Post-extractivismos en Chile: posibilidades y urgencias

14/06/2017 | Revista Norte
NEGOCIO Y DEVASTACION.
Desde fuera se impuso una apropiación del agua de tal intensidad que se dejó a los de adentro, a las comunidades locales, sin acceso a ella. Chimeneas, conductos, depósitos y todo tipo de estructuras se inclinaban sobre las playas y aguas cerca de Valparaíso. Se podía ver y oler la devastación.

Eduardo Gudynas / Rebelión

 

 En el primer día, mirando hacia afuera por las ventanas, se veían las chimeneas, conductos, depósitos y todo tipo de estructuras que se inclinaban sobre las playas y aguas de Quintero y Puchuncaví, cerca de Valparaíso. Se podía ver y oler la devastación ecológica. Hacia adentro, un nutrido grupo de vecinos debatía bajo el empuje de mujeres que con mucho orgullo explicaban su resistencia a todas esas amenazas sociales y ambientales. Los ánimos rebosaban energía ciudadana.

En el segundo día, el foco pasó a la provincia de Petorca. Se sucedieron relatos sobre cómo, desde fuera, se impuso una apropiación del agua de tal intensidad que se dejó a los de adentro, a las comunidades locales, sin acceso a ella. Los testimonios fueron sobre ríos que casi han desaparecido, lagunas que ya no existen o personas que deben bañarse apenas con un paño húmedo; es el robo del agua.

Todas estas imágenes mostraban las distintas caras de los extractivismos, un concepto que se refiere a la apropiación intensiva de recursos naturales para servir a las corrientes exportadoras que nutren la globalización.

Estos relatos, unos promovidos por las Mujeres de la Zona de Sacrificio en Resistencia de Quintero y Puchuncaví (1), y los otros por los integrantes de Modatima (Movimiento de Defensa por el acceso al agua, la tierra y la protección del medio ambiente; 2), dejan muy en claro la gravedad del problema. Son, además, muy semejantes a lo que se padece en los demás países sudamericanos.

Extractivismos, sus soportes y conexiones

En efecto, extractivismos como las explotaciones mineras y petroleras, o la agricultura intensiva, generan todo tipo de impactos (3). Unos son efectos directos, a nivel local, allí donde ocurre la extracción de los recursos naturales. En esas circunstancias se pueden enumerar la contaminación de suelos y agua de la megaminería, o el acaparamiento del agua para la agricultura intensiva.

Paralelamente, los extractivismos sólo son posibles si cuentan con lo que se denomina como “áreas de soporte” y “redes de conectores”. El primer aspecto alude a las áreas que proveen insumos indispensables como la energía y el agua, incluyendo por ejemplo las centrales termoeléctricas o represas, las que a su vez tienen serios impactos ambientales y sociales.

El segundo componente se refiere a las carreteras, ferrovías, oleoductos, mineraloductos o cualquier otra conexión entre sitios de extracción con sus áreas de soporte como con los puntos de salida de las exportaciones. Estos a su vez también originan efectos negativos sobre el ambiente y las personas.

Teniendo presente estos casos, lo que sucede en Petorca y otros sitios de Chile con respecto a la apropiación del agua, en muchos casos corresponde a los impactos directos de los extractivismos. A su vez, lo que se observa Quintero y Puchuncaví es impactante por concentrar en una superficie relativamente pequeña emprendimientos de soporte como de conexión, todo ellos con serios efectos. Allí se acumulan proveedores de energía (como las plantas que queman carbón), terminales petroquímicas y de procesamiento de mineral, junto a los conectores que permiten recibir insumos (como combustibles) y embarcar minerales. Los impactos son tantos, tan intensos y tan concentrados, que nadie puede desconocer: basta respirar para sentir el polvillo del carbón o advertir los colores sufridos de la poca vegetación que resiste en el área.

Estos casos dejan muy en claro una condición propia de todos los extractivismos: son insostenibles desde el punto de vista ecológico, dañan la salud humana, y son profundamente injustos bajo cualquier perspectiva de justicia. Distintas revisiones de la situación en Chile, como las que lleva adelante el Observatorio Latino Americano de Conflictos Ambientales (OLCA), confirman la gravedad de la situación (4). No es posible seguir insistiendo en esas estrategias, y es necesario promover alternativas.

Postextractivismos como alternativas

Ante esta situación, a inicios de la década de 2010 en los países andinos, sobre todo en Perú, a los cuestionamientos a los extractivismos se sumó la novedad de ofrecer alternativas. Esto ocurrió bajo condiciones muy similares a las que se observan en todo Chile, tales como la contaminación minera o la afectación de lagunas o ríos, y que sobre todo hostigaban a comunidades rurales pobres. Las críticas y resistencias no bastaban ya que inmediatamente se les reclamaba: “si no hay minería, ¿cuál es su alternativa?”, o bien “sin minería colapsaría la economía nacional”. Era necesario responder a esas preguntas desafiantes.

