La inflación y la recesión son una realidad para definir el rumbo de la dominación, con impacto regresivo en la sociedad, contra quienes perciben los menores ingresos y que constituyen la mayoría de la población.
Por Julio Gambina, economista
Macri, el PRO y Cambiemos consiguieron consenso electoral en 2015 y 2017, con lo cual sustentaron el programa de ajuste en curso, con deterioro creciente de todas las variables económicas y sociales. Por eso, al tiempo que crece el desempleo, la pobreza y la desigualdad, junto a la concentración económica y la extranjerización, aparece el agotamiento en el consenso a la política oficial.
La inflación y la recesión son una realidad para definir el rumbo de la dominación, con impacto regresivo en la sociedad, impactando fuertemente en quienes perciben los menores ingresos y que constituyen la mayoría de la población. Son realidad porque son procesos deliberados en la disputa del poder. La recesión es provocada por el gobierno, para ajustar, aunque se le escape el tema precios. Estos aumentan como parte de la disputa entre fijadores de precios para ver quien acumula más riqueza socialmente generada. No solo hay distribución regresiva del ingreso entre el capital y el trabajo, sino que opera también una disputa por la renta entre los propios empresarios.
En ese cuadro, en estos días se agravó la situación, con nuevas alzas del tipo de cambio, con un dólar a 47 pesos, o un riesgo país cercano a los 1000 puntos, evidenciando la imposibilidad de pago de la deuda externa acrecida durante estos años en unos 185.000 millones de dólares. Todo puede seguir aumentando. El dólar no tiene techo y mientras alto cotice más fácil será el logro por sostener el déficit cero de las cuentas públicas, e incluso buscar el superávit exigido por la ortodoxia. El riesgo país es la presión internacional para acelerar el ajuste y las regresivas reformas laborales, previsionales y tributarias. La deuda seguirá refinanciándose tanto como se quiera, a cambio de nuevas rondas de ajustes. Los acreedores externos, más que cobrar, pretenden condicionar el cambio reaccionario.
Estas devaluaciones de la moneda son palmaria demostración del ejercicio del ajuste y se traslada a los precios, más allá de los “precios esenciales”, apenas 64 productos sobre una base de miles necesarios en el abastecimiento cotidiano. Algunos se sorprenden por la evolución de tal o cual variable, cuando todas y cada una de ellas son variantes del ajuste buscado por el poder económico y político, local y mundial. Ese conjunto de bienes y servicios del universo cotidiano de consumo sufren modificaciones en sus precios y afectan la vida diaria por la carestía. Solo a modo de ejemplo podemos verificar como las petroleras ya anuncian un 5% de incremento de los combustibles para mayo, y a no dudar, eso se transfiere a precio.
Sobre esta realidad y para intentar frenar la volatilidad cambiaria, la tasa de interés establecida desde el BCRA vuelve a superar el 70% (71,87% para las LELIQ del 26/4 según el BCRA) y persevera en un costo usurario para cualquier proyecto familiar, productivo o de desarrollo. Lo concreto es el estímulo a la especulación financiera para los pocos en capacidad de invertir excedentes en la timba de las finanzas. De hecho, basta observar el movimiento del saldo de las reservas internacionales para verificar que los ingresos de divisas desembolsados por el FMI o por liquidación de exportaciones favorecen la fuga de capitales. Si el 9/4 había 77.481 millones de dólares de Reservas internacionales, dos semanas después, el 24/4 quedaban 72.330 millones de dólares.
¡¡¡Son 5.151 millones de dólares menos en dos semanas!!! Después argumentan que en el país no hay recursos disponibles para inversiones productivas, ¡¡¡increíble, pero real!!! No a todos les va mal. Esos miles de millones se acreditaron en algunas cuentas, seguramente en el exterior o en activos externos, lo que incluye las cajas de seguridad.
Tan dura es la realidad económica y social que ahora se duda del mantenimiento del consenso electoral a la propuesta del oficialismo para gestionar otro periodo de gobierno y consolidar el cambio (reaccionario) del orden vigente. Crece el descontento social e incluso la protesta, que incluye un Paro Nacional con movilización para el próximo 30/4. Por eso, desde el mismo poder económico concentrado y extranjerizado se proponen adecuaciones en la oferta electoral de renovación presidencial, incluyendo hipótesis que demandan la abstención de la candidatura del presidente Macri. Aunque ello no ocurra, vale consignar la presión a Macri y su entorno más estrecho para acelerar los cambios que el poder demanda. Insistamos: reformas laborales, previsionales e impositivas.
