Carta del nieto de Salvador Allende en el marco de la visita de Kissinger a Noruega invitado por el Instituto Nobel y la Universidad de Oslo.
Pablo Sepúlveda Allende Rebelión / Aftenposten
No suelo escribir en primera persona pero creo que este contexto lo amerita. Mi abuelo Salvador Allende, presidente democráticamente electo de Chile, murió en un golpe militar organizado por Henry Kissinger. Noruega debe detener a Kissinger, no invitarlo para premiarlo.
Mi nombre es Pablo Sepúlveda Allende. En 1970 mi abuelo Salvador Allende fue elegido presidente en Chile por el Partido Socialista Chileno junto a otros partidos de izquierda dentro de la Unidad Popular. Su anhelo político era contribuir a la construcción de una sociedad más justa para Chile, igualar las enormes diferencias socioeconómicas entre pobres y ricos, dar a los trabajadores del país más poder político y construir el socialismo de forma pacífica en el marco de la democracia y en un sistema multipartidista.
En 1973 este sueño fue truncado cuando el palacio presidencial de La Moneda fue rodeado por soldados y tanques de guerra, fue cobardemente bombardeado por los militares traidores bajo el mando del general Augusto Pinochet, que actuaba bajo las órdenes de los Estados Unidos y su asesor de Seguridad Nacional y posterior Secretario de Estado Henry Kissinger en cooperación con la CIA. Salvador Allende tenía la opción de renunciar y entregar el poder a los golpistas de derecha o morir defendiendo el mandato popular. Él eligió luchar hasta el final y murió en las ruinas del palacio presidencial y de la democracia chilena.
El sangriento golpe militar y la dictadura brutal que siguió, ambos con el apoyo activo de Kissinger, afectaron a millones de chilenos durante décadas. No sólo los muchos miles que fueron desaparecidos, torturados y asesinados, sino también cientos de miles que fueron exiliados de su tierra. A lo largo de América del Sur, Kissinger organizó junto con la CIA y militares locales, campañas de terror y muerte contra políticos, militantes, indígenas, obreros, campesinos, sindicalistas de izquierda y muchos otros y otras que lucharon contra los intereses de los Estados Unidos por controlar la región que tiene la mayor concentración de recursos naturales en el mundo.
En Chile somos muchos que recordamos a Noruega con cariño porque a pesar de ser un país pequeño, abrió sus puertas a miles de chilenos que huyeron del régimen de terror de Pinochet, régimen que fue respaldado por Kissinger. Por eso es difícil de creer la noticia de que en estos días el mismo Kissinger será recibido y aclamado en Noruega en el marco de las festividades Nobel. Esto es difícil de entender para nosotros porque recordamos a su país como un solidario refugio para los exiliados de la opresión y porque Kissinger es autor intelectual de la peor campaña de terrorismo y asesinato que ha golpeado a la izquierda de América del Sur, esto está bien documentado y es indiscutible.
Al ser electo presidente Salvador Allende, Kissinger pronunció estas palabras: “No veo por qué tenemos que esperar y permitir que un país se vuelva comunista debido a la irresponsabilidad de su propio pueblo. Los temas son demasiado importantes para los votantes chilenos como para que decidan por sí mismos. » Más de 3.000 chilenos y chilenas fueron asesinados y al menos diez veces más lo fueron en Argentina por las decisiones políticas de Kissinger y Nixon.
Cientos, tal vez miles de niños y niñas recién nacidos fueron secuestrados al nacer de madres militantes de izquierda que habían sido detenidas, decenas de miles de jóvenes y adultos fueron torturados salvajemente, cientos de miles partieron al exilio alrededor del mundo, todo por querer construir una sociedad mejor, todo por luchar para cambiar las estructuras sociales injustas que hemos heredado de la época colonial, donde las pequeñas élites, en alianza con las potencias extranjeras, acaparan la gran mayoría de la riqueza y de los recursos, mientras que la mayoría de la población, los pobres, viven en la cotidiana explotación, la humillación y la opresión. Pocos individuos han tenido un papel tan importante en la imposición y sostenimiento de este sistema en base al terror y la guerra que Kissinger.
