonceptivos, sobre los recursos institucionales con los que contamos para poder acceder a ellos, sobre el aborto no punible, sobre la violencia contra las mujeres”, especificando “tipos de violencia, modos, ciclos y sobre la forma en que se puede pedir ayuda o la forma en que podemos ayudar a una víctima de la que tengamos conocimiento”. Una de las ideas que se anticiparon fue la de que “es necesario entender que un vecino, una vecina, una amiga, está mucho más cerca que cualquier policía, que un fiscal, que un juez, organismo o número de teléfono”, aunque esas alternativas “oficiales” también sean útiles y necesarias.

“Esto lo tenemos que hacer nosotras, desde los barrios”, dice Pocha, la anfitriona y referente barrial. “Nosotras vivimos en el barrio y sabemos quién golpea, quiénes son los que venden la droga, tenemos que empoderarnos y saber enfrentar cada situación”, remarca sencilla y contundente. Mientras se realizaba el taller abierto, especialistas del Consejo recibieron las primeras denuncias de violencia de género en privado, sin revelar casos ni nombres.

El grupo de especialistas es encabezado por Natalia Arlandi, directora nacional de Protección Integral y Articulación de Acciones Directas, y dos integrantes del plantel a su cargo, Lorena Beltrán y Amalín Ramos. Ellas afirman, en diálogo con este diario, que es fundamental que se produzca un cambio en los actores judiciales, fiscales y jueces, cada vez que se produce una denuncia. Una mujer que quiso hacer una denuncia en una comisaría de Moreno no pudo hacerlo porque “no había médico legista y no podían tomarle la denuncia, motivo por el cual le dijeron que fuera a una dependencia ubicada en General Rodríguez”.

Las que pidieron ayuda en la primera reunión realizada en los Altos de San Lorenzo fueron tres mujeres, pero son miles las que acuden al equipo del Consejo, cuando ellas recorren los barrios. El equipo de especialistas interviene en los casos que se hacen públicos y los que siguen invisibilizados. Sus integrantes recalcan que los medios de comunicación no tendrían que hablar sólo sobre las denuncias “que terminan mal” para las víctimas, sino también difundir “los recursos con los que cuentan y que también permiten llegar a buen término” en muchos de los casos.-

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