Cartografía de las desigualdades sociales en Italia

06/02/2017 | Revista Norte
ANSA/CIRO FUSCO

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Cartografía de las desigualdades sociales en Italia

 

Diego Giacchetti / À l’encontre / Traducido del francés para Rebelión por Susana Merino

 

 

A fines del 2016 – una vez olvidada la desmesurada propaganda de nuestro ex primer ministro – aparecen los datos cifrados y las explicaciones referentes a la condición social y de clase que caracteriza a nuestro país. Comenzando por el aumento de las desigualdades sociales. Según los análisis elaborados en el momento en que se está desarrollando la reunión del Foro Económico Mundial en Davos (1), en Italia el 20% más rico es dueño del 69% de la riqueza del país, el 20% siguiente del 18%, mientras que el 60% debe compartir el 13% restante. Según la revista económica neoyorquina Forbes, en el año 2016 10 italianos se hallaban entre el 20% más rico del mundo, 10 italianos poseen 86.000 millones de euros2, es decir, el equivalente a lo que posee medio millón de familias obreras (Censis, Centro Studi Investimenti Sociali, 2014).El aumento de las desigualdades sociales constituye la primera causa material de la rabia y la desesperación que invaden a la sociedad europea y a Italia como resultado de las formas económico-sociales que genera el capitalismo de estos últimos decenios. Mientras que la riqueza de las clases más acomodadas se acrecienta, la clase trabajadora y también una parte de la clase media se empobrece. La pobreza es una noción del siglo XIX que reaparece hoy en día y se convirte en categoría definitoria de muchas encuestas e investigaciones sociológicas.

Unos datos despiadados

Los datos del ISTAT (Instituto Italiano de Estadísticas) del año 2016 muestran que el paro llega al 12%3. Entre las personas que trabajan es preocupante comprobar que el sector de los asalariados de más de 50 años aumenta mientras que disminuye el de los menores de 35 años y en este caso el desempleo llega al 39%. La Ley Fornero4, que retrasó brutalmente la edad de la jubilación, explica estadísticamente el aumento de los asalariados de más de 50 años, la débil renovación generacional de la fuerza de trabajo y las graves consecuencias que tiene sobre el desempleo de los jóvenes.

Pero otro aspecto de la realidad explica igualmente que los asalariados envejecen en las oficinas y en las fábricas, postergando por lo tanto la contratación de jóvenes. En efecto, los empleadores se han aprovechado de las modificaciones de la legislación laboral y prefieren contratar o mantener a trabajadores mayores, próximos a jubilarse, lo que supone un compromiso menor a largo plazo en la medida en que podrán deshacerse fácilmente de ellos en un plazo relativamente menor. Por otra parte, un trabajador mayor supone ciertas ventajas: no necesita formación, tiene mucha experiencia y al estar próximo a jubilarse no tiene mayores exigencias en cuanto a salario.

Desde marzo de 2015 la Jobs Act5 ha reconfigurado, agravándolas, las relaciones de trabajo en Italia, especialmente en lo referente a las pequeñas y medianas empresas en crisis6, y ha otorgando directamente a los empleadores instrumentos legales para reestructurar un sector o una actividad de sus empresas. Con despidos hechos por el empleador y un ambiente pesado en la empresa, las y los trabajadores están bajo una fuerte presión. Se multiplican los despidos por razones disciplinarias (+ 28% en los primeros ocho meses del 2016) de acuerdo con las disposiciones de la Jobs Act y de su contrato de protección progresiva (contratto a tutele crescenti).7 Aún en los poco comunes espacios de actividad en los que ha aumentado el nivel de empleo la productividad general ha disminuido y el crecimiento ha sido débil debido al peso creciente de los empleos no cualificados y de un mercado de trabajo esencialmente basado en pequeños empleos precarios. En tal escenario – innovaciones a nivel de normas reglamentarias, desfiscalización y Jobs Act – el boom de los vouchers8 ha repercutido en el mercado de trabajo: en 2015 se establecieron 277 millones de contratos voucher que englobaban 1.380.000 asalariados, con un promedio de 83 contratos por persona mientras que solo para el primer semestre del 2016 hubo 70 millones.

