Desde la ciudad peruana de Cuzco, donde la cultura Inca fue subyugada por los españoles, viendo como el mundo lleva inexorablemente a una medida diferente de la historia. Y ante la imposibilidad de escribir un análisis completo, van algunas observaciones dispersas.
Por Roberto Savio. Periodista italo-argentino. Co-fundador y ex Director General de Inter Press Service (IPS). En los últimos años también fundó Other News, un servicio que proporciona “información que los mercados eliminan”. Other News.
Pero antes es necesario hacer una introducción. En cualquier país del mundo, Hillary Clinton habría ganado la elección tras haber obtenido el mayor número de votos. Sin embargo, Estados Unidos no tiene una Constitución democrática.
Y es que mientras que los estadounidenses se consideran a sí mismos la “única democracia en el mundo” (George W. Bush, discurso al Congreso en su toma de posesión), cabe señalar que la Constitución de Estados Unidos es un vestigio del pasado. Vea por qué…
Cuando los diferentes estados salieron victoriosos de la Guerra de la Independencia contra Inglaterra y decidieron unirse en los Estados Unidos, los estados más pequeños temieron ser sometidos a los más grandes. Así hubo que inventar un compromiso de garantía para todos.
Y así, el Senado, como órgano principal del sistema legal, se compone de dos senadores por cada estado. De este modo Wyoming, que tiene 800.000 electores, cuenta con dos senadores, igual que California que tiene 27 millones.
El presidente es elegido por “votos electorales” que se dan a cada estado en base a consideraciones similares. De este modo, Al Gore, que había ganado la mayoría de votos, perdió la elección ante George W. Bush por votos electorales (ayudado por el Tribunal Supremo en manos del Partido Republicano que dio Florida a Bush).
Esta vez ocurrió lo mismo: los estados menos desarrollados votaron republicano (con la excepción de Texas y poco más), pese a lo cual la mayoría del Senado se puede obtener sumando los 26 estados con menos población y desarrollo, con lo que prevalecen sobre la población de 24 estados mayoritarios e industrializados.
Pero hay otras normas antidemocráticas en la Constitución estadounidense, como el hecho de que a la muerte de un senador es el gobernador quien nombra a su reemplazo. Así, un gobernador republicano puede nombrar a un senador republicano, incluso si el muerto era del Partido Demócrata.
Volvamos ahora a las observaciones.
La primera es el hecho de que prácticamente todos los observadores, las encuestas, los medios de comunicación (con excepciones que se cuentan con los dedos de una mano) dieron a Clinton por ganadora, da una medida de la separación existente entre el sistema y la realidad.
Ocurrió lo mismo con el Brexit, con las elecciones austríacas, las filipinas. La explicación es sencilla: nosotros frecuentamos a nuestros amigos, la sociedad está hecha de círculos concéntricos paralelos, y así creemos que la observación de un profesor universitario tiene más valor que la de un trabajador en paro. Por lo tanto, no tenemos una visión completa de la sociedad en la que vivimos.
La segunda: Las víctimas del proceso económico y social creado por la visión de un capitalismo autodestructivo que premia a muy pocos mientras frustra las esperanzas de muchos, son mucho más numerosas de lo creen aquellos que no las frecuentan. Y son víctimas que ven cada día ejemplos de corrupción, de despilfarro y riqueza, que les llevan a tener pasiones, no opiniones.
Tras haber gastado cuatro billones (millón de millones) de dólares (según los cálculos más modestos) para salvar a los bancos (que aún tienen 800.000 millones de activos tóxicos), la prioridad es seguir respaldando al sector financiero en lugar de a los gastos sociales, que se consideran públicamente improductivos, algo que se ve diferente por quienes están dentro y los que quedan afuera.
Tampoco se les escapa el hecho de los bancos, en la crisis de 2008 (de la que todavía no hemos salido) hayan pagado multas por valor 280.000 millones de dólares (sin contar los 14,5 mil millones pendientes de la Deutsche Bank), ya no es un hecho excepcional.
Y que el total de subsidios para el empleo juvenil en los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) sea de poco más de 20.000 millones de dólares, cuando el Banco Central Europeo da 80.000 millones mensuales al sistema bancario europeo (que no pasan al sistema productivo sino que invierte en el sector financiero), ciertamente no ayuda a los jóvenes a sentirse parte de Europa.
¿Quién ha oído, en el debate político, los términos solidaridad, justicia social, participación, equidad? ¿Existe en alguna parte de la política un debate sobre cómo aumentar el empleo, que está amenazado por el uso de los robots, que constituirán el 40 por ciento de la producción industrial dentro de 20 años? ¿O sobre cómo la corrupción es cada vez más percibida por los ciudadanos, y necesita urgentemente ser abordada? ¿O sobre si pueden sentirse representados aquellos que votaron por Brexit y por Trump?
Esto lleva a la tercera observación: La política está ahora sujeta a las finanzas, carente de visiones e ideales que fueron desechados con el fin de las ideologías, y se dedica a temas puntuales y administrativos.
No debe pasarse por alto que el número de ciudadanos que dicen que la izquierda y la derecha han desaparecido, ha alcanzado porcentajes sin precedentes. La política, como reacción, se cierra como una ostra y se vuelve cada vez más autorreferencial.