El poder reconoce que, ante la baja de la consideración social al aporte del gobierno, ya no alcanza con el ajuste en desarrollo, ya que se necesita del consenso electoral para avanzar más allá de la contención del gasto público y promover reformas estructurales (laborales, previsionales y tributarias) para hacer rentable la inversión capitalista. Es una exigencia del capitalismo de época y no solo para la Argentina. Se trata de un programa que es hegemónico en el sistema mundial actual y que solo tiene resistencias nacionalizadas en función de la histórica organización social y popular en cada territorio.
Queda claro que en la Argentina no han podido torcer el brazo, aún, del movimiento sindical y social para realizar las reaccionarias reformas que requieren, pese a complicidades de organizaciones sindicales y sociales que retardan protestas y movilizaciones de confrontación con la estrategia del poder. Destacan suscripciones a la baja de convenios colectivos, caso de los petroleros en el sur patagónico para avanzar con las inversiones en Vaca Muerta, pero no pueden trasladarlo a otros sectores y territorios. Si alguien consulta por el conflicto energético cordobés, más allá de la pretendida privatización de la empresa pública (EPEC), lo que hay es una fuerte presión ´para modificar el histórico convenio colectivo de Luz y Fuerza de los tiempos de Agustín Tosco.
El objetivo del poder pasa por disciplinar a las organizaciones populares que retardan la adecuación estructural del capitalismo local a las demandas de la hegemonía neoliberal construida desde la política pública en las últimas cuatro décadas. El capitalismo, local y mundial ya no puede funcionar bajo las lógicas reformistas del Estado benefactor o su variante devaluada aplicada en nuestra región entre los 50 y los 70 del siglo pasado. Por eso el neoliberalismo ensayado bajo las dictaduras del Cono Sur entre 1973 y 1976, generalizadas luego en el capitalismo mundial en los 80 y 90, viene por más, que no es otra cosa que revertir derechos conquistados por más de un siglo. Insistamos, no es solo una cuestión nacional, es global.
La onda temporal pasa por la reestructuración regresiva de las relaciones laborales con precariedad del empleo, menos seguridad social y baja de salarios; pero también con la reforma del Estado vía privatizaciones, desregulación y nueva funcionalidad del Estado para sostener la demanda de ganancias y acumulación capitalista. Por eso no servía ni sirve para el poder la integración no subordinada en la lógica del ALBA, la CELAC e incluso Unasur. Estas dos últimas, aun conteniendo a regímenes de orientación contradictoria, no incluían la presencia de EEUU y Canadá, discutiendo así la hegemonía imperialista para la región.
En síntesis, el ajuste avanza con la política oficial consensuada y avalada por una oposición institucional complaciente, sin espacio por ahora para profundizar en líneas de intervención directa en cambios estructurales por la subsistencia de un movimiento popular en la resistencia. Este obstáculo es el que hay que remover, aducen desde el poder. La disputa electoral interviene en esa dirección, ya que el que gane deberá confrontar el mayoritario apoyo conseguido en las urnas con una lógica en sentido inverso de crítica, protesta y búsqueda de alternativas que satisfagan necesidades populares ampliadas. Esa contradicción no se resuelve en el mercado, sino que será producto de fuertes iniciativas enfrentadas, entre el bloque del poder y los sectores afectados por la política hegemónica, lo que incluye la represión crecientemente explícita.
La batalla es política y se busca hacer funcionar el orden económico en tiempos de brutal ofensiva del capital. Algunos intelectuales, como Joseph Stiglitz, Nobel de Economía 2001, y otros economistas críticos de la ortodoxia cree que es posible volver a la política económica de hace 4 décadas, restableciendo un orden entre mercado y sociedad, ilusionando con una lógica que asocia democracia con capitalismo. Es bueno discutir esa tesis para pensar si es posible encontrar solución a las necesidades sociales y de la propia naturaleza en el marco del capitalismo.
El socialismo no tiene buena prensa, pero su búsqueda sigue siendo un faro que ilumina el presente y el futuro, por lo que a veces nos entusiasma indagar sobre la posibilidad de construir nuevas propuestas políticas, que rompan el tablero de lo previsible y se presente una propuesta en contra y más allá de la lógica del capital. Ello supondría romper la fragmentación de una izquierda amplia, más allá de partidos, que articule a grupos políticos, sociales, a personalidades y a diferentes trayectorias históricas que anidan en una perspectiva crítica al capitalismo y horizonte socialista. Puede parecer un sueño, pero en la víspera del día internacional de los trabajadores y las trabajadoras bien vale anteponer un deseo por hacer realidad de la utopía en tanto objetivo que nos permita caminar para inducir una lógica de transformación social.-