El modelo de producción impone patrones de consumo ajenos a las necesidades alimenticias, genera enfermedades, enormes desperdicios y daño ambiental. La comida nutritiva es cada vez más cara.
En las últimas décadas se han producido fuertes cambios en los patrones alimentarios de América Latina y el Caribe: las preparaciones culinarias tradicionales basadas en alimentos frescos, preparados y consumidos en el hogar, están siendo fugazmente reemplazadas por una presencia y consumo cada vez mayor de productos altamente procesados, con baja densidad de nutrientes, pero con alto contenido de azúcares, sodio y grasas. Según las investigaciones de organismos como la FAO (organización para la agricultura y alimentación de la ONU) y la Cepal, este cambio en el patrón de la alimentación aumenta la malnutrición en todas sus formas y disminuye notablemente la calidad de vida.
Según la Organización Panamericana de la Salud, que el actual patrón alimentario cuente con una gran proporción de productos altamente procesados conlleva varios problemas para la salud humana, así como importantes riesgos sociales y ambientales. Estos alimentos tienen un alto contenido calórico y un bajo valor nutricional; están hechos para ser sabrosos, generadores de hábito y casi adictivos, por lo que interfieren en la capacidad de controlar la ingesta alimentaria; comúnmente son producidos a bajo costo gracias a las economías de escala y a los amplios canales de distribución y suelen desplazar a las dietas tradicionales, erosionando el tejido social, económico y cultural de los países.
Azúcar y soya: alimentos que no nutren
La alta ingesta de alimentos ricos en energía y pobres en micronutrientes, como las bebidas azucaradas y los productos altamente procesados, están íntimamente relacionados con el aumento de peso y la generación de enfermedades como la diabetes y la hipertensión.
Hoy en América Latina y El Caribe, la producción global de azúcar alcanza las 2.155 millones de toneladas, el doble que en 1980. Brasil, el principal productor de azúcar en el mundo, es responsable de más de un tercio de la producción global, con más de 736 millones de toneladas. La producción de soya, por su parte, alcanza las 307 millones de toneladas, casi cuatro veces más que la registrada en 1980. Los principales productores son Estados Unidos y Brasil, con 107 y 87 millones de toneladas respectivamente, y le sigue Argentina con una producción de 53 millones de toneladas.
América Latina y el Caribe, y en particular los países de Suramérica, se han convertido en los mayores productores de azúcar y soya del mundo: la región es responsable de cerca de la mitad de la producción de soya y un 36% de la producción de azúcar. De la producción de azúcar en América Latina y el Caribe, cerca del 60% tiene como destino la exportación, mientras que en el caso de la soya, el 37%.
En las últimas cinco décadas, la superficie destinada a estos cultivos se ha expandido de manera significativa: a principios de la década de 2000, la superficie destinada a la soya alcanzaba las 103 millones de hectáreas y para el azúcar era de 8,5 millones. En el último trienio, el promedio de la superficie utilizada para la soya alcanzó las 164 millones de hectáreas, mientras que para el azúcar fue de 13,5 millones de hectáreas. En este mismo trienio, el cultivo de frutas, hortalizas y legumbres en conjunto ocupaba una superficie inferior al 11% que la de la producción de soya.
El cultivo masivo de soya trajo además un uso indiscriminado de pesticidas y herbicidas tóxicos, utilizados para maximizar las ganancias del capital invertido en el sector agropecuario. Casos de malformaciones congénitas, abortos espontáneos y aumentos de casos de cáncer en niños y adultos que viven en las poblaciones aledañas así lo demuestran.
Inflación: comida cara y salarios bajos
Desde principios de 2016 se observa una tendencia hacia el alza de los precios de los alimentos: entre enero y septiembre de 2016 aumentaron un 14,4% a nivel mundial.
La Organización Mundial de la Salud recomienda que la ingesta de calorías incluya entre un 10 y un 15% de proteínas, entre un 55 y un 75% de carbohidratos y entre 15 y 30% de grasas, y que la ingesta de azúcar no supere el 10% de las calorías totales. Sin embargo, las carnes magras, los pescados, los vegetales y las frutas, que son alimentos nutricionalmente más adecuados, tienden a tener un mayor precio. Por el contrario, las dietas con mayor concentración de calorías están asociadas con bajos costos y suelen ser adoptadas por la población más vulnerable. Un estudio realizado en Estados Unidos demostró que el precio por 100 calorías provenientes de verduras es mayor al de cualquier otro grupo de alimentos, excepto las frutas, mientras que los grupos de carbohidratos, azúcares y grasas presentan los menores precios por peso.
En América Latina y el Caribe hay actualmente 6,1 millones de niños menores de cinco años con desnutrición crónica: 3,3 millones de suramericanos, 2,6 millones mesoamericanos y 200 mil caribeños. Se estima que para 2025 habrá 4,1 millones de niños menores de cinco años con este problema en la región. El caso más relevante se observa en Guatemala, donde el 65,9% de los niños y niñas menores de cinco años pertenecientes a los hogares de menores ingresos se encuentra en esta condición. En El Salvador, Guyana y Haití cerca del 30% de los niños más pobres se encuentra afectado.
