Por primera vez, una reunión del grupo de los diecinueve países más industrializados del mundo, más la Unión Europea, se celebra en territorio latinoamericano. Y ha sido precisamente en Argentina, con el presidente Macri queriendo liderar la segunda gran oleada neoliberal en América Latina.
Por Sergio Martín-Carrillo / CELAG
La agenda oficial estaba marcada por los siguientes temas:
El futuro del trabajo.
El desafío que representan las criptomonedas y las posibles vías de regulación.
La tributación de las grandes multinacionales digitales.
El diseño de un modelo global de financiación de infraestructuras que mejore la participación del capital privado.
Sin embargo, el encuentro estuvo marcado por las tensiones entre los miembros del grupo, debido a la reciente aprobación por parte del Gobierno de Estados Unidos de aranceles del 25 % para el acero y del 10 % para el aluminio. Esta medida entrará en vigor el próximo viernes 23 de marzo (quince días después de la firma de los documentos que la aprobaban) y afectará a todos los países excepto a Canadá y México, países con los que Estados Unidos está renegociando los acuerdos del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Este clima enrarecido ha pillado a contrapaso a Macri, así como también a otros países latinoamericanos que en los últimos años están redoblando su apuesta por las políticas de apertura descontrolada y subordinada.
La presidencia argentina hizo todo lo posible para que estas discusiones sobre el aparente giro proteccionista de Estados Unidos no marcaran el encuentro, pero no lo consiguió. Argentina quiere negociar con Estados Unidos de forma bilateral para quedar exenta de la aplicación de los aranceles, tal y como lo hacen Canadá y México. El año pasado, Argentina exportó a Estados Unidos unos US$ 550 millones en aluminio y unos US$ 220 millones en acero, concentrándose además en las dos principales exportadoras, Aluar y Tenaris, ésta última perteneciente al grupo Techint. A pesar de la retórica del Gobierno argentino por la multilateralidad, la defensa de los intereses de estas empresas ha llevado a que el ejecutivo prefiera una salida de negociación bilateral con EE. UU. que la multilateral. Hay que preguntarse qué es lo que está dispuesto a sacrificar Macri para conseguir sacar a Argentina del pago del arancel, porque queda claro que el Gobierno de Donald Trump no rectificará sin sacar provecho a cambio.
Macri se encuentra con la realidad de los límites del libre comercio por uno y otro lado. Si ahora se ha topado con esta medida impulsada desde EE. UU., meses atrás se viene enfrentando a una situación similar en el proceso de negociación del acuerdo comercial entre el Mercosur y la Unión Europea, donde estos últimos no quieren incrementar las cuotas de importación dedicadas a la ganadería mercosureña. No se trata de Trump, ni de una nueva oleada de proteccionismo. El proteccionismo de la Unión Europea en lo que se refiere a los mercados ganaderos y agrícolas no es nada nuevo, al igual que el proteccionismo de Estados Unidos en determinados sectores tampoco lo es. La apertura que pregonan las principales economías mundiales es siempre parcial y controlada y en aquellos sectores en los que verdaderamente obtienen un mayor beneficio debido a la alta competitividad de sus bienes y servicios. Antes de Donald Trump, EE. UU. también intervenía activamente en la economía. Con Obama se aprobó la cláusula Buy American, que exigía el uso de hierro y acero y de productos manufacturados estadounidenses en los proyectos de infraestructura financiados con los recursos del plan de estímulo; se rescató al sistema bancario y se siguió protegiendo a los sectores agrícolas. La Unión Europea actúa del mismo modo, protege a los sectores agrícolas y ganaderos porque saben que la apertura y la eliminación de los subsidios sería la ruina para cientos de miles de familias en toda Europa; rescataron a la banca privada y siguen rescatando a grandes empresas privadas dedicadas a la explotación de infraestructuras -como ha ocurrido esta misma semana con las concesionarias privadas de autopistas en España-.
Es decir, los beneficios de la apertura total de las economías son una quimera. La reacción de Trump es una acción de defensa. Una acción de defensa ante la hegemonía comercial perdida en favor de la primera potencia comercial del mundo, China. No es que Trump sea proteccionista[2]. El presidente estadounidense reacciona a los nuevos requerimientos de la correlación de fuerzas en la economía mundial como lo hubiera hecho cualquier líder estadounidense. Estos movimientos responden a la crisis del régimen de acumulación estadounidense que se resiste, como es normal, a seguir perdiendo cuotas de poder. El problema es que algunos gobiernos latinoamericanos parecen no entender que el uso de algunas medidas de protección favorece a la economía, al desarrollo y por tanto al bienestar de la población. Macri, al igual que otros líderes neoliberales latinoamericanos, siguen jugando con las cartas más bajas y eso significa seguir perdiendo cada partida en el comercio internacional.-
Notas:
[1] El Comunicado final aprobado pasó de largo sobre las grandes tensiones dentro del grupo y llamó a otros foros de discusión a seguir trabajando para avanzar en la eliminación de riesgos futuros en la economía y las finanzas mundiales. Puede consultar el Comunicado en: https://back-g20.argentina.
[2] Ver la nota de Alfredo Serrano “Trump, ni proteccionista ni liberal” en http://www.celag.org/trump-ni-
Sergio Martín-Carrillo es investigador del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG)