No importa si se es boliviano, argentino o paraguayo. Hermanos de desgracias, dicen…
Por Alcira Figueroa para Revista Norte
La zafra azucarera de El Tabacal no distinguía si eran de Bolivia o de Santiago, de Catamarca o Iruya. Todos vivían allí dispersos en los lotes y colonias, lugares donde destinaban a las miles de familias que arribaban en marzo. Primero obligadas, luego en forma voluntaria para trabajar en la zafra.
La tarea principal era cortar la caña y amontonarla, también cargarla en las zorras y después en grandes camiones.
En la tarea se involucraba a todo el grupo familiar, a la mujer, a los niños, a los jóvenes; pero la persona adulta que se enrolaba era la única que percibía el bono para comida y algunos bienes escasos. Y luego con Perón, un salario.
Solo en los días domingos o sábado a la noche se podía diferenciar la procedencia de esa inmensa multitud llena de polvo y de ojos color tierra. Hacinados en galpones con cantos que traspasaban los patios y el pedregullo, se podía escuchar vidalas, cuecas, morenadas, taquiraris, pin pin, bagualas, sonidos de cajas, erkes, flautas, bombos y otros ilegibles instrumentos.
El vino y el alcohol eran los encargados de hacer aflorar las añoranzas, la alegría, la música, la danza y el convite infaltable que acortaba distancias impuestas por el sistema feudal y servil. También de mitigar el dolor y olvidar por unas horas la servidumbre y todas las privaciones de ese lugar, sin agua potable, sin luz, sin gas, sin cloacas; solo galpones de madera y chapa, después con Perón, la escuela.
Allí en ese contexto vino Evo y su familia. También mis padres y la de muchos en estas zonas. Algunos nos
quedamos, otros volvieron a sus tierras.
Todos los que hicimos grandes a los ingenios, tenemos eso en común. No importa si se es boliviano, argentino o
paraguayo. Hermanos de desgracias, dicen; pero agregaría, también de resistencias y luchas.
El crecimiento de la industria azucarera siempre fue ascendente y fue encontrando nuevas formas de dominación y acumulación, así como también de expansión.
Con sistema similar se desarrolló luego en la media luna fértil que comprende Santa Cruz en Bolivia, lo cual ha permitido el florecimiento de una burguesía local. Estas burguesías inventaron leyendas en aquella época para
justificar la desaparición, persecución y muerte de algunos que reclamaban por derechos a mejores condiciones o salarios dignos. En nuestra zona se llama “El Familiar”, una bestia gigante mitad hombre y mitad lobo o perro, quien cada año se comía un trabajador; y elegía siempre al que no bajaba la vista y miraba a los ojos al patrón (por eso el patrón también odiaba a Perón, porque decía que él les había enseñado a mirar de frente, a no bajar la vista).
Los tiempos han cambiado y ahora nos encontramos en este punto. Una feroz dictadura en Bolivia. La bestia está devorando no a uno por año, sino a cientos.
Son miles de trabajadores que han dicho basta, han levantado su mirada, y guiados por un exzafrero han decidido vivir en dignidad. Entonces la bestia de la media luna fértil se juntó con otras bestias de adentro y de afuera para terminar con todo un pueblo.
Mientras, nosotros aquí resistimos a la bestia que es quizás la misma bestia de Bolivia. Como nosotros también somos los mismos, los exzafreros.-