Respecto de la disputa por el ingreso, ¿cuánto del ingreso va para ingresos populares y cuánto va como renta, ganancia e intereses?. La distribución del excedente económico entre los propios propietarios de medios de producción, en donde talla, entre otros aspectos, el tipo de cambio.
Por Julio Gambina, economista
La incertidumbre es lo que permea la coyuntura económica de la Argentina en varios sentidos. Por un lado, el resultado del conflicto del neumático, la semana pasada, habilitó un proceso de negociaciones y actualizaciones en las negociaciones colectivas de una buena parte de los trabajadores y trabajadoras de la argentina.
Son negociaciones que legitiman demandas de incrementos en los ingresos populares en general, es decir, aquellos trabajadores y trabajadoras asalariados que no están bajo convenio colectivo de trabajo, por supuesto presión sobre las jubilaciones y pensiones, expresado en las expectativas enunciadas para percibir un bono para las jubilaciones menores e incluso para los planes sociales.
He aquí una primera incertidumbre, respecto de la disputa por el ingreso, en principio entre el capital y el trabajo; es decir, ¿cuánto del ingreso va para ingresos populares (salarios, jubilaciones, planes sociales) y cuánto va como renta, ganancia e intereses, es decir, retribución a los propietarios de las fuerzas de trabajo?
Existen otras incertidumbres, en lo que se plantea como la distribución del excedente económico entre los propios propietarios de medios de producción, en donde talla, entre otros aspectos, el tipo de cambio.
Ya se conoce el balance de liquidaciones de la cosecha sojera ante la cotización especial otorgada para comercializar la soja durante septiembre (200 pesos por dólar). Puede considerarse un éxito macroeconómico según los datos ofrecidos desde el ministerio de economía, que “superó altamente las expectativas, al alcanzar los 8.123 millones de dólares de ingresos”, una parte de lo cual fortaleció la acumulación de reservas internacionales, una de las exigentes metas acordadas con el FMI.
El tema tranquiliza “políticamente” la relación con el FMI, ya que esta semana, el Directorio del organismo internacional debe considerar y aprobar el segundo tramo de auditoria trimestral (ya aprobado técnicamente pero que falta ratificar por el Directorio) y junto con ello un desembolso.
Hay que señalar el “éxito” del dólar soja a un costo financiero gigantesco, porque para comprar esos dólares a 200 pesos por dólar hubo que hacer una importante emisión de dinero y al tiempo, retirarla del mercado, con el crecimiento de las Letras de Liquidez, las LELIQS.
Las LELIQS vienen creciendo a un nivel abismal con un stock que supera los 7 billones de pesos, muy por encima de una base monetaria arriba de 4 billones de pesos. El stock de letras a comienzos del 2022 era de 1,8 billones de pesos, evidenciando un problema adicional de deuda a la contraída con el FMI y los acreedores externos.
Esa emisión de títulos resulta una operación altamente onerosa, que tiene costos, y ese costo presiona a la disminución de otros tipos de gastos, sobretodo el gasto social.
Por eso hay una doble tenaza: por un lado, el compromiso con el FMI para reducir el déficit fiscal, que venía de arrastre y ahora con este incremento del costo financiero por sacar de circulación la emisión monetaria, por sacar del mercado de dinero, presiona para profundizar aún más la disminución del gasto fiscal y por lo tanto proveer un mayor ajuste.
Incertidumbre a varias puntas
La incertidumbre tiene que ver con la disputa entre el capital y el trabajo, por un lado, pero también una disputa entre distintos capitales en función de su fortaleza para apropiarse de la ganancia de una manera o de otra.
Es decir, que sector de la producción y circulación de bienes y servicios se apropia del excedente económico, la plusvalía. Está claro que hay un gran sector ganador, claramente demostrado en el mes de septiembre, el complejo oleaginoso, constituido por grandes productores y exportadores de materia prima, y la disputa que hay con el sector agro-industrial especialmente, incluso, el propio sector industrial.
Para este caso, se evidenció en el conflicto del neumático, con impacto en la industria automotriz y el sector siderometalúrgico, un complejo que intentó contener la suba de los ingresos salariales y mejorar su capacidad de competencia, de competitividad y de disputa en la apropiación de la ganancia.
Todo lo comentado ocurre en un marco de inflación que septiembre mantendrá en torno al 7% y una proyección de tres dígitos para el 2022, algo que dificulta sobremanera al 60% proyectado del presupuesto 2023, un proyecto de presupuesto que claramente sigue siendo un dibujo muy lejano de superar la incertidumbre que hay en la economía nacional en un marco de grandes incógnitas sobre la evolución económica regional y mundial.
Las propias elecciones de Brasil agregan incertidumbre económica, porque incluso aun ganando Lula en segunda vuelta, la importantísima votación de Bolsonaro, que quedaría como opositor, con un congreso de primera minoría de sus seguidores y segunda minoría del PT, y una importante presencia de parlamentarios de derecha y centroderecha, genera condiciones muy complicadas, no solo en Brasil sino también en la relación Brasil-Argentina y en la región.
En rigor, genera dificultades para pensar cómo encarar un momento de la economía regional y mundial que tiende a la desaceleración, cuando no a la recesión en los principales mercados del mundo.
Por eso no es un pequeño detalle que Argentina más allá de datos macroeconómicos que aparecen “auspiciosos” para el gobierno y/o para el poder, tenga un horizonte de incertidumbre del presente y del futuro cercano y mediano.
La conflictividad presente y latente induce interrogantes sobre el corto y mediano plazo, evidenciando problemas políticos más allá de cualquier índice relativo al orden económico.-