Es la señal, escribe el Censis (Centro de Estudios de Inversiones Sociales), de que la fuerte demanda de flexibilización y la reducción de los costos están alimentando los pequeños trabajos, es decir, los empleos precarios con una remuneración muy baja que relegan sobre todo a los jóvenes asalariados al limbo de la flexibilidad más dura, querida por el actual modo de funcionamiento del capitalismo salvaje. De este modo se margina a toda una generación.

Los bonos de trabajo [el pago del trabajo mediante voucher se efectúa por medio bonos que corresponden a un salario de 7,50 euros por hora] constituyen la certificación legal de esta precariedad convertida en condición permanente para los asalariados. Al contrario del reformismo del siglo XIX, que tendía a mejorar las condiciones de trabajo, el actual (contra) reformismo no deja de agravarlas.

Precarización y empleo

Brancaccio, Garbellini y Giammetti, tres expertos en el tema, destacan ( 24Ore/Il sole del 19 de diciembre de 2016) que muchas investigaciones ponen en evidencia la inexistencia de una correlación entre precarización del trabajo y crecimiento del empleo. Dicho de otro modo, las normas que facilitan el despido de los empleados con contratos de duración indeterminada no tienen efectos estadísticos significativos en el nivel de empleo. En otros términos, esos datos desmienten el axioma según el cual la desregulación del mercado de trabajo crea empleos y reduce el paro. Muy al contrario, la reducción de las protecciones de los trabajadores y trabajadoras se halla estadísticamente vinculada no con el crecimiento del empleo, sino con el aumento de las desigualdades, en la medida en que la precarización tiene un efecto directo sobre el poder contractual de los asalariados, ataca los salarios a la baja y alimenta la diferenciación social desde abajo. Las desigualdades sociales son una noción de los siglos XIX y XX, que los ideólogos del fin de las ideologías se cuidan bien de utilizar. Ahora bien, no mencionar las cosas no significa que desaparezcan: a lo sumo ser puede tranquilizante, pero no por ello elimina la condición de desigualdad.

Si bien hubo un aumento del empleo en el transcurso de los primeros meses de la puesta en marcha de la Jobs Act, mientras que las empresas disfrutaban de las generosas inversiones públicas concedidas por el gobierno, los datos recientes relevan que ese crecimiento no ha permitido reducir la pobreza absoluta, ya que ha generado o bien ingresos demasiado bajos o empleos en lugares que no están afectados por la pobreza.

El mismo día en que el célebre editorialista del diario La Stampa, Mario Deaglio, escribía que había que seguir participando en el gran mercado global sobre el que se basa nuestro bienestar9 (¿o se trata del bienestar de su propia clase social?) se empezaba a publicar un estudio dividido en cuatro partes sobre las desigualdades sociales en Italia realizado por Linda Laura Sabbadini (publicado los días 12, 17, 23 y 30 de diciembre de 2016).10 Dicho estudio proporciona datos y observaciones que voy a utilizar a continuación.

Laura Sabbadini fue liberada su cargo de directora del Departamento de Estadísticas Sociales y Ambientales del Instituto Nacional de Estadística en abril de 2016, ¡Dios sabe por qué!. Mientras que la propaganda gubernamental del ex ministro [Mateo Renzi] fabulaba sobre la magnífica mejora social, Sabbadini osaba escribir que esta desigualdad social “no es tolerable en una sociedad democrática, que esa situación socava las bases de la sociedad, niega los principios constitucionales que garantizan la igualdad de oportunidades para todos y altera el pacto social que consolida la confianza entre los ciudadanos y las instituciones” (La Stampa, 23 de diciembre de 2016).