Es conocida su responsabilidad directa en la mayor campaña de bombardeo en la historia del planeta lo que constituye uno de los mayores genocidios del siglo XX. Para aquellos que pudieran estar en duda sobre esto, las instrucciones de Kissinger a General Alexander Haig puede resultar esclarecedor: «Quiere (el presidente Nixon) una campaña de bombardeo masiva en Camboya. Él no quiere escuchar ninguna objeción. Es una orden y se llevará a cabo. Cualquier cosa que pueda volar y atacar cualquier cosa que se mueva. ¿Comprendido?». Esas palabras bastaron para que fueran arrojadas 2,756,941 toneladas de bombas sobre Camboya, Laos y el Norte de Vietnam asesinando de esta forma a cientos de miles de seres humanos.
Para Kissinger y su política de » atacar cualquier cosa que se mueva «, tanto en América Latina y Asia es solo un cálculo geopolítico, la vida tiene tan poco valor que pueden ser sacrificados millones de seres humano para cumplir sus objetivos. Esta visión racista y criminal viene del colonialismo y el imperialismo, no es nada nuevo. Pero es sorprendente que instituciones importantes como la Universidad de Oslo y el Instituto Nobel inviten a homenajear a este criminal de guerra que menosprecia a millones de víctimas. ¿También tenemos todas las víctimas del exilio, la tortura, las bombas y el napalm tan poco valor para estas instituciones? ¿Será porque solo somos pueblos de los países pobres del Sur?
¿Sería muy ingenuo pedirle al gobierno noruego, que pretende presentarse como garante de la paz y los derechos humanos, que detenga a un criminal de guerra, con probadas responsabilidades sobre múltiples genocidios, golpes militares, torturas y asesinatos?
En cuanto al Instituto Nobel, en lugar de continuar con esta vergüenza histórica homenajeando a Kissinger en un evento donde las millones de víctimas son nuevamente invisibilizadas, ¿nadie ahí tendrá el suficiente valor y la altura moral de ver que ésta es la oportunidad de retirarle el Premio Nobel y así compensar ese despropósito histórico?
Por último, quisiera enviar un especial agradecimiento a las personas que se manifestarán contra la presencia de este nefasto personaje y contra las personas e instituciones que lo defienden. Háganle saber que la historia no lo absolverá, por más Premios Nobel que tenga.-
NOTA RELACIONADA:
La Tercera
“A un gobierno que afirma defender la paz y los derechos humanos, como hace el noruego, ¿es mucho pedirle que un criminal de guerra con responsabilidad directa en genocidio, tortura y golpes de Estado, sea declarado persona non grata o sea detenido y llevado ante la justicia según la ley internacional?”, con estas palabras el nieto de Salvador Allende, Pablo Sepúlveda Allende, pidió al gobierno noruego la detención del ex secretario de Estado estadounidense Henry Kissinger, por su complicidad en el golpe de Estado que derrocó el gobierno de Allende en 1973, mediante una carta publicada en el diario Aftenposten.
Kissinger, de 93 años, fue uno de los invitados a la ceremonia de entrega de los Premios Nobel desarrollada ayer en Oslo, lo que provocó la molestia del nieto del fallecido presidente. En la misiva señaló que “a lo largo de América del Sur Kissinger organizó junto con la CIA golpes militares, campañas del terror y muertes contra políticos, indígenas, sindicalistas de izquierda y otros“.
Además agregó que debido a estos antecedentes y a que Noruega fue uno de los países que recibió a exiliados chilenos tras el golpe de Estado, “es casi difícil de creer la noticia de que el mismo Kissinger ahora será recibido y aclamado en el marco de las festividades del Nobel (…) es sorprendente que las instituciones importantes como la Universidad de Oslo y el Instituto Nobel inviten a este criminal de guerra a un homenaje puro y menosprecie a millones de víctimas“.
Finalmente, Pablo Sepúlveda Allende solicitó que se le retire el Nobel de la Paz al ex secretario de Estado, preguntándose si hay alguien en el Instituto Nobel con el “suficiente valor y la moral” para tal efecto, puntualizando que sería la oportunidad para “compensar una injusticia histórica”, en vez de hacer a las víctimas “invisibles de nuevo”.