Además, estaba cada vez más claro que los impactos extractivistas eran de tal intensidad que no podían ser revertidos con meros ajustes tecnológicos, como mejores filtros en las chimeneas. La megaminería a cielo abierto es en realidad una amputación ecológica ante la cual las medidas de compensación planteadas, como mojar los suelos para que no se levante polvo, resultan ridículas.

Así nació lo que se denomina postextractivismo. Este es un conjunto de posturas que sin dejar de señalar los impactos extractivistas busca opciones concretas para dejar de depender de ellos (5).

En Chile es imperioso abordar esta cuestión. En el país se acumulan todo tipo de impactos negativos en su territorio. Además el país sufre una verdadera adicción extractivista, expresada en la muy alta participación de las exportaciones de recursos naturales (pasaron de representar el 80% del total exportado en 2000, al 85,6% en 2015). Para agravar más la situación hay una enorme dependencia en un solo producto (el cobre, en refinados y concentrados da cuenta del 55% de las ventas externas). A contracorriente de las imágenes populares, eses es un perfil más semejante a Perú (país donde los bienes primarios representan el 85% de las exportaciones), que a un país emergente o industrializado, donde las ventas al exterior descansan sobre todo en manufacturas y servicios.

Los postextractivismos desean quebrar esa dependencia. Para el caso chileno, en forma preliminar podría plantearse que una primera etapa en estas transiciones buscaría reducir la dependencia de exportaciones de recursos naturales por debajo del 50% del total exportado. Además, que eso estuviera diversificado en diferentes commodities sin que ninguna representara más del 20% de las ventas externas.

Es posible señalar algunas ideas básicas sobre el postextractivismo que, lejos de agotar la temática, al menos pueden ser útiles para promover este debate en Chile. Comencemos por precisar que por un lado se busca detener los impactos más graves, allí donde destruye la naturaleza o afecta la salud pública. Los emprendimientos que no pueden ser reformulados para cumplir adecuados estándares sociales y ambientales deben ser clausurados. Aquí es importante advertir que esta no es una postura, por ejemplo anti-minera, ya que puede haber aprovechamientos mineros que no son extractivistas. Tampoco es el llamado a una naturaleza intocada, sino un mandato de responsabilidad en aprovechar los recursos naturales sin destruir esa base ecológica.

Para avanzar en este camino se deben cumplir las actuales normativas sociales y ambientales. Esto se debe a que muchos emprendimientos extractivos son posibles porque los propios estados no respetan sus exigencias en ambiente, ordenamiento territorial o salud pública, o por ser cómplices en esconder información clave. Entonces cualquier alternativa reclama su efectivo cumplimiento.

Paralelamente son necesarios ajustes en las políticas públicas, un amplio campo sobre el que se puede compartir algunos ejemplos. Como muchos sólo entienden el lenguaje económico, es imprescindible aplicar una contabilidad que incorpore los costos ambientales y sociales. Muchos extractivismos son buenos negocios porque no contabilizan los efectos económicos de la contaminación o de las enfermedades. Bajo la misma perspectiva, los precios de las materias primas deben ser corregidos buscando que su valor incorpore los costos totales, incluyendo sus componentes sociales y ambientales.

A medida que se reduce el peso de los extractivismos deben crecer otros sectores que lo reemplacen. Desde el punto de vista del empleo se observan muchas oportunidades ya que sectores como la minería o la agricultura intensiva en realidad demandan pocos puestos de trabajo. Desde el punto de vista económico, y en especial para las cuentas públicas, la cuestión aparece inicialmente más complicada porque se dispara el temor que una caída de las exportaciones extractivistas reduzca los ingresos económicos.

Sin embargo, las opciones postextractivistas ofrecen varias respuestas. Es necesaria una reforma tributaria ya que muchos emprendimientos mineros y petroleros tributan poco o nada. Una tributación justica y efectiva brindaría ingresos que podrían compensar en parte una reducción de las exportaciones, tal como muestran estudios preliminares para el caso peruano. De la misma manera, una reducción en los extractivismos significa ahorros en los dineros que el Estado o la sociedad dedica en pagar los costos de la contaminación y los impactos en la salud.

Finalmente, no olvidemos que los gobiernos otorgan enormes subsidios (explícitos u ocultos) para sostener a los extractivismos. Estos “subsidios perversos” deberían ser suspendidos, y esos fondos deben ser redirigidos a reconversiones productivas en sectores no extractivos. Dicho en forma más simple, el Estado cuenta con voluminosos recursos económicos que en la actualidad usa para promover los extractivismos cuando deberían destinarse a las alternativas.

Los postextractivismos dan un paso más reclamando la diversificación productiva. En ese sentido, en varios países se ha identificado el enorme potencial que en ese sentido tiene una reconversión agropecuaria. Otras prácticas, inspiradas en la agropecuaria orgánica, tienen menos impactos ambientales, consumen menos energía y requieren más empleo. Estas resultan

en alimentos más sanos y abundantes, lo que permitiría terminar con distorsiones tales como la de exportar minerales para importar alimentos. Este tránsito postextractivista sin duda va en sentido contrario a las estrategias chilenas actuales que amparan sectores de alto impacto, como los cultivos de palta orientados a la exportación (con efectos denunciados por Modatima) o las plantaciones forestales.