La larga crisis del sistema capitalista ha tenido unos efectos transversales selectivos ya que ha golpeado mucho más al Sur que al Norte. Las diferencias se han acrecentado y la caída ha sido más dura para los menos favorecidos. En el Sur se inició hace muchos años una caída brutal que se ha visto agravada por la crisis reciente. La combinación de ambos fenómenos ha sido especialmente dura para el Sur: la inexistencia de un crecimiento del empleo femenino y el largo declive del empleo masculino. En 2015, frente a un Centro-Norte que contaba con más de 300.000 empleos suplementarios respecto a 1977, el Sur tenía 600.000 empleos menos. Esto se suma al enorme debilitamiento en “capital humano” debido al éxodo en masa de los jóvenes adultos hacia el Centro-Norte, una migración que ha afectado a un millón seiscientas mil personas en 15 años, un 60 % de ellas de edades comprendidas entre los 20 y los 45 años de edad.

Empobrecimiento familiar

El porcentaje de familias en situación de pobreza relativa o absoluta y que está encabezada por un asalariado o un asimilado [es decir, un independiente en condición de dependencia salarial] pasó del 2 % en 2007 al 12% en 2015. En valores absolutos supone unas cifras impresionantes: 1.582.000 familias en situación de pobreza, lo que equivale a unas 4.598.000 personas. La falta de trabajo es la principal razón de esta situación. Las familias que tienen a su cabeza un desempleado son las más pobres en términos absolutos y van en aumento. Y cuando solo un miembro de la familia tiene empleo, sin embargo esta no se halla protegida contra la pobreza por ello.

Según los informes del Banco de Italia, citados por Sabbadini, el 46 % de las familias obreras tiene un solo ingreso y casi la mitad de ellas no tiene vivienda propia. En tales condiciones, la pobreza está al acecho. Una pobreza que para esta categoría de familias ya comenzó a crecer antes de la crisis del 2008 para explotar a continuación y pasar del 4 % al 7 % en 2009 e incluso al 12 % en 2013 y en 2015. El índice de pobreza de las familias obreras se ha triplicado en diez años, mientras que la existencia de un solo empleo por familia ya no constituye una garantía de no convertirse en pobre ni de salir de ella. Si se pregunta a las familias italianas cuál ha sido el factor negativo que más duramente ha trastocado su existencia, una aplastante mayoría menciona el descenso de los ingresos familiares. El 61 % de la población italiana considera que han aumentado las desigualdades, el 34 % que se han estancado y el 5% que han disminuido (ver el siguiente gráfico).

Fuente: la percepción de las desigualdades en Italia: investigación Demopolis para Oxfam Italia, 2016 . [En los últimos cinco años las desigualdades en Italia han: 34 % permanecido igual, 61 % aumentado, 5 % disminuido]

En el Sur la pobreza absoluta ha llegado al 10 % de la población frente a casi el 7 % en el Norte. Las familias obreras se ven afectadas de en una escala similar aunque de maneras diferentes: si en el Sur se trata principalmente de familias italianas, en el Norte se trata también de familias de inmigrantes, víctimas de la crisis de empleo que ha afectado al sector industrial y de la construcción, y a la ingeniería, lo que ha privado a los hombres de sus ingresos. Este fenómeno ha afectado menos a las mujeres activas en los servicios de ayuda personalizada a las familias, el único sector que durante la crisis registró un aumento del empleo. En conjunto el ingreso medio disponible por cabeza en las familias que residen en el Sur solo llega a un 63 % del de las familias que residen en el Norte. De modo que la brecha entre ricos y pobres es mayor en el Sur que en el Norte y que en Europa. En general la crisis, el paro, el descenso de ingresos también ha afectado más duramente a los menores de madres divorciadas o separadas, con mayor razón cuando hay más de un hijo, en general en el Sur o en las familias de inmigrantes del Norte. En cuanto a los niños nacidos en el seno de familias obreras su situación es precaria en todo el territorio.

