ADEMÁS DEL BARBIJO Y LA DISTANCIA SOCIAL
A partir de la campaña Ventilar impulsada por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación; investigadores y expertos destacan la prevención que implica la circulación continua, cruzada y distribuida del aire en espacios cerrados para disminuir el riesgo de contagios.
Por Nicolás Camargo Lescano – CTyS-UNLaM
Con un complejo escenario epidemiológico a partir de la suba de casos de coronavirus, el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación (MINCyT) continúa con la promoción y la difusión de la campaña Ventilar, que busca concientizar sobre la importancia de la ventilación de ambientes para evitar la propagación del SARS-Cov-2 por aerosoles. Además, la iniciativa recomienda el uso de medidores de dióxido de carbono como instrumento de apoyo para los cuidados.
“Con la actividad respiratoria, se producen unas partículas muy pequeñas que son los aerosoles. Cuanto más fuerte sea esa actividad, las emisiones de los aerosoles serán mayores, yendo desde simplemente respirar hasta gritar o cantar. En el caso de que una persona esté infectada, esos aerosoles van a contener partículas virales”, explicó Sandra Cordo, investigadora adjunta del CONICET.
Cordo agregó que hay un consenso general, dentro de la comunidad científica, de que estos aerosoles -que quedan flotando dentro del ambiente si es un espacio cerrado- son una vía de transmisión muy importante de la enfermedad. "Es en ese aspecto donde juega un papel clave la ventilación, porque es lo único que puede hacer que esas partículas con virus que se exhalan se diluyan con el aire limpio de afuera y disminuya el riesgo de contagiar otras personas" recomendó la doctora en Ciencias Químicas.
Además, la científica explicó que la transmisión por aerosoles es un camino que conduce a los llamados “super contagios”. “Se dan cuando alguien contagia a diez, quince o incluso más personas, haciendo que acelere enormemente la curva de los contagios”, detalló.
“El riesgo cero no existe, en todo caso lo que se busca es minimizar ese riesgo. Y, en ese sentido, lo que se busca es que haya ventilación continua, cruzada y distribuida”, apuntó, por su parte, Jorge Aliaga, doctor en Física e investigador del CONICET.
Aliaga, que actualmente tiene un cargo en la Universidad Nacional de Hurlingham (UNAHUR), explicó que la ventilación continua implica que es mejor tener siempre alguna ventana o abertura abierta que abrir cada media hora, “porque, en ese interín, se fue juntando aire que ya estuvo respirado, lo cual es peligroso”, alertó.
El segundo aspecto, de ventilación cruzada, tiene que ver con la posibilidad de tener aberturas o ventanas que estén enfrentadas, ya que eso mejoraría ampliamente la circulación del aire, mientras que el ítem de distribuida se refiere a que, en caso de que haya muchas aberturas, es mejor que se abran un poco todas, aunque sea parcialmente. “Eso permitiría que ningún lugar del ambiente quede con aire respirado acumulado”, detalló Aliaga.
Los científicos resaltaron que, además de la ventilación, continúan siendo herramientas imprescindibles tanto el uso de barbijos como la distancia social, ya sea en espacios abiertos o cerrados.
“El barbijo siempre tiene que estar presente, en cualquier situación, y bien ajustado a la cara. Lo que sucede es que es difícil que nada salga o se escape al barbijo. Y cuando uno va a lugares como comercios o lugares cerrados y sin ventilación, la distancia social ya no cuenta, porque uno está respirando el mismo aire que otros y tiene muchas chances de contagiar. De ahí la importancia de ventilar y, por supuesto, de usar el barbijo”, resaltó Cordo.
Aliaga, por su parte, comentó que todas las medidas y cuidados que se tomen a nivel cotidiano deben apuntar a que cualquier persona podría estar contagiando, sin saberlo, ya que entre el momento de contraer el virus y empezar a tener síntomas -en caso de que la persona sea sintomática- pasan cinco días.
“Es una etapa en la que se puede contagiar a muchas personas, y más si no se usa ni barbijo ni se apela a la ventilación. Se debe insistir mucho en la prevención, y no empezar con los cuidados recién cuando aparezcan síntomas”, insistió.
Otro aspecto en el que hicieron hincapié los expertos fue en el uso de los aires acondicionados de tipo Split, que, si bien tienen una función llamada “ventilar”, no incorporan aire del exterior. “Esos aires toman el aire del ambiente, lo enfrían o calientan y lo vuelven a tirar al lugar, por lo que no son para nada recomendables en este contexto, porque no eliminan ni diluyen el aire con cualquier partícula infecciosa que tengan”, alertó Cordo.
La importancia de ventilar, incluso con las bajas temperaturas
A pesar de que, con la época, comenzarán los climas más fríos, los investigadores insisten y recomiendan que la ventilación de ambientes tiene que estar presente, porque la posibilidad de contagiarse de coronavirus supondría un escenario aún peor.
“Ventilar es fácil desde el punto de vista técnico, pero, tal vez, sea difícil desde el comportamiento, para que las personas se acostumbren a hacerlo. Es importante mentalizarnos que el confort, al menos para esta época, no tiene que estar en nuestra prioridad: ventilar y abrigarse un poco más es preferible antes que enfermarse. Con muy poquito, se puede bajar mucho el riesgo”, explicó Cordo.
Respecto a esta tendencia, con las bajas temperaturas, de cerrar y no ventilar tanto, Aliaga resaltó la importancia de contar con un medidor de dióxido de carbono (CO2) que sirva de referencia para tener una mayor circulación del aire, en caso de que sea necesario.
“No es necesario tener todo abierto de par en par para tener un ambiente ventilado de forma razonable. Se han publicado estudios en España, con contextos de mucho frío y hasta con nieve, donde se demuestra que con abrir unos cinco o seis centímetros las ventanas, alcanza para mantener la habitación aireada, sin necesidad de tomar mucho frío”, ejemplificó Aliaga, quien aclaró que, para eso, se vuelve crucial contar con un medidor que brinde la información necesaria, ya que son muchos los factores -cantidad de personas, dimensión del lugar, cantidad de aberturas, etc.- que se deben tener en cuenta.
“Se parte del principio de que cuanto más dióxido de carbono haya, más viciado está el lugar y más personas respiraron ese aire. Los medidores no indican si hay infectados o no, pero, en el caso de que los hubiera, implica una mayor posibilidad de contagios, por la frecuencia y la cantidad de veces que respiramos ese aire”, explicó Cordo.
Para tener de referencia, los expertos recomiendan que, en un ambiente interior, el nivel de CO2 no supere las 700-800 partículas por millón. Si el nivel de CO2 no supera ese valor, el riesgo de estar respirando aire que ya respiró otro es menor al uno por ciento.
A fines del año pasado, Aliaga se contactó con la ONG española Aireamos y, a partir de la información proporcionada allí y de otros sitios y portales, diseñó un prototipo de medidor de dióxido de carbono, luego transferido a la UNAHUR. La universidad produjo 500, para entregarse al municipio de Hurlingham y de Morón, al tiempo que varias empresas argentinas están fabricando sus propios modelos. Hoy, su uso está cada vez más extendido.
“De alguna forma, el medidor es como tomarse la fiebre: no te cura ni implica ningún tratamiento, pero es sacarse una foto de la realidad y saber dónde estás parado. El efecto que te da su uso es tranquilidad, saber que el aire que estás respirando no está tan viciado o, si lo está, alertarte de que debes mejorar los sistemas de ventilación”, concluyó Aliaga.-