Se esperan entre 55 y 57 millones de toneladas. La próxima cosecha podría generar unos US$ 34.000 millones para la economía.
Con la decisión del productor, comienza el ciclo productivo.
Por Miguel Calvo | El autor es presidente de la Asociación de la Cadena de la Soja Argentina (Acsoja)
Los relevamientos del historial de la soja indican que en el año 1908 se sembró por vez primera esta oleaginosa en el Centro Experimental de Córdoba. Así empezó la historia de un suceso que ha impactado profundamente en la vida, la historia y el progreso de la Argentina.
Según las proyecciones, la cadena de la soja tendrá en la nueva campaña más de 19 millones de hectáreas de superficie cultivada. Significará una producción de entre 55 y 57 millones de toneladas, y generará un circuito económico mayor a los 34.000 millones de dólares dentro del período de un solo año.
Existen muy pocas actividades en el mundo que movilicen un volumen tan extraordinario de recursos y, a su vez, generen una participación tan significativa en el PBI del país donde se desarrollan. Esto pondera y ratifica adecuadamente la importancia de la cadena. El normal funcionamiento de ella influye cada vez más en la vida cotidiana de todos los habitantes del país, los que directa o indirectamente son beneficiados por el efecto multiplicador que produce esta concreta y única generación de riqueza.
Esta espiral de prosperidad se origina en el momento a partir del cual cada productor decide invertir en soja, y toma a su cargo el riesgo climático, el de los precios, las eventuales enfermedades, etcétera. Todo lo que espera este productor es una buena cosecha y la posibilidad de vendérsela al industrial o al exportador, o bien transformarla directamente formando parte de un negocio del que participan los fabricantes de maquinaria agrícola, los biotecnólogos, los semilleros y una enorme cantidad de otros actores del sector.
Dentro de este marco de fortaleza nacional, con satisfacción hemos apreciado una mejora en los tiempos de aprobación de eventos biotecnológicos. Entre éstos, la aprobación de la variedad Intacta (RR2 Bt) que nos posiciona en forma similar a nuestros competidores de Estados Unidos y Brasil. Es también destacable la resolución del Ministerio de Agricultura que establece la medición de óxido nitroso y desde allí la emisión de gases efecto invernadero, etcétera.
El país se ha convertido en el principal exportador de biodiésel de soja y cuenta con una producción anual de 3 millones de toneladas, una capacidad instalada de casi 3,5 millones y con proyectos en estudio que representarían por lo menos 1 millón de toneladas más.
La promulgación y posterior reglamentación de la ley de biocombustibles alentó una corriente de inversión del orden de los mil millones de dólares, la que se sumó a las previamente realizadas en plantas de aceite.
La reciente implementación del aumento en las retenciones al biodiésel, junto con un tope a su precio interno, afecta negativamente la rentabilidad de las empresas que apostaron a este agregado de valor en los últimos años.
Es previsible que, de mantenerse estos nuevos valores, las fábricas deban modificar su ecuación de producción aumentando la comercialización de aceite en detrimento del biodiésel. Podría provocar una caída en el precio internacional del aceite debido a la sobreoferta, que afectaría incluso la posible recaudación prevista.
Es precisa la reconsideración de las medidas aplicadas. Instamos al diálogo y al análisis de la situación generada.
En resumen, el futuro de la cadena de soja es absolutamente promisorio. Existe una clara dirección en el mundo hacia un significativo aumento demográfico y una mejora en la calidad de vida de los habitantes de los países emergentes. Millones de personas van a requerir más y mejores alimentos prefigurando un horizonte de importantes desarrollos para la soja y sus derivados. El desafío es producir nuevos usos y subproductos del cultivo, afianzar esa posibilidad, corregir trabas y así continuar potenciando a la economía argentina y, por ende, a cada uno de los que participan en ella en forma cotidiana.
La soja presenta un gran potencial para desarrollos con valor agregado que el país no ha explorado hasta el momento en toda su potencialidad.
Tanto la industria química como la de cosméticos o la piscicultura y la alimentación humana pueden abrir el horizonte de la soja a nuevos usos, con un gran potencial.
Entre los nuevos usos por desarrollar se encuentra la utilización de un concentrado de proteína de soja destinado a la alimentación de peces. Si bien esta industria es incipiente en la Argentina, Chile es el segundo productor mundial de salmónidos, y constituye un mercado que consume diariamente un tonelaje importante de harinas de soja, que nuestro país podría suministrar.
Otro ejemplo es la industria del caucho, que acaba de patentar un desarrollo a partir de la utilización de aceite de soja en neumáticos, lo que resulta en una mayor vida útil del producto, y una menor emisión de gases en su rodamiento.
En cuanto a la alimentación humana, en el mundo se consumen y son altamente valorados una enorme cantidad de productos derivados de la soja –fundamentalmente en forma texturizada– que no se han desarrollado en nuestro país y que presentan un gran potencial para el mercado.-
Publicado por La Nación