En todo el país, cerca del 3 % de los jóvenes de menos de 16 años viven en el seno de familias que no pueden proporcionar dos pares de zapatos por niño y casi el 9 % no pueden pagar ropa nueva.. El 7 % de las familias no están en condiciones de celebrar el cumpleaños de sus hijos con sus amigos. Cerca del 8 % no compran libros extraescolares a sus hijos, el 11 % no participa en las excursiones escolares ni en los acontecimientos escolares que exijan algún pago, ni tampoco tiene un espacio adecuado para estudiar. Por lo tanto, el chico pobre tendrá más dificultades para aprovechar las posibilidades de crecer socialmente y acumulará unos retrasos difíciles de recuperar. La pobreza infantil constituye una pesada hipoteca sobre los futuros jóvenes y adultos.

En la familia que se encuentra al límite del umbral de la pobreza y a la que no le alcanza un solo ingreso, el trabajo de la mujer supondrá la diferencia ya que constituye un bloqueo esencial frente a la pobreza. Está claro que actualmente el descenso del ingreso per cápita en las familias de la clase trabajadora ha sido de tal envergadura que se ha vuelto necesario percibir dos ingresos ahí donde antes era suficiente con uno solo. Ahora bien, el empleo femenino ha disminuido en los últimos años debido a que se ha reducido el mercado de trabajo para las mujeres, una tendencia que empezó ya en la segunda mitad de los años 90. Un empeoramiento que se ha sentido tanto desde el punto de vista cualitativo (aumento de las profesiones no cualificadas y disminución de las profesiones técnicas) como cuantitativo (tiempo parcial involuntario y dificultad para conciliar los tiempos de la vida familiar y los del trabajo).

Condiciones de los jóvenes

La condición de los jóvenes está determinada estructuralmente por una alta tasa de desempleo y unos empleos precarios con baja remuneración. Es la primera vez después de la Segunda Guerra Mundial que los hijos están más desfavorecidos que los padres. Tienen unos ingresos un 15 % inferiores a los ingresos generales medios. Los hogares de menos de 35 años disponen de una riqueza familiar que se sitúa en un 42 % del promedio de los hogares. Con relación a las mismas clases de edad hace 25 años, los jóvenes tienen actualmente unos ingresos un 27% inferiores.

Por consiguiente, permanecer en el seno de la familia se ha vuelto una obligación para protegerse de la pobreza. La situación es especialmente crítica para los jóvenes de entre 25 y 34 años: la mitad vive todavía con sus padres, es decir, un 6% más que en 2011, un 22 % más que el promedio europeo, un 40 % más que en Francia y un 46 % más que en el norte de Europa. La tasa de actividad de los jóvenes ha bajado un 9% durante la crisis, una caída muy importante que perjudica gravemente la construcción de un futuro para esos jóvenes.

La nueva generación tiene un problema de movilidad social. Ya no está bloqueada hacia arriba como se decía antes, sino que se halla desbloqueada hacia abajo, por tener una mayor probabilidad de ver degradarse su situación. La crisis ha condicionado profundamente los tiempos y las formas de transición hacia la vida adulta, al atrasar unas tapas fundamentales de la vida. Aun teniendo trabajo, la endeblez de los ingresos y la intermitencia de los empleos influyen en sus elecciones de vida. Solo una cuarta parte de los jóvenes vive en pareja y un 7 % solos. Los que son cabeza de familia suelen tener unos ingresos insuficientes que les obliga a recurrir a la ayuda de los padres o incluso de los abuelos.

La CENSIS ha relacionado estos datos con información sobre las relaciones afectivas. Así, las personas nacidas entre principios de los años 1980 y principios de los 2000 han “perdido” el sentido social del matrimonio y se orientan hacia otras formas de relación. Los solteros constituyen ahora el 81 % de los jóvenes (hace diez años eran el 71%), los casados el 19 % (28 % hace diez años). Entre los solteros un 40% son absolutamente single , un 3 % tiene relaciones sin compromiso y un 57 % mantiene una relación de pareja estable aunque no convivan bajo el mismo techo. La precarización del trabajo fragiliza la vida sentimental y de relación. Elegir una vida común y estable, con o sin casamiento, se considera una pesada elección para la que se necesita en primer término un empleo (para el 72 % de los jóvenes), unos ahorros constituidos (para el 50 %), haber tenido ya algún período de vida en común con el o la compañera (para el 30 %) y haber terminado los estudios, según el 28 %.

