ANÁLISIS ECONÓMICO
Es preciso conseguir que la economía que sobrevenga al coronavirus traiga un nuevo pacto social en el que los derechos básicos estén en el centro del sistema.
Por Alfredo Serrano / Celag
Una vez más, un nuevo suceso, esta vez la llegada del coronavirus, pone en jaque a toda la economía mundial, y muy especialmente a la economía latinoamericana. El impacto de este hecho fatídico será mayor debido a que tenemos una economía mundial débil y en permanente crisis (contracción de la economía real, actividad comercial disminuida, baja productividad, endeudamiento masivo y excesiva volatilidad especulativa).
A este orden económico global, complejo y plagado de desequilibrios, es al que le toca resistir otra prueba de fuego: el coronavirus. Hoy nadie podría predecir con exactitud cuáles serán las consecuencias en la economía mundial, y particularmente en la de América Latina. Todavía es muy pronto para ello, pero sí podemos ya aportar algunos datos para tener una primera aproximación a esta situación tan difícil.
Vivimos en un mundo lleno de incertidumbres. Con el coronavirus todo es más incierto, si cabe. La economía no se entiende sin expectativas. Y cuanto más enferma está, peor es su capacidad para gestionar factores de alto riesgo. Hasta el momento se ha precipitado un deterioro de todos los indicadores que dependen, justamente, de las expectativas: precio de petróleo, índices bursátiles, tipos de cambio, riesgo país, etc. La diezmada economía global sigue en caída.
Veremos qué pasa después de este gran tsunami. Luego de cada gran crisis, siempre se reacomoda el orden económico global. Después de 2008, la economía global aprendió poco y siguió denostando a la economía real. A partir de ahora, lo interesante es saber si el consenso surgido en la contingencia perdurará en el tiempo: más y mejor sanidad pública, más Estado, más política fiscal expansiva cuando acechan las dificultades, más economía real y, sobre todo, dar mucha más importancia a los asuntos verdaderamente imprescindibles para la vida humana. ¿Tiene sentido que el capitalismo global haya producido más de 1.500 millones de smartphones en un año y tan pocos respiradores asistidos en caso de una pandemia? No. ¿Tiene sentido que estemos tan poco preparados económicamente para una pandemia que, hasta el momento, ha sido letal para el 0,00013047% de la población mundial (y que ha infectado al 0,0031%)? Tampoco.
Esperemos que, al menos, el coronavirus nos sirva para algo. Y ojalá aparezca una suerte de nuevo New Deal, nuevo contrato social y económico, en el que la salud y otros derechos básicos estén en el centro de la economía, y que la economía financiera esté al servicio de la economía real, y no sea al revés.-