Por otra parte, la desnutrición crónica presenta niveles superiores en las zonas rurales de todos los países analizados, y en algunos casos la diferencia entre un área de residencia y otra es considerable. Por ejemplo, en Surinam el área rural casi duplica la prevalencia de la zona urbana, mientras que en Perú la triplica. La expulsión de campesinos de sus tierras, su concentración en pocas manos y el cultivo creciente de soya y caña de azúcar pueden explicar esta problemática que afecta a la mayoría de las poblaciones en América Latina y El Caribe.
Otra preocupación es la tendencia al sobrepeso y la obesidad en menores de cinco años, que ha mostrado un constante incremento: entre 1990 y 2015 la prevalencia mundial pasó de 4,8% (31 millones) a 6,2% (41 millones), tras un aumento cercano al 30%. Estimaciones para los mismos años muestran que en América Latina y el Caribe la prevalencia de niños menores de cinco años con sobrepeso pasó de 6,6% (3,7 millones) a 7,2% (3,9 millones), de los cuales 2,5 millones de niños se encuentran en Suramérica, 1,1 millones en Mesoamérica y 200 mil en el Caribe.
Pérdidas y desperdicios
Estos problemas suceden mientras en todo el mundo se pierden o desperdician aproximadamente 1.300 millones de toneladas anuales de alimentos, lo que representa un tercio de los alimentos producidos para el consumo humano. Esto causa pérdidas de alrededor de 680 mil millones de dólares en los países industrializados y 310 mil millones en los países considerados en desarrollo, según la FAO. Mientras que en los países en desarrollo un 40% de las pérdidas ocurre luego de la cosecha y en el procesamiento, en los países industrializados más del 40% de las pérdidas se produce en el comercio minorista y desde los consumidores.
Los dos grupos de alimentos que más se desperdician son las frutas y hortalizas y las raíces y tubérculos, en ambos casos con tasas de desperdicio del 45%. A ellos les siguen los pescados y productos marinos, con un 35% de tasa de desperdicio, y los cereales, con un 30%. Tanto los productos lácteos como la carne de vacuno y las legumbres y oleaginosas cuentan con un 20% de pérdidas. Además de causar mermas económicas y productivas, las pérdidas y desperdicios de alimentos (PDA) provocan que se desperdicien recursos como el agua, la tierra, la energía, la mano de obra y el capital y que se generen emisiones de gases de efecto invernadero innecesarios, lo cual contribuye al calentamiento global y al cambio climático. En la región, las PDA alcanzan un volumen cercano a las 127 millones de toneladas, equivalente a 223 kilos por persona anualmente. Este número expone que un 34% de los alimentos producidos para el consumo humano se pierde o desperdicia cada año.
América del Norte y Oceanía son las regiones que presentan más pérdidas de alimentos por persona al año, con 296 kilos per cápita, en tanto que Asia Meridional y Suroriental es la región que presenta menores pérdidas y desperdicios per cápita, con 126 kilos por año.
En América Latina y el Caribe, las pérdidas en la fase de producción representan el 13,4%, mientras que un 7,5% corresponde a la fase de poscosecha, un 5%, a la de elaboración y envase, un 4,1%, a la de distribución y un 3,7% a la fase de consumo. Se estima que un 6% de las pérdidas mundiales de alimentos ocurren en América Latina y el Caribe y que la cantidad de alimentos que se pierden o desperdician en la región podría alimentar a 300 millones de personas.
Contradicciones ambientales en la región
La región de América Latina y el Caribe cuenta aún con una gran dotación de recursos naturales, posee la extensión de tierra cultivable más grande del mundo y recibe el 29% de las precipitaciones mundiales. Sin embargo, mientras que la superficie agrícola ha ido aumentando, desde 1990 la superficie cubierta por bosques de la región se ha reducido en un 9%. En los últimos 20 años se eliminaron más de cuatro millones de hectáreas de bosques y a diario son arrasadas 1.500 hectáreas de bosque nativo.
Si bien la región presenta una gran diversidad climática, que permite el desarrollo de numerosas especies y ecosistemas, los patrones productivos y de consumo han generado presiones importantes sobre el medio ambiente. La extracción de agua en la región se ha duplicado con una velocidad mayor al promedio mundial, la mayor parte de la cual se utiliza en la megaminería. Generalmente, la expansión de la producción ha ido acompañada del uso intensivo de insumos, la degradación de suelos, la pérdida de biodiversidad y la deforestación. El 14% de la degradación de suelos en el mundo ocurre en la región y la tasa de deforestación también es alta: en el período 2010- 2015 se estimó en 2,2 millones de hectáreas por año (FAO).
En cuanto a los recursos hídricos, la disponibilidad de agua es alta en comparación con otras regiones del mundo: 13.868 miles de millones de metros cúbicos, lo que significa poco más de 22 mil metros cúbicos por persona según cálculos del Banco Mundial. El 72% de los recursos hídricos que se extraen en la región son destinados a uso agrícola, mientras que el 17% es para uso doméstico y el 11% es consumido por la industria.-
América XXI