¿Estamos todos en mejores condiciones y vivimos más tiempo?

No todos los ciudadanos se han beneficiado en las mismas proporciones de los progresos de asistencia sanitaria. En este caso, como para lo demás, depende de los ingresos, de la clase, del lugar en que se vive. Los ciudadanos del Mezzogiorno [sur de Italia[, por ejemplo, y más generalmente los estratos sociales más bajos, se enferman con más frecuencia, se curan menos, pierden más pronto su autonomía y mueren más temprano que los demás.

Según el ISTAT, el 11 % de la población renunció en 2013 a las prestaciones sanitarias o farmacéuticas aunque las necesitara. Incluso se ha deteriorado el bienestar sicológico y mental, especialmente entre las personas que poseen un bajo nivel de instrucción, menos recursos económicos, carecen de empleo estable y viven en unas condiciones de alojamiento precario. Lo mismo sucede con la esperanza de vida, un factor que se argumenta cínicamente para aumentar desconsideradamente la cantidad de años de trabajo necesarios para alcanzar el derecho a la jubilación. Además de que el año pasado disminuyó casi un año la esperanza de vida, tampoco se halla igualmente distribuida. Casualmente, son los habitantes del Mezzogiorno, los obreros, los parados, los estatus sociales más bajos clases quienes tienen una menor esperanza de vida.

En síntesis, se vuelve una y otra vez sobre el tema del empleo y el paro, de los ingresos y de su importancia, del embudo de la distribución de la riqueza que desciende de las élites hacia las y los asalariados (imagen particularmente detestada por los opinión makers del liberalismo económico y meritocrático). Tales son las cuestiones centrales de la crisis actual. Son también los indicadores sociales de la gran transformación de lo que fue la izquierda reformista del siglo XIX, que dio lo peor de sí en el marco de las políticas laborales actualizadas por los gobiernos de centro izquierda en el transcurso de los últimos decenios.-

 

(Artículo aparecido el 17 de enero de 2017 en el sitio Sinistra anticapitalista. Traducido del italiano al francés por Dario Lopreno)

 

1/ Cf. Oxfam, Disuguitalia, I dati sulla disuguaglianza economica in Italia. Inserto del rapporto Un’Economia per il 99% a cura di Oxfam Italia, Roma, 2016 ( https://www.oxfamitalia.org/wp-content/uploads/2017/01/Inserto-Italia-rapporto-Davos-2017.pdf ).

2/ Jacqueline Facconti, «Classifica Forbes: ecco gli italiani più ricchi», en la página web Finanzasulweb ( http://finanzasulweb.it/notizie/classifica-forbes-gli-italiani-piu-ricchi/ )

3/ Precisemos aquí que algunas estimaciones que incluyen a todos los parados desalentados, aquellos que ya no buscan trabajo, dan, por ejemplo, una tasa de desempleo del 23 % en 2014 (esto es, 6,6 millones de desempleados) en lugar del 13 % (esto es, 3,5 millones) oficial del ISTAT Cf. http://scenarieconomici.it/analisi-esclusiva-disoccupazione-reale-quota-66-milioni-tasso-228/ ).

4/ En vigor desde el 2013, la ley Monti/Fornero (del nombre del presidente del Consejo de ministros y de la ministra de Trabajo y Política Sociales) introdujo especialmente estas novedades: retrasa la jubilación plena anticipada a los 62 años (excepto para aquellas y aquellos que hayan trabajado respectivamente 41 y 42 años seguidos), la jubilación normal a los 66 años (67 a partir del 2021), establece un mecanismo que permite desplazar progresivamente la edad de la jubilación a medida que aumenta la esperanza de vida, aumenta las primas pagadas por los autónomos y aumenta el peso de las cajas de pensión privadas. (Cf. Giampiero Falasca, «Pensioni, ecco che cosa cambia dal 1° gennaio», Il Sole 24 Ore, quotidien, Milan, 01/01/2012).

