Cooperativas agrarias: Pasado, presente y futuro

23/04/2014 | Revista Norte

cooperativas

 

Las cooperativas agrarias argentinas son expresiones empresarias económicas en proceso de elaboración como institución jurídica y sobre la base de una estructura profesional organizada, ambiental y financieramente sustentables.

A propósito, entre nosotros la única empresa agraria, indirecta y jurídicamente reconocida conforme al artículo 452 inc. 3ª del Código de Comercio y al artículo 42, inc. 5ª acápite c) del decreto-ley de cooperativas 20.337/73, es la empresa cooperativa agraria.

Conforme a un reciente relevamiento en la región pampeana (Marzo 2014), el cooperativismo agrario surgió en las décadas de los 30/40 (etapa de los pioneros, fase laboriosísima de los primeros cultivadores) pero, recién tuvo su florecimiento o edad de oro en las décadas de los 50/60 ofreciéndonos su impronta en la extraordinaria transformación sociocultural rural la que fue tan admirablemente inclusiva como redignificatoria del hombre de campo, del campesino, de su familia y de sus colaboradores, (Vg., consumo, crédito, seguros agrícolas, electrificación rural, etc.).

En los 70` el sector cooperativo agrario ingresa en una gradual y paulatina crisis fundamentalmente a partir de intromisiones dictatoriales propias de la época, despareciendo en los 90` muchas de ellas y en gran medida por un arrebato desafortunado y corrupto de “gerentismos”, incipiente corporativizarían cooperativa la que hoy ha alcanzado en el sector una inaceptable preponderancia en términos de “consejeros al gobierno, gerentes al poder”, algo que se explica y predice a partir de la escasa o nula presencia de los asociados en la organización y funcionamiento de los órganos cooperativos como por su ausencia en las instancias de participación e irresponsables excesos de confianza con los gerentes cooperativos de entonces… y de ahora.

La década de los 90` fue el tiro de gracia al cooperativismo agrario de la mano de Cavallo y la sobreactuación de un neoliberalismo vernáculo. Antes de Cavallo fueron Martínez de Hoz, Aleman y tales.

Hasta la pasada década de los 70`, una o más cooperativas agrarias hacían al paisaje de cada localidad pampeana llegando a contarse en su mejor momento unas sesenta empresas de esta índole y gravitación, propias de nuestra economía solidaria civil.

Hoy apenas si se cuentan siete cooperativas agrarias sobrevivientes. Estadísticamente son más en la medida que incluyen también a las de cunicultores, apicultores y de producción ovina que están recategorizadas como agropecuarias.

Ante todo eso, el futuro de esta clase de empresas cooperativas es incierto más aún cuando se verifican problemas y desafíos los que básicamente consisten en: 1) La profesionalización de la gestión; 2) Visión y prospectivas; 3) Capacidad de transformación y adaptación; 4) Integración; 5) Oscilaciones ambientales, políticas, jurídicas, económicas y globales; 6) Modernización y asimilación tecnológica; 7) Mediatización de la participación a raíz de cierta cohibición por supuesta sapiencia y prevalencia de profesionales relacionados con el campo: (Vg., veterinarios, agrónomos, contadores, abogados, agentes de bolsas cerealeras, periodistas, etc.).

Así entonces, hablar del futuro del cooperativismo agrario implica arriesgarse a predecir el futuro devenir de la política agraria común europea (PAC), las relaciones entre los EE.UU. y la OMC en el postobamanismo, el futuro del bloque de Brasil, Rusia, India y China (BRIC) (del cual, China, según un reciente informe ralentizado por su gobierno, revela que sus tierras en general están contaminadas en un 20% de las cuales, aquellas arables casi llegan a un 17% a raíz de un irrestricto plan de industrialización a partir de los 70´, el abuso de substancias químicas en el laboreo agrícola territorial y la ausencia de políticas ambientales apropiadas). Todo eso hace que, entre nosotros, la suerte del Mercosur, de la Mesa de Enlace, etc., torne más osado y temerario ingresar en el terreno de predicciones o arriesgarse a predecir los futuros derroteros agrícolas argentinos.

Inicialmente, seria auspicioso reimpulsar un desarrollo rural a través de políticas de estado que aseguren y expandan no solo una voraz e imprudente rentabilidad en lo inmediato sin miramientos respecto al mediano y largo plazo sino, promoción humana agraria duradera mediante un amplio abanico de medidas, lo mismo de carácter general que otras específicamente previstas para ser aplicadas en múltiples y diversas áreas rurales, medidas que van desde la agricultura territorial (y extraterritorial) hasta la diversificación económica, pasando por la planificación ambiental y la regulación agrícola integral: vg., del agua, de las nuevas tecnologías, de los servicios de educación, de recreación y cultura, de sanidad, del empleo, de la protección social, del urbanismo y la reurbanización del campo tanto como una eficaz seguridad ciudadana rural.

Estamos en presencia de propósitos sociales, económicos y ambientales. Los primeros aspiran a arraigar la poblaron en el medio rural mejorando el grado de bienestar, de igualdad y de no discriminación en el acceso a los servicios públicos, siendo preferentes las mujeres y los jóvenes; los segundos proponiéndose expandir la base económica financiera (Vg., recuperando las beneméritas y genuinas cajas de crédito cooperativo) del medio rural con actividades competitivas, multifuncionales y diversificadas, siempre que sean sustentables; el propósito ambiental, por último, seria restablecer un alto nivel de calidad ambiental por medio de la precaución y prevención del deterioro del patrimonio cultural, el paisaje y la biodiversidad, así como la ordenación integrada del uso del territorio, el urbanismo y la vivienda, la mejora de la gestión de los recursos naturales y, -reitero- concretamente el uso racionalmente responsable del agua, a la par que reducir la contaminación en las zonas rurales; la regulación específica de las responsabilidades rurales ambientales del empresario (cooperativo o no), tanto como su control/sanción mediante auditorias y certificaciones ecológicas como de estudios obligatorios previos de impactos ambientales posibles que habiliten o inhabiliten este o aquel emprendimientos en pos de este o aquel fruto del campo.

Preconclusivamente, cuando el mayor sojero nacional indirecto e irresponsable es el propio gobierno con abusivas, extralimitadas y confiscatorias retenciones del 35% (no coparticipadas), cuando los productores denuncian que el margen o brecha entre el precio al productor y el precio al consumidor es muy alto, en casos, escandaloso; que los injustificados incrementos en los gastos de insumos, producción, transformación, comercialización y exportación de sus productos reduce o anula la viabilidad de muchas explotaciones agrarias, resurge entonces una ventana de oportunidad para un renovado y auténtico cooperativismo agrario.

Final y claramente esto es así en razón de que las finalidades cooperativas, excluyen la intermediación y el lucro en tanto con sus redes y federaciones, simultáneamente, pueden articular escalas de envergadura insuperables para que los beneficios, excedentes y retornos cooperativos sean capitalizados privilegiadamente por los productores y los consumidores cooperativizados mediante su máxima proximidad e interactuación relacional a través de cualquier medio licito posible como con la plena utilización de los últimos recursos en materias de tecnificación, cybernificación y conocimiento, imaginándonos más que auspiciosa y responsablemente todo lo que esto significaría por sí mismo para que el desarrollo humano en definitiva recupere gradual y paulatinamente el valor de las injustas e impropias retenciones aludidas como también y desde el campo, toda su esperanza, promisoriedad y comunidad en la misma medida que les fueran arrebatadas por extraños recurrentes de la argentinidad.-

Por Roberto Fermín Bertossi, experto de la Coneau /Cooperativismo. Investigador del CIJS – UNC.

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