La economía no se tranquilizó. Es más, se “intranquilizó” para la mayoría de la población argentina que vive de ingresos fijos.
Por Julio Gambina, economista
La inflación de septiembre en Argentina alcanzó al 6,2%, menos que el 7% de agosto y que el 7,4% de julio; lo que le permite decir a las autoridades económicas que la inflación está bajando.
Razonan señalando que la inflación “está bajando poco, no alcanza, queremos que baje más, y para eso estamos tomando medidas para estabilizar la economía”, con expectativa de reducir poco a poco el registro mensual.
Nos interesa destacar que la palabra de moda ahora es “estabilizar”, tal como durante la gestión de Martín Guzmán, la palabra de orden era “tranquilizar” la economía.
El dato de realidad es que la economía no se tranquilizó. Es más, se “intranquilizó” para la mayoría de la población argentina que vive de ingresos fijos. Algo notorio con el 83% anualizado de inflación y un pronóstico del 100% para el 2022, con bajas en los ingresos populares.
Se trata de un gran deterioro de las condiciones de vida de la mayoría de la población que vive de ingresos fijos, sean salarios, pensiones, jubilaciones o planes sociales.
La mayoría en la Argentina vive de ingresos por ser trabajador o trabajadora, muy pocos bajo convenio colectivo de trabajo, la mayoría sin convenio, muchísimos en una situación de irregularidad, por la no realización de aportes correspondientes por parte de las patronales, lo que muestra que en la Argentina hay una gran impunidad en la registración del trabajo.
Así, millones de personas no tienen acceso a la seguridad social y ven dificultados sus futuros ingresos previsionales ante las limitaciones que van a tener cuando lleguen a la edad de la jubilación, por aportes no realizados o aportes realizados en la mínima, que no van a permitir condiciones dignas de jubilación.
Es lo que se verifica en la actualidad con la mayoría de las jubilaciones nacionales, incluso provinciales, que están en la mínima o que están debajo del promedio necesario para satisfacer una canasta del adulto mayor.
Resulta algo que ocurre con el ingreso de la mayoría de la población argentina bajo el dato de la “pobreza” que, más allá del registro estadístico, un 40% de la población argentina tiene ingresos por debajo de la pobreza; y para los menores de edad la cifra está por encima del 50%, incluso aún más según sea el territorio.
En efecto, en las zonas geográficas de mayor concentración de la pobreza en argentina -caso del norte del país- los niveles de pobreza infantil en general son más alarmantes; con escalas que llegan al 60% o 70% de los menores.
Por eso la inflación es un tema preocupante. No solo preocupa el dato del 6,2%, aun siendo menor al de agosto o al de julio; porque lo que preocupa es una proyección -que según las estadísticas del Banco Central de la República Argentina- está por encima del 100% para el año 2022 y augura una dinámica de evolución de precios al alza para el 2023.
El ministro de economía Sergio Massa en Washington, reconoce la especificidad de la inflación local más allá de la disparada mundial de precios.
La inflación como fenómeno de época
El marco mundial es de crecimiento de los precios incluso en estas horas se conoció también la inflación estadounidense y, contrario a lo que pronosticaban en Estados Unidos, no hay una tendencia a la disminución de los precios sino al alza.
La inflación mundial es un problema de la lucha de clases. Ocurre que solo algunos operadores económicos están en condiciones de incrementar los precios, caso de los alimentos y la energía en el mundo. Detrás de ello vemos a las grandes trasnacionales de la alimentación y de la energía intentando recuperar posiciones luego de la crisis del 2007-2008, de la desaceleración económica posterior y la gran recesión deliberada que se gestó en el 2020 con la pandemia por el COVID-2019.
El repunte de la economía en el 2021 fue una pelea por recuperar niveles de ganancia de manera muy importante, por eso la suba de precios y la inflación mundial se aceleró en el 2021 con la recuperación económica.
Ni hablar en este 2022 con la situación de guerra en Europa y la cuestión de los precios, sanciones mediante de Estados Unidos a Rusia que se suman a las sanciones a China a Cuba a Venezuela a Nicaragua a Irak y a cuanto país ose una política diferenciada de la hegemonía del dólar a escala global. Todo eso es parte de la explicación del crecimiento de los precios a escala mundial.
Por eso decimos que la inflación es un fenómeno de lucha de clases mundial, y aquí en la Argentina también; porque cuando vemos el resultado de la evolución de precios e ingresos populares -sean salarios, jubilaciones o los llamados beneficios sociales que supone la política social masiva- nos damos cuenta que hay una ganancia de los ingresos de una minoría de la población que concentra lo principal de los medios de producción en la Argentina: grandes propietarios de tierra, de comercios, de industrias, de establecimientos de servicios diversos, que presionan por una política económica favorable a la ganancia en términos generales, a la renta y en desmedro de los ingresos fijos de la mayoría de la población.
Insistimos en que la inflación es una expresión de la lucha de clases que se manifiesta en: cuánto de la producción social general en la Argentina queda en manos de los propietarios de medios de producción, y cuánto para quienes solo tienen para ofrecer la venta de su fuerza de trabajo.
En este marco el ministro de economía recibió las noticias del indicador de precios de septiembre estando en Washington, una visita de 3 días en el marco de la reunión anual del FMI y del Banco Mundial donde Sergio Massa se reunió con la titular del FMI.
En ese marco, el FMI felicitó al ministro de economía por los esfuerzos que lleva adelante para cumplir con los acuerdos suscriptos en marzo pasado.
Hay que ser claros, los acuerdos con el FMI son de ajuste y de reestructuración regresiva de la economía argentina; lo que llaman “estabilizar” las cuentas macroeconómicas de la Argentina.
Se trata de bajar la inflación, y para eso incluso se está llamando desde el ministerio de economía a reuniones de empresarios con dirigentes sindicales para que morigeren la disputa de apropiación del ingreso en la reapertura de paritarias.
No será extraño volver a escuchar la letanía que remite a la responsabilidad por la inflación a la demanda de mejoras de los ingresos populares. Algo de esos argumentos estuvieron en el conflicto del sindicato del neumático y ahora se reitera ante la demanda de variadas organizaciones sindicales y territoriales por la mejora del ingreso.
La inflación sigue siendo un tema estructural, ya no solo de la coyuntura de la Argentina. Es un tema estratégico, de lucha de clases, y claro, los cambios en el gabinete de ministros del gobierno del Frente de Todos son parte de esta dinámica en vísperas de un proceso electoral de renovación presidencial en 2023 y por ende, de debate político sobre el rumbo del país.
Por ello insistimos en que la inflación es una cuestión política, mucho más que una “cuestión económica”. Los técnicos en el gobierno, en las patronales, en los medios de comunicación, insisten en que la solucion es la “estabilización”; y cuando hablan de “estabilización” o de “tranquilizar” la economía argentina, es para satisfacer las demandas de una lógica de producción y distribución que impone el orden capitalista a favor del capital en contra del trabajo y las condiciones de vida de la mayoría de la población.
Salvo que la población más empobrecida ponga límites a esta perspectiva de política económica y genere condiciones para una redistribución progresiva del ingreso y de la riqueza, lo que supone también entramados políticos adecuados para cambiar el orden económico, social y político en el país, como parte de cambios profundos en el orden global. Un orden que parece orientarse políticamente hacia la extrema derecha y que, por ende, convoca a pensar en términos de contraofensiva popular para una perspectiva mundial y local de reestructuración solidaria de las relaciones sociales en la producción.-