El Fifagate descubre una trama de corrupción que incluye un triste capítulo argentino
Fútbol, dinero y poder. Esa es la trilogía conceptual que explica el impacto global del escándalo por las coimas en la FIFA. El fútbol es el motor más importante de la industria del entretenimiento y está relacionado con el poder en casi todo el planeta. Los Campeonatos Mundiales de selecciones, las copas de Europa y de América, la Champions League y la Copa Libertadores, y cada torneo local hasta los de los países más insignificantes. Los presidentes, los príncipes y los jeques quieren participar como protagonistas de la fiesta del fútbol. Los empresarios más poderosos compran clubes o se involucran en su management irresistible. Y, en muchas ocasiones, sucede que el tránsito exitoso por el fútbol se convierte en el trampolín perfecto para poder saltar y sumergirse en el poder político y económico.
Todo eso se sabía en el 2009, el año en que el Estado argentino se asoció al circo peligroso del fútbol. El elenco sospechoso liderado por Julio Grondona dejó sus acuerdos televisivos privados con el Grupo Clarín para forjar con Néstor y Cristina Kirchner el muy promocionado Fútbol para Todos. Un imaginativo e interesante propósito político, el de la transmisión sin restricciones del fútbol por TV, que terminó embarrado en el cóctel argentino que componen funcionarios indecentes, dirigentes del fútbol corruptos o directamente incapaces, policías con idénticas cualidades y barrabravas profesionales, todo financiado con el dinero de los ciudadanos que debería destinarse a necesidades más urgentes o, simplemente, a reducir los niveles de pobreza.
A nadie le sorprenden las acusaciones de coimas contra Grondona ni todo lo que va a aparecer en el futuro inmediato. Como tampoco sorprenden los lazos comerciales de los empresarios investigados. Ni sorprenden las derivaciones internacionales del caso que involucran al suizo contracultural Joseph Blatter, y fastidian al británico James Cameron (que clama por el Mundial que no pudo hacer su país) y a Vladimir Putin, que teme por el Mundial de Rusia. Claro que lo que conmueve es la trama de dinero y corrupción que el Fifagate deja al descubierto, y el grado de involucramiento que tiene la Argentina con una ramificación insoslayable en el Gobierno. El desastre está a la vista y la única percepción optimista de la hora es que los candidatos a llegar al poder aprendan la lección para iniciar una nueva etapa signada por más eficacia y por más honestidad.-
Por Fernando Gonzalez / El Cronista