¿Quién es el ciudadano que ve en un partido un espacio de participación y expresión, aparte de aquellos que están dentro, como en los tiempos de la juventud de los partidos? Esta disminución de la participación es un elemento grave de la crisis de la democracia.
Al mismo tiempo, está claro a los ojos de todos quiénes son los Le Pen, los Farage, los Salvini, etc. Está claro para todos que vuelve el nacionalismo, el populismo y la xenofobia. Estos son los indicadores clásicos de la crisis. Los años 30 del siglo XX son un capítulo para recordar.
¿Tendrá la política la capacidad de encontrar su camino, de ideales y de visiones, donde escuchar a los ciudadanos sea parte de un diseño común? No es que quede mucho tiempo.
Y luego, la cuarta observación: Ahora tenemos el presidente del líder mundial, Estados Unidos, que dice claramente que no les interesa el mundo, excepto en la medida en que sirva a los intereses estadounidenses.
El multilateralismo, desde la Unión Europea hasta la Organización de las Naciones Unidas (ONU), está en una crisis creciente desde que Ronald Reagan y Margaret Thatcher, en 1981, declararon que no creen en la cooperación internacional y que cada país debía valerse por sí mismo.
Esta línea continuó con altibajos, pero con una tendencia continua. No es ningún secreto que a la hora de elegir al nuevo secretario general de la ONU, la pregunta del presidente de Estados Unidos era: ¿cuál es el más débil de todos?
El presidente Barack Obama ha tratado de detener esta tendencia. Pero su pueblo (más bien, una parte de este que nadie había visto hasta ahora) no lo ve de esta manera.
No hay que olvidar que igual batalla fue hecha por el demócrata Bernie Sanders, que ha obtenido 10 millones de votos. Si hubiera podido presentarse, habríamos visto cómo los estadounidenses juzgaban dos caminos, uno de los cuales al declararse socialista representa una novedad tan radical como la de haber elegido Trump. En un país donde el término socialista es como declararse un alieno a Estados Unidos, y peligroso.
Ahora tenemos el país del líder totalmente heterogéneo con respecto a las relaciones internacionales existentes. ¿Sabrá Europa encontrar su propia voz? También porque si no lo hace ahora, no se ve cuando lo podrá hacer. ¿Se volverá a dar espacio a la cooperación internacional, al multilateralismo, a los planes de desarrollo?
La quinta observación es una banalidad. Los chinos usan la palabra crisis también en el sentido de oportunidad. Vamos a tener, por lo menos cuatro años (Putin, Grillo, Le Pen…) de un gobierno por el momento impredecible. Trump es un político de vísceras no de cerebro. Es la clásica encarnación de lo que se llama un político impredecible.
Pero, sobre todo, no escucha consejos. También es prisionero de su electorado particular. Ciertamente, el sistema le pondrá las bridas que pueda. Pero ocurre que todas las cartas que conocemos ahora están en el aire.
Esto también significa que igualmente es posible hacer políticas innovadoras, que el marco oxidado anterior no permitía. Así mismo porque sería difícil ver cuál es la política común que pueda tener Trump con la primera ministra británica Theresa May, con Farage o con la Alternativa para Alemania.
Los partidos populistas nunca han sido capaces de crear una política común, por ejemplo, en el Parlamento Europeo solo tienen enemigos comunes, pero no planes alternativos homogéneos, así que ahora que las cartas están en el aire, existe todo el espacio para inventar y construir.
Pero esto no se puede hacer si no se reconoce que estamos en una crisis política y de democracia, de sociedad y de perspectivas, que si no es asumida y metabolizada por la clase política en el poder, verá un desmoronamiento sucesivo del sistema, y que la crisis actual (que no se resolverá por el populismo y el nacionalismo) va a terminar haciendo imposible cualquier gobernabilidad.
Y me siento obligado a añadir una última consideración. Para aquellos que han trabajado toda su vida para crear conciencia y participación, la sociedad civil fue la fuerza que reequilibraba la crisis de valores y de políticas (en inglés existe “la política”, referida al proceso, y “la política” para las ideas políticas, esta diferencia no existe en las lenguas latinas).
Si hay un tema que la sociedad civil ha defendido desde su nacimiento, este es el de género. Una diferencia entre una persona joven hoy y mi generación, es que el tema de las mujeres no existía entonces, mientras que los jóvenes de ahora son plenamente conscientes de ello.
Es un tema que está presente en los medios de comunicación, en la política, en la cultura, en las organizaciones, desde la industria a los negocios, desde las políticas hasta administrativas y culturales.
Bueno, después de todo lo que Trump ha dicho y hecho en el tema de la mujer, reactivando un “machismo” de cuartel que ya se creía inaceptable después de las declaraciones y manifestaciones de todas las organizaciones de mujeres del mundo artístico, cultural y económico el 53 por ciento de las mujeres estadounidenses votó por Trump.
Este porcentaje no está lejos del electorado masculino. Sucedió lo mismo en Italia con Silvio Berlusconi, aquel organizador de fiestas con menores que habló abiertamente de la mujer como un objeto de uso, tanto que lo abandonó su esposa.
Esta votación es un duro golpe a toda la sociedad civil, y para todos aquellos que se comprometen porque están convencidos que creando conciencia es posible un mundo mejor. Hemos perdido una batalla importante, y la guerra se hace ahora mucho más difícil.-