Federico Larsen / Rebelión
El referéndum
El primer ministro Matteo Renzi asumió su cargo en 2014 sin haber sido elegido por nadie. En las elecciones de 2013, el ganador fue su compañero del Partido Democrático, Pierluigi Bersani, quien tras haberle ganado la interna en 2012 y destronado a los seguidores del derechista Silvio Berlusconi del poder, se hizo cargo del gobierno.
Pero el sistema institucional italiano, plagado de organismos de control y métodos de contrapeso institucional, le requirió a Bersani un apoyo político amplio que nunca logró, y debió renunciar. Renzi, joven jefe del partido más votado en 2013, asumió la jefatura del gobierno tras una serie de artilugios políticos, con el apoyo de los delfines de Berlusconi, y la promesa explícita de reformar todo el sistema que permitía que gente como él llegara a gobernar sin haberse sometido a la elección popular.
Esa propuesta, postergada durante meses y aprobada en el Parlamento recién en abril de este año, fue la principal carta política del gobierno Renzi. Ésta consistía en reformar algunos artículos de la constitución para reducir los miembros y el poder del Senado y otras instituciones consagradas en la Carta Magna de 1946. El objetivo era claro, evitar las crisis de gobierno que llevaron a Italia a cambiar su ejecutivo una vez cada dos años en promedio desde los años 50.
La reforma constitucional fue presentada al electorado italiano en los últimos meses como la solución a todos los problemas, económicos y políticos que el país vivió en las últimas décadas. Hasta la Asociación Nacional de Partisanos, combatientes antifascistas de la Segunda Guerra Mundial, se opusieron con fervor a la propuesta de este joven líder que se presentaba como la renovación de la centro izquierda a pesar de su pasado en la Democracia Cristiana. El progresismo y la izquierda bocharon de entrada la reforma, por la quita en derechos de representación y el ajuste a la participación del Estado en la economía que suponía. La derecha vio en la campaña por el “No” la posibilidad de acumular políticamente con su discurso anti-establishment, muy de moda por estos tiempos. Y ganaron, provocando en los hechos la renuncia de Renzi.
Un “No” europeo
El resultado del referéndum no es de ninguna manera llamativo. Y la abultada diferencia en favor del No lo confirma. Como el mismo Renzi admitió al comentar los resultados, más que el fracaso de una reforma, es el fracaso de un proyecto político que en Italia -y en Europa- cuenta cada vez con menos acólitos. Se abre entonces una nueva crisis de gobierno. Esto significa que el presidente de la República Mattarella (garante de la Constitución y quien no detenta el Poder Ejecutivo), deberá comenzar las consultas entre los líderes políticos de las formaciones que pueblan el Congreso italiano tras las elecciones de 2013 y 2015, para establecer quien está en condiciones de obtener el apoyo parlamentario para guiar un gobierno de transición hasta las elecciones de 2017.
La pregunta legítima a esta altura es ¿quién ganó el referéndum? La respuesta podría resumir la situación política de toda Europa: fascistas, neo-nazis, conservadores, neo-liberales, democristianos, socialistas, comunistas y movimientos sociales que los fracasos del proyecto institucionalista europeo logró juntar en su contra. Esa variedad ideológica, sin embargo, supone una lucha por el liderazgo de tan heterogéneo “Frente del No”, que se estaría resolviendo en favor del Movimiento 5 Estrellas, un partido fundado por el cómico Beppe Grillo y que ha hecho del “rechazo a las ideologías” y de la anti-política su bandera.
Las 5 estrellas que componen el nombre aluden a la del control de calidad o prestigio de los hoteles, y representan el supuesto apego del movimiento a los principios de honestidad y transparencia que, sin embargo, el partido no demostró a la hora de asumir cargos directivos. Pero su enardecida retórica anti sistema logró posicionarlos a la cabeza del frente que ayer logró frenar la reforma de Renzi, en medio de la crisis generalizada de la izquierda europea tras la debacle de Syriza. Y ese anti-europeísmo es justamente lo que preocupa Bruselas.
Una victoria del Movimento 5 Stelle en próximas elecciones (ya no tan ilusoria tras las sorpresas del Brexit y de Trump) significaría una terrible noticia tanto para burócratas y banqueros europeos como para los movimientos sociales y de izquierda, que ya abandonaron la prédica anti-europea para apostar a un nuevo regionalismo social y popular.
Es llamativo, sin embargo, como todos los intentos de refrendación popular de modificaciones políticas sostenidos con argumentos pro-europeos hayan suscitado fuertes rechazos en la población. Desde los referéndum en Holanda y Francia sobre la Constitución Europea, jamás implementada, pasando por el Brexit y llegando hasta la reforma constitucional italiana, el voto directo del pueblo europeo ha sido generalmente hostil a las propuestas de una dirigencia europea claramente alejada de sus representados. A esto se le suma el crecimiento de propuestas del nuevo “populismo” conservador anti-europeo y la caída de los “hombres fuertes” de la UE, tras la renuncia a un nuevo mandato de Hollande y y la derrota de Renzi.
Italia se convertirá entonces, nuevamente, en el centro de la expectativa política europea de los próximos meses, con los castigos que el sector financiero suele propinar a los países díscolos y que generalmente soportan las capas mas humildes de la población. Será necesario descreer de buena parte de las noticias que estos sectores distribuyen a través de sus medios de prensa. Se deberá analizar la situación con cautela, con especial atención al rol de los movimientos sociales, las organizaciones que trabajan con migrantes, intelectuales comprometidos con espacios de construcción social, sectores sindicales alternativos, únicos actores capaces de restituir el rol perdido a la política.-