5/ Con la Jobs Act, en vigor desde marzo de 2015, nuevo marco legal que liberaliza el mercado de trabajo, “las empresas se pueden beneficiar de una libertad total en materia de despido y de su capacidad de chantaje – con el miedo que genera – y de mayor explotación de las y los asalariados”. (Italie. Le «Jobs Act», réalité et métaphore d’une victoire des dominants, Franco Turigliatto, 11/05/2015).

6/ Según el estudio “Struttura e competitività delle imprese industriali e dei servizi” del l’Istat, las pequeñas y medianas empresas (de menos de 250 empleados) reunían en el año 2013 al 80% de los asalariados del sector privado italiano. (N. del t. al francés).

7/ El contrato de protección progresiva es un contrato de derecho privado que otorga al empleador tres años y medio de desgravación fiscal, suprimiendo la obligación del reintegro al puesto de trabajo para los nuevos contratados en el caso de despido improcedente, acordado a los asalariados ya existentes una posible indemnización por despido injustificado, indemnización progresiva basada en la antigüedad (por eso se llama contrato de protección progresiva). En el caso de realizar una reestructuración el empleador no está ya obligado a reclasificar a dichos asalariados en otro sector o en otra función de la empresa. Se halla autorizado, por el contrario, a imponer una reclasificación afectándolos a otras funciones diferentes, menos cualificadas, peor remuneradas, ignorando toda obligación de asistencia sindical por estos cambios ( https://www.forexinfo.it/jobs-act-contratto-tutele-crescenti-cos-e et http://www.adessolosai.it/ , «Tutto quello che non ti hanno detto sul Jobs Act»).

8/ El trabajo mediante voucher [“bono”, en inglés] es un trabajo accesorio (aunque se repita de forma permanente) remunerado mediante un salario horario de 7,5 euros /hora y que no otorga derecho a ninguna prestación de la seguridad social, aunque se haya reconocido el derecho a la jubilación según el Instituto nacional de previsión social (INPS, http://www.inps.it/ ) (n. d t. al francés).

9/ Cf. Mario Deaglio, «L’inevitabile percorso delle riforme», La Stampa, Turin, 12/12/2016 (disponible en http://www.lastampa.it/2016/12/12/cultura/opinioni/editoriali/linevitabile-percorso-delle-riforme-QYoLadEZ1n3ikV8YFl815O/pagina.html ).

10/ Los cuatro artículos de Linda Laura Sabbadini, publicados en el diario La Stampa de Turín, están disponibles en las siguientes direcciones:

– «Con la crisi non basta più il lavoro di uno solo in famiglia», 12/12/2016 http://www.lastampa.it/2016/12/12/economia/con-la-crisi-non-basta-pi-il-lavoro-di-uno-solo-in-famiglia-IcsFnFissrMfZ7lvupjEGL/pagina.html

– «Sempre peggio al Sud, la crisi ha cancellato il lavoro», 17/12/2016 http://www.lastampa.it/2016/12/17/italia/cronache/sempre-peggio-al-sud-la-crisi-ha-cancellato-il-lavoro-tg5dD5eL4VYL5kdxFFfPhJ/pagina.html

– «Cresce il divario generazionale. La crisi ha colpito di più i bambini», 23/12/2016 http://www.lastampa.it/2016/12/23/italia/cronache/cresce-il-divario-generazionale-la-crisi-ha-colpito-di-pi-i-bambini-mlqZ6gT93tPomkbYjACP8N/pagina.html

– «La crisi incrina la salute al Sud più che al Nord», 30/12/2016

Fuente: http://alencontre.org/laune/italie-cartographie-des-inegalites-sociales.html.

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