El hecho ha dado espacio mediático y social al siempre posible discurso moralista de consternación y solidaridad con el agredido político (aunque no sucedió lo mismo hace unos meses con los disparos a la caravana de Lula), olvidando por momentos el carácter del agredido en cuestión que, en menos de una semana, pateó entre risotadas […]