En lo que va del año, la suba de precios acumula un 17,6%, más de la mitad de lo proyectado por el Gobierno para todo el 2021. Además, se confirma la fuerte incidencia del rubro alimentos. Un análisis de las causas del fenómeno y posibles alternativas.
Canal Abierto
El ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, dijo hoy que está “preocupado por la situación de los precios”. Y no es para menos: lejos de las expectativas oficiales y el 29% proyectado en el Presupuesto 2021, el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec) informó que la inflación de abril fue del 4,1%.
De esta manera, el primer cuatrimestre del año cerró con una suba acumulada del 17,6% y una variación interanual del 46,3%. Cada vez queda más lejos la pauta de 29% proyectada por el Gobierno en el Presupuesto 2021.
En detalle, el mes pasado, las divisiones de mayor incremento fueron prendas de vestir y calzado (6%), transporte (5,7%) y alimentos y bebidas no alcohólicas (4,3%).
“Esperamos una reducción a partir de abril”, había vaticinado Martín Guzmán unas horas antes de que se conociera el 4,8% de marzo, la inflación más alta en lo que va del año. Si bien la leve baja respecto de aquel pico le otorga algo de razón, todavía resta ver si en verdad estamos frente al final del pico de la otra ola que aqueja a la Argentina.
Los alimentos, el rubro más delicado
A diferencia de otros rubros duramente golpeados por la pandemia y las restricciones a la circulación, el empresariado de la alimentación cuenta con un “colchón”: los alimentos aumentaron un 244% frente a un 212% del nivel general del IPC desde inicios de la crisis cambiaria en abril de 2018. “La diferencia es considerable y debería empezar a jugar fuerte en la mesa de negociación. Es cierto que medidas puntuales para el sector no hacen a la cuestión general ni estructural del problema, pero sí impactaría en indicadores tan urgentes y preocupantes como son la pobreza y la indigencia”, indicó a Canal Abierto el economista del Centro de Estudios Económicos y Sociales Scalabrini Ortiz (CESO), Nicolás Pertierra.
En el plano internacional, el aumento de los valores de las commodities -en particular de productos que exporta Argentina, como la soja, el maíz o el trigo- pareciera dar un respiro a unas arcas públicas estresadas por los esfuerzos sociales para paliar los efectos sociales de la pandemia. Sin embargo, lo que pareciera ser una buena noticia, tiene como reverso una presión agregada sobre los precios de los alimentos nivel local.
De todos modos, la correlación entre escalada de las commodities y subas en las góndolas no es un fenómeno que afecte exclusivamente a nuestro país: la inflación mundial sorprendió en el primer trimestre de 2021, registrando el índice global más alto en 12 años. Según las proyecciones, el mundo espero un aumento del “IPC global” de 2.7% contra el 1.1% de 2020.
El karma argentino y un diagnóstico
Una vez más, nuestro país registró la segunda inflación más alta en América latina. Dejando al margen el excepcional caso venezolano, las cifras del costo de vida de abril en Argentina es superior a la suma de los incrementos del resto de los países sudamericanos.
“Creo que una de las particularidades del caso argentino es que sufre una fuerte inercia inflacionaria que otros países no tienen. Del 20 o 25% promedio que teníamos en el gobierno de Cristina Fernández, Macri pasó a un 40% o más. Hoy cualquier actor de una cadena de producción juega con expectativas de inflación por encima del 40%, por lo cual terminan ajustando siempre por encima de ese porcentaje, continuando y agravando el círculo inflacionario”, señaló Pertierra.
Para el economista, un fenómeno inflacionario como el de los últimos 13 o 14 años va modificando y estructurando la economía a mediano plazo: “Hoy nadie planifica a más de seis meses”.
En la misma línea, en una disertación a comienzos de marzo en la Universidad de Catamarca, el ministro de Economía Martín Guzmán había manifestado que la inflación “distorsiona las decisiones de inversión, de ahorro y de producción, genera una economía bimonetaria, hace que nadie tenga ahorro en pesos, genera cortoplacismo” y que para bajarla es necesario resolver “los problemas estructurales de la economía”.
Un problema, ¿soluciones múltiples?
Muy a su pesar, el macrismo terminó por hecho por tierra el principal e histórico argumento de la economía liberal ortodoxa: la inflación descontrolada en la gestión Cambiemos demostró que una política de retracción monetaria (en criollo, menos pesos en la calle) no resuelve la suba de precios.
Lo mismo podríamos decir de aquella visión keynesiana que sólo descansa en el control y fiscalización de las góndolas, ignorando por completo las razones estructurales del problema.
Como suele suceder con la economía, a un desorden pluricausal le corresponden múltiples soluciones. “La respuesta debiera darse en tres frentes. En primer lugar, lo macroeconómico, sosteniendo una estabilidad del tipo de cambio y el control de la brecha cambiaria. En segundo lugar, y en lo inmediato, con controles puntuales a sectores como el de alimentación e insumos básicos; y a mediano plazo, con una apuesta a trasnformar las cadenas productivas, quizás con la incorporación de nuevos actores que amorticen los efectos externos. Por último, otra clave debería ser la político-institucional: creo que falta ajustar clavijas en estos espacios de diálogo entre trabajadores, empresario y Estado”, explicó el investigador del CESO, aunque aclaró: “la inflación no se va a resolver de un año a otro, pero sí podes apostar a bajar un escalón en el proceso. Es decir, pasar de una expectativa del 45% al 35%”.-
Ilustración: Marcelo Spotti