No puede dejar de mencionarse que el postextractivismo requiere cambiar los comportamientos de intenso consumo dentro de nuestros países. Los hábitos de los sectores de mayores ingresos económicos en las grandes ciudades, son los que demandan por más y más extractivismos.

El postextractivismo además busca radicalizar la democracia, ya que cualquiera de sus alternativas parte de la participación ciudadana. Pero a la vez debe enfrentar las opacas redes de poder político y económico que amparan los extractivismos, sin olvidar sus componentes de corrupción como muestran los casos en Brasil o Chile.

Globalización y regionalismos de otro modo

Pero más allá de los cambios nacionales, de todos modos los extractivismos son dependientes de las demandas globales. Por ello, los postextractivismos enfrentan esto postulando una desvinculación selectiva de la globalización y un regionalismo de nuevo tipo, que sea autónomo ante los mercados globales y permita articular sectores productivos dentro del continente. No se postula el aislacionismo, sino una recuperación de las capacidades nacionales para poder decidir volúmenes, precios y tipo de recursos naturales a exportar. Debemos admitir que esto difícilmente puede lograrlo un país aisladamente ya que basta que una nación esgrima mayores regulaciones ambientales o correcciones de precio para que un país vecino, competidor, opere en sentido contrario para atraer más inversores y proyectos. Esto hace que necesariamente las transiciones postextractivistas requieran coordinaciones entre países acordando los mismos estándares y exigencias sociales y ambientales. Podrá decirse que esto es una fantasía pero recordemos que, en un pasado reciente, en el marco de Naciones Unidas avanzaban propuestas de coordinación del comercio internacional en materias primas que fueron derribadas por el vendaval neoliberal y las presiones de las corporaciones transnacionales.

La reconversión hacia otros sectores productivos no-extractivistas también se potencia bajo acuerdos con países vecinos. Existen muchas opciones en la agropecuaria, y sus encadenamientos con la industria alimentaria, pero también en sectores manufactureros convencionales. Se deben organizar cadenas industriales regionales, donde Chile coparticipe junto a países vecinos, por ejemplo fabricando componentes automotores. De esta manera se puede salir de la trampa actual, donde los recursos económicos ganados con exportar minerales o celulosa, pongamos por caso a China, luego se gastan en comprar automóviles chinos. Sin duda que esas industrias regionales tendrán otras prioridades (siguiendo con el ejemplo, se enfocará en medios públicos de transporte antes que en fabricar autos personales).

Este tipo de reformas se organizan en lo que se ha llamado un “regionalismo autónomo”. O sea, un proceso por el cual el vínculo con las naciones vecinas permita organizar redes productivas regionales, bajos otras condiciones sociales y ecológicas, mientras se gana autonomía para romper con la dependencia y subordinación con los mercados globales.

Las alternativas son posibles

Estos son apenas algunos ejemplos que muestran que hay muchas oportunidades para comenzar a diseñar salidas a los extractivismos en Chile. Todos buscan romper con el fatalismo de entender que el país sólo puede ser exportador de materias primas, para siempre y sin otras opciones.

En realidad la actitud debe ser inversa, ya que los extractivismos actuales son insostenibles no sólo ecológica y socialmente, sino también para las economías nacionales. Ni Chile ni el planeta toleran más este estado de situación. Es en este cambio de actitud donde está posiblemente uno de los mayores aportes del postextractivismo, al volver a abrir las puertas a pensar alternativas.

Notas

1. Mujeres de la Zona de Sacrificio en Resistencia de Quintero y Puchuncaví, más informaciones en: https://www.facebook.com/Mujeres-de-Zona-de-Sacrificio-Quintero-Puchuncav%C3%AD-908094075974874/

2. Modatima (Movimiento de Defensa por el acceso al agua, la tierra y la protección del medio ambiente), más información en: www.modatima.cl

3. Una biblioteca con artículos, reportes y libros sobre extractivismos, incluyendo sus definiciones e impactos, se puede encontrar en: www.extractivismo.com

4. Dimensión socioambiental de los conflictos territoriales en Chile, OLCA, Santiago, 2016.

5. Una biblioteca con textos y otros recursos sobre postextractivismo está disponible en: www.transiciones.org

Este artículo es posible gracias a la invitación de Paola Bolados, del programa en ecología política, feminismos y poscolonialidad en la Universidad de Valparaíso, para conocer las experiencias que se comentan. Una primera versión de este artículo fue publicada en El Ciudadano, Chile, 8 junio 2017.

Eduardo Gudynas es investigador en el Centro Latino Americano de Ecología Social (CLAES), Montevideo.

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