En el encuentro expusieron: la socióloga Candelaria Rueda (Instituto Argentina Grande), el politólogo Juan Videla (CEPA), el abogado laboralista Juan Manuel Ottaviano (Fundar) y fue coordinado por Yosleidy Mendoza (Fundación SES).
Juan Videla, además de hacer una presentación del Monitor de Juventudes, destacó que la desocupación entre los jóvenes duplica la media general y se agrava en el caso de las mujeres. “El desempleo entre las personas de 18 a 24 años, enfatizó Videla, es casi tres veces mayor que en la general. Entre los jóvenes de 25 a 29 años hay casi cinco puntos porcentuales de diferencia entre varones y mujeres”. En términos de informalidad laboral, Videla acentuó que el trabajo no registrado entre los jóvenes de 18 a 24 años alcanza al 65 %; más del doble que en adultos de 30 a 65 años.
Candelaria Rueda se centró en una indagación sobre el “trabajo desprotegido” (sin aportes previsionales ni estabilidad ni maquinaria propia ni calificación), un informe basado en los microdatos que publica el Indec. Destacó que “en la pandemia hubo un quiebre con un salto en la tasa de trabajo desprotegido. En jóvenes de 14 a 26 años llega al 60% entre los hombres y al 64% en el caso de las mujeres, sobre un 43% de la media general”.
Formación educativa
Juan Manuel Ottaviano se centró en la problemática de la interrupción de la formación educativa por la imposición de una aceleración en la entrada al mercado de trabajo. Y resaltó la transformación del mandato sobre las y los jóvenes impuesto por el cambio tecnológico: “Hay una reconfiguración en la organización del tiempo —destacó Ottaviano—, con mayor fragmentación e intermitencia en el tiempo de trabajo ‘plataformizado’; una desterritorialización e hípersubordinación con nuevas formas de disciplinamiento muy opacos”.
En el intercambio final se subrayó la importancia del incentivo para que las y los jóvenes sigan apostando a la educación y a la formación, insistir en la necesidad de mejorar la política de ingresos y de buscar recursos en las rentas que genera este mercado de trabajo reconvertido, así como seguir apostando a la participación y el protagonismo de las juventudes para revertir esta situación.
Qué pasa con nuestras juventudes, con sus aspiraciones, anhelos, ideas y adhesiones políticas, es una pregunta que atraviesa la época. Comenzar por elaborar un diagnóstico con datos precisos e interpretaciones acordes sobre sus condiciones de vida y existencia, y sobre todo generar espacios de participación que los hagan parte de estas reflexiones y sus posibles soluciones, puede ser un buen punto de partida para elaborar colectivamente una respuesta.