Exclusivo de Cuarto Poder
Que se vayan todos
/ Cuarto Poder accedió a las declaraciones que el pasado jueves 16 de agosto el doctor Federico Chuchuy realizó ante la Fiscalía Penal Nº 4. Un testimonio útil para saber cómo falleció el niño Luciano Martínez por inoperancia médica, y cómo los directivos del hospital intentaron construir una mentira /
/ Por DOM /
Esta historia podría empezar, perfectamente, en el año 2002: una nena de 7 años, Yanina, ingresa a la mañana al hospital de niños tras golpearse su cabeza en la calle. Tiene vómitos, se descompone, nadie la atiende. Programan una tomografía, pero no hay turno o no hay ambulancia. La tomografía se hace recién a las 18 horas. Los médicos confirman lo peor: sangrado interno, debieron haber operado hace horas. La criatura muere. La madre de la criatura les hace juicio a los médicos por mala praxis. El juez Marín interviene en la causa y emite un fallo inédito: dice que no hay mala praxis, que la culpa es del estado provincial por la falta de recursos básicos para atender a las personas. Esto fue publicado por Cuarto Poder, ningún médico dio la cara, ningún Ministro pidió perdón.
Diez años después, el caso se repite, aunque es probable que se haya repetido muchas otras veces, sólo que ahora llega a los medios de comunicación. Esta vez, la criatura se llamaba Luciano Martínez y su madre narra así su muerte: Luciano llega un jueves a la guardia del hospital, ahí está media hora hasta que lo pasan a otra camilla y una hora más hasta que lo llevan al tercer piso a una sala común. El niño estaba sin suero. Sólo le pusieron un calmante. Toda la noche estuvo con calmantes y vomitando. Recién al otro día le dan el suero, pero seguía vomitando. A las 8 de la mañana del viernes ingresan cuatro médicos, entre ellos el doctor Muela, y deciden que es necesario hacer una tomografía urgente. ¿Urgente? A la madre le avisan a las 9 que han sacado turno para las 11.30, que antes no había en el tomógrafo de la provincia. Al volver del Tomógrafo, alrededor de las 12, Muela ve los resultados de la tomografía y se da cuenta de que hay que operar porque «se había roto un huesito en la cabeza». Pese a la urgencia, a la criatura no la operan a las 12, ni a las 13, ni a las 14 horas, sino, recién a las 15. En ese período de tiempo, antes de la operación, casi muere: se descompensó (entre las 12 y las 14, el niño se despertó y agarró la manguerita del suero. «No había enfermeras, no había nada», recuerda la madre, después volvió a despertarse, abrió los ojos, estiró las manos y quedó «durito» y el niño empezó a «toser» o a convulsionar. Cuando el Dr. Muela llegó, le pidió a la madre que saliera y llamó a las enfermeras diciéndoles que trajeran aparatos para reanimar al niño). La operación dura dos horas, pero al parecer llega demasiado tarde. El doctor Federico Chuchuy tenía ya poco para hacer en tan compleja operación.
Chuchuy termina de operarlo a horas 17. Al finalizar, habla con la madre de Luciano. Le dice que tenía un coágulo, que ha quedado en coma y le ofrece ver a la criatura, pero ella no quería verlo así. Esa noche se queda su otra hija en el Hospital. A ella le informaron que Luciano había desmejorado. A ella le dicen, después, que el cerebro se había hinchado y que no había forma de que se recuperara. El domingo 1 de julio, una doctora de nombre Florencia le explicó, efectuando un dibujo, que el niño había desmejorado porque no se había sacado a tiempo el coágulo, que se había ido haciendo más grande y el cerebro estaba sufriendo por el tamaño de dicho coágulo.
El niño murió y cuando la madre hizo la denuncia por mala praxis y todo tomó trascendencia mediática el Ministerio de Salud consideró que el chivo expiatorio perfecto podía ser Chuchuy: reconocer que todo lo demás había fallado debía costarle el cargo no sólo a un puñado de médicos, sino incluso al director del nosocomio y al mismo Ministro. Por eso, conocer las declaraciones del neurocirujano Federico Chuchuy es tan importante en este caso.
