El Obispo de la Diocesis, Monseñor Gustavo Zanchetta, habó sobre el flagelo de las drogas y el narcotráfico en Orán en su Omilía del pasado miércoles
«Hoy, Miércoles de Ceniza, quiero referirme puntualmente a una de las miserias de orden social que nos destruye como familia y que ha tomado ya la velocidad irreparable de la destrucción y la muerte: me refiero al drama de las drogas y el narcotráfico que tan cerca nos toca el corazón en nuestro territorio diocesano.
Resultan alarmantes los datos estadísticos, pero más terrible es percibir el dolor de tantas mamás y papás que lloran la pérdida de un hijo y que viven en la angustia de no saber cómo hacer para sacarlos de las adicciones.
No podemos negar que hay muchas instituciones y personas que hacen esfuerzos enormes para combatir este flagelo social y ayudar a quienes lo sufren. Es ciertamente un signo de esperanza, una luz en tanta oscuridad.
Pero es aberrante ver cómo también se comercia con la vida de otros impunemente y a la vista de todos, sin que los instrumentos legales con los que cuenta el Estado en sus distintos niveles de responsabilidad puedan ser efectivos en su accionar, sea en la prevención como en la resolución de este problema.
Y sirva como ejemplo una situación que todos podemos ver diariamente en uno de los controles fronterizos cercanos a la Ciudad de San Ramón de la Nueva Orán. Mientras muchos transeúntes deben detenerse para ser revisados – lo cual es correcto – a escasos cien metros del puesto de control se cargan y descargan enormes cantidades de bultos donde podría circular de todo: niños secuestrados, tráfico de órganos, drogas y, además, toda clase mercaderías que evaden impuestos.
Y lamentablemente este constituye el primer eslabón de una larga cadena de miserias. Después sigue el comercio con la vida, el desprecio por los inocentes, la hipocresía de las respuestas ya elaboradas y la peor de las consecuencias: la muerte.
No es necesario y menos oportuno generar ahora una polémica más. Personalmente no me interesa discutir sobre una realidad que lamentablemente se impone por los hechos. Es momento de actuar y con premura en función del bien común, más allá de nuestras diferencias, inclusive las religiosas. Por eso quiero proponer a la comunidad diocesana una iniciativa que puede ayudar solidariamente a tantas familias que sufren este drama de las drogas.
Durante esta Cuaresma voy a convocar a nuestras comunidades, a todos los organismos de comunión y agentes pastorales, para presentarles un proyecto a fin de concretar en todo el territorio diocesano Centros de contención, escucha y orientación para jóvenes con adicciones y sus familias. Para ello invito también a todas las personas e instituciones del cuerpo social y a los organismos del Estado que tengan voluntad de participar, a sumar esfuerzos para salvar el presente y el futuro de nuestra comunidad: Todos podemos ofrecer algo de nuestros talentos y experiencia de vida. Y muy especialmente quiero convocar a las personas mayores; a nuestros abuelos. Ellos, como padres experimentados, con su sabiduría acuñada en la lucha por formar un hogar, fogueados en los avatares de la vida, pueden ayudar a orientar a una sociedad tan carente de afecto, madurez y acompañamiento».-
Fuente: Radio Diez