Algunos dicen que no es preocupante. “Es un problema de Bolivia”. Otros pensamos que afirmar eso es como decir que no nos preocupa el incendio del quinto piso porque vivimos en el sexto.
A unos pasos de la localidad fronteriza de Salvador Mazza está el puente internacional, desde donde se ven los barrios más peligrosos, el boliviano Barrio Africa y el salteño Sector 5. El paso oficial se traspasa sin que nadie pida documentos. “Si uno mata en Yacuiba se esconde en Salta y si mata en Salta raja para Bolivia”, contaba un oficial de civil boliviano, de Inteligencia de la Policía. En territorio argentino fueron siete asesinatos en 2012 y del otro lado fueron nueve en los últimos tres meses, según las fuerzas del vecino país.
Pero la violencia en San José de Pocitos y Yacuiba cruza el puente en forma de miedo. Los habitantes de la frontera no viven tranquilos, solo hay que hablar con alguno de ellos. Muchos hábitos cambiaron en Pocitos y Yacuiba. Por un lado, el Estado ha beneficiado a los municipios otorgándoles cerca del 13% en concepto de las regalías de gas y petróleo. Eso se traduce en asfalto, parques, estadios, semáforos y nuevos edificios públicos que han cambiado la fisonomía de la localidad. Sin embargo, algunos comerciantes no trabajan hasta tarde y de noche varios barrios se han vuelto inaccesibles. Según tres fuentes de la Policía de Bolivia, después de la masacre de Acambuco del 10 de octubre, nueve personas habrían muerto a causa de una espiral de venganza.
Los salteños Tomás Horacio López, Juan Carlos Callejas y el ciudadano boliviano Andrés Plata no llegaban a los 30 y fueron acribillados. Se contaron al menos 35 impactos del fuego cruzado de dos ráfagas de ametralladoras. En la ejecución de Plata los investigadores salteños encontraron rastros de saña, además fue el que recibió más impactos. En Bolivia dicen que había traicionado a Obilmar González, líder de uno de los cuatro clanes que operan en la frontera. Después de eso González le encargó un trabajo a Plata. Tenía que ir a Acambuco, para lo que requirió la ayuda de López y Callejas, con familia en el lugar. Después, la emboscada. El triple crimen desató una ola de venganza.
Según fuentes bolivianas de las fuerzas de seguridad, los Plata prometieron 500 dólares a un argentino de apellido Formica para asesinar a González, que a las 22.30 del miércoles 31 de octubre fue llevado engañado a las puertas de la clínica Monserrat, en Yacuiba. Obilmar González y la mujer que lo acompañaba fueron interceptados por dos sujetos que solo dispararon cuando estuvieron a 30 centímetros de las víctimas. El jefe del clan murió de dos tiros en la cabeza y seis en el pecho, ante el estupor de una doctora y las enfermeras. La mujer, que estaba embarazada, se debatía entre la vida y la muerte, según medios bolivianos.
“Aparentemente se trata de un narcotraficante y el caso pareciera ser por ajuste de cuentas; además, se cree que el presunto asesino ya había matado a otra persona”, dijo un policía a medios bolivianos. Esa muerte dio nacimiento a una nueva venganza. El martes pasado el sicario de apellido Formica, que dormía en lo de la familia Plata, le metió ocho tiros enfrente de sus seres queridos a Fernando Ortega Plata, padre, de 28 años. “Gente de González lo tenía seguramente amenazado a Formica, que entendemos participó en el crimen de Obilmar junto a uno de los Plata”, confirmó una alta fuente de la policía boliviana. Los dos Plata fueron enterrados en Salta.
En Salvador Mazza no cae bien el apodo de Ciudad Juárez de México, pero también esperan más seguridad. A ellos sí les importa qué pasa del otro lado. El vínculo es total. Familiares, amigos, socios y trámites están de ambos lados. Mujeres cruzan la frontera para ir al gimnasio, hombres para comprar cerveza y sicarios para rajar luego del asesinato.-
Fuente: El Tribuno