Testimonio de primera mano
El pasado 16 de agosto, este profesional declaró ante la Fiscalía Penal Nº 4 y este testimonio es más que útil para conocer cómo se construyó una mentira. Esto pasó el 12 de julio, entre las 11 y las 12: a Chuchuy lo convocan, por mensaje de texto, a una reunión urgente en la gerencia. En el lugar estaban el Doctor Martín De la Arena, Dr. Mario Morosini, el Dr. Cintionio, Dr. José Ignacio Muela y la abogada del Hospital, la Dra. Sola Avellaneda. Apenas traspasa la puerta, Morosini le pregunta si había operado solo al menor Martínez, pregunta que lo sorprendió y desconcertó porque el Dr. Morosini, como director médico del hospital sabe que en la guardia pasiva los neurocirujanos operaban sin ayudante, que igualmente le contestó que sí. Luego le preguntó cómo estaba el chico antes de iniciar la operación, pregunta que lo volvió a desconcertar porque Morosini tenía en su poder los informes respectivos, pero de todos modos Chuchuy le informó la gravedad del cuadro en el examen prequirúrgico.
Morisini le dice entonces que había tomado contacto con el Hospital Garrahan y que habló con la jefa de neurocirugía, Graciela Zuccaro, habiéndole solicitado les facilitara algún tipo de justificativo o explicación del deceso del paciente Luciano Martínez a partir de lo neuroquirúrgico. Esto a Chuchuy lo molestó porque le pareció obvio que lo estaban responsabilizando del hecho y por eso dijo que no debían buscar la explicación en la cirugía, puesto que desde la segunda tomografía surgía con claridad el motivo de la muerte: la demora del diagnóstico, un coágulo que había crecido de más en todo ese tiempo de espera.
Ante estas palabras, Morosini insiste con la necesidad de explicar el deceso a partir de un mensaje único para los medios, que salvaguardara la responsabilidad de la institución, de los intervinientes, dado el nivel que había tomado el caso en la prensa y la opinión pública. Inclusive le dijo que ni él ni el Dr. Muela tuvieron responsabilidad pero que si entre ellos no encontraban una explicación «iban a rodar cabezas». De la Arena interviene ahí y acota que tenían que unificar lo que dirían al Ministerio de Salud y a la Prensa y que lo estaban «apurando» del Ministerio por un informe y que lo mejor era que fuera coincidente. Entonces salta el Dr. Morisco y propone plantear la posibilidad de inventar que en el caso se dio la existencia de un hematoma silente y monosintomático, o sea, desdibujar la evolución clínica del paciente y así diluir las responsabilidades de los que intervinieron.
Chuchuy sigue molesto y presionado: los demás en la sala insistían en endilgar la muerte a la cirugía. El Dr Muela habló. Abrió la boca para explicar cómo él hubiera actuado frente a uno, dos o tres vómitos de un paciente con antecedentes de un traumatismo de cráneo. Al parecer, se conoció que ya habían arreglado una teleconferencia con el Garrahan para el martes 17, la cual al final no se hizo, porque la Dra de Buenos Aires, Graciela Zuccaro no quiso formar parte de la cuestión, tras leer el informe médico. Al día siguiente, Muela lo llama a Chuchuy por teléfono y le dice que el audio de la reunión que habían mantenido había llegado a la prensa. Lo responsabiliza a Chuchuy por difundir el audio, Chuchuy se niega. Inmediatamente fue hasta la gerencia para aclararle en persona a Morosini que él no había grabado la conversación. Cuando entra a ese despacho lo encuentra también a De la Arena y la abogada. De la Arena dijo: «Alguien grabó la reunión de ayer, nosotros no fuimos (haciendo referencia a él y De la Arena) porque nos estaríamos suicidando», dijo Morosini.
Ante la Fiscalía Chuchuy ratificó que él no grabó la reunión. El fiscal le hizo escuchar el audio. Luego de escucharlo en su totalidad, le preguntaron si se trataba de la misma reunión que mantuvo con Morosini, De la Arena, Cintioni, la abogada y el Dr. Muela. Chuchuy dijo que sí, que estaba seguro. Que reconocía todas las voces, que en el momento de escucharlo recordó detalles que había olvidado. Dijo que el audio era real, que no se había alterado ni trucado nada. Él estaba seguro de eso porque había estado ahí. La sensación que deja este caso es que deben haber decenas o centenas de chicos que han muerto de manera similar: por inoperancia o por la falta de recursos de un hospital que alcance a ser normal.
Aterra, por otra parte, la tenacidad con la que funcionarios y las autoridades del nosocomio se aferran a su cargo. También, la forma en que el gobierno provincial ha decidido apañarlos, formar parte de esta gran mentira que mata criaturas.-