La frialdad de la Presidenta se vuelve más inexplicable al repasar el rol del país galo con los buitres, el Club de París y las cuentas en Suiza.
El llamativo silencio en el que se sumió Cristina ante la masacre de Charlie Hebdo contrasta con las numerosas ayudas que el gobierno de Francois Hollande le brindó a la Argentina a lo largo del 2014, sin dudas el más convulsionado de los últimos años en el frente económico.
Pese a que la fractura del tobillo no le impide ni hablar ni escribir, la presidenta optó por no decir nada frente al ataque a la revista satírica por parte de fundamentalistas islámicos.
Mientras el mundo entraba en estado de shock y los principales líderes se expresaban en contra del terrorismo, la cuenta de Twitter de la mandataria permaneció inactiva durante toda la semana. La Casa Rosada apenas se limitó a emitir un comunicado burocrático, y luego el canciller Héctor Timerman se enredó en una serie de declaraciones y gestos desafortunados que dejaron todo peor de lo que estaba.
Lo cierto es que esta postura ante el atentado en París deja de lado que Francia fue la única potencia occidental en darle a la Argentina una serie de gestos en el marco de las guerras económicas encabezadas por Cristina.
El primero de ellos fue el pedido a Hollande para que destrabe las negociaciones con el Club de Paris, que venían estancadas porque los acreedores mayoritarios, Holanda, Japón, Estados Unidos y Alemania, se mostraban muy duros con la posición criolla y querían meter a toda costa al FMI en las conversaciones.
Con Francia jugando a favor, finalmente el organismo multilateral quedó afuera de la mesa. Luego de recibir a la presidenta en el Palacio del Elíseo, el mandatario galo sostuvo que «quiere que Argentina salga de sus trances financieros».
«Estamos haciendo todo lo posible para que en el Club de París, el sitio donde se negocian los aspectos financieros, podamos apoyar los trámites argentinos», agregó el europeo. «Esto corresponde a nuestros intereses, al interés de Argentina y a nuestros intereses para poder tener más flujo comercial con la Argentina», detalló.
«Agradecemos la decisión que ha tomado el gobierno francés de apoyar firmemente las negociaciones con el Club de París», había señalado en ese entonces la Presidenta.
La otra carta que jugó Hollande para favorecer a la Argentina fue en el conflicto con los fondos buitre. Al igual que Brasil, Francia se presentó como amicus curiae ante la Corte Suprema de Estados Unidos, antes de que la misma rechazara tomar el caso. De esta manera, buscaba fortalecer la posición criolla ante los tribunales norteamericanos.
Los medios oficialistas no tardaron en celebrar el apoyo del país galo y salieron a destacar la cobertura de los medios franceses sobre la disputa con los holdouts, en donde destacaban que “Buenos Aires está dispuesto a todo”.
Pero la ayuda no terminó ahí. A mediados de año, cuando el gobierno ya había resuelto entrar en default, el en ese entonces presidente del Banco Central, Juan Carlos Fábrega, viajó a Suiza para ver si conseguía créditos del Banco de Basilea y el Banco de Francia que permitieran hacer frente a eventuales corridas cambiarias.
El Banco de Francia realizó aportes durante el último tramo del año que permitieron mostrar una leve mejora en las reservas, junto con el swap con China.
También Ricardo Echegaray sacó provecho del buen vínculo que la presidenta supo cultivar con su par francés y ahora parece despreciar. El titular de la Afip viajó al país galo para pedir que le pasaran los datos de las cuentas que más de 4000 argentinos poseen sin declarar en Suiza, tras lo cual presentó una impactante investigación en contra del HSBC.
Es que el origen de esa información provenía del misterioso Hervé Falciani, un “arrepentido” que se fue del HSBC suizo y se refugió en Francia, no sin antes robar toda la base de datos de esa entidad.
Este canje poco presentable de información robada por un empleado infiel, fue disimulado entonces bajo la firma de distintos convenios de intercambio de información entre la Argentina y Francia. Es por eso que curiosamente, la impactante denuncia presentada por el titular de la AFIP no provenía de Suiza –como hubiera sido lógico- sino de un tercer país.-
LPO