EL FUEGO QUE LLEGA A SALTA

25/09/2019 | Revista Norte

El fuego que presenciamos en estos días es el de la amazonia. Millones de hectáreas en llamas, más de 80.000 focos, de aquí y de allá, que nos ensordece y nos enmudece. Los efectos apenas se perciben en Salta, con el suave olor a humo y lo amarillamiento del aire. Y sabemos que en un tiempo, su impacto será irreversible. Pero hay otros fuegos más pequeños, que impactan en lo local, que incitan los grandes.

Hablar del fuego es hablar de la historia de la humanidad. De su evolución. Y también de guerras, conflictos y luchas.

Por el fuego aprendimos a mejorar las herramientas, a cocinar los alimentos, sirvió para calentarse y para ahuyentar a los animales y enemigos. También el humo sirvió para comunicarnos, para alertar sobre el peligro y espantar insectos. Por el fuego se armaron las primeras guerras. Con el fuego se definieron a unos perdedores y a otros ganadores. El fuego dio poder a algunos, muy pocos, a los primeros que lo inventaron, pero eso mismo fue la causa de la muerte, la persecución y la desaparición de miles.

Por el fuego se perdieron miles de vidas en la hoguera, especialmente de mujeres que tenían el poder de curar, que tenían conocimiento de plantas y de la naturaleza, que aprendían a curar mirando el firmamento.

El fuego después, muchos siglos después, incineró vivas a mujeres en las fábricas por pelear por sus derechos.

El fuego cuando es grande, es noticia y luego pasa a la historia, a la memoria, y se lo distingue por el daño que deja o por los efectos que marcan ‘a fuego¿ la vida de los sobrevivientes.

El fuego que presenciamos en estos días es el de la amazonia. Millones de hectáreas en llamas, más de 80.000
focos, de aquí y de allá, que nos ensordece y nos enmudece. Los efectos apenas se perciben en Salta, con el suave olor a humo y lo amarillamiento del aire. Pero sabemos que en un tiempo, su impacto será irreversible: se habrán perdido para siempre miles de seres vivos que tenían una función en el ecosistema y los cinco secretos de la amazonia para mantenernos saludables se habrán roto por la intensa deforestación.

Hay otros fuegos más pequeños, que impactan en lo local, pero que lo incitan los grandes. Es un fuego que es como la muerte o el suicidio, que primero nace en la mente y después se materializa fruto de una decisión masticada por años o por meses. Lo escuche en estos tiempos por boca de un ex trabajador de El Tabacal que en su inmensa tristeza y frustración me lo trasmitió. Me lo dijo en voz baja, estaba al lado su compañera de toda la vida y ella asentía sus palabras.

Él quedó despedido en el año 2018 junto a 180 compañeros. A los que por muchos años recibieron, por parte de la empresa, una casilla para vivir en el barrio obrero -dentro de la localidad El Tabacal- cuando los despidieron les ordenaron desalojar esas viviendas. En su caso llevaba más de 16 años allí, nunca le alcanzó para hacerse de un terreno en las localidades vecinas. Desde que le ordenaron desalojar deambuló por toda autoridad y oficina pública para ver si podía conseguir un lugar donde ir él y su familia. Tampoco pudo acceder a ningún beneficio por lo
precario de su empleo y por tener una discapacidad de menor grado.

A más de uno avisó que cuando llegue infantería o la policía a realizar el desalojo, él se prendería fuego junto a su familia. Este fuego sería su último recurso, su último refugio, su última palabra. El fuego que tantas veces
utilizó para abrigarse, para un asado de familia, el que encendió junto a otros trabajadores en la planchada reclamando un salario digno… hoy lo utilizaría para acabar con su vida y la de los suyos.-

 

Alcira Figueroa 

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