Las estremecedoras muertes por hambre de niños en Salta

27/01/2020 | Revista Norte

Imagen: Niño wichí muere por desnutrición (El Tráfico – Embarcación) en el norte de Salta. Foto Documental.

«NO SON SOLO LOS NIÑOS, TAMBIÉN HAY ANCIANOS DESNUTRIDOS»

Una muerte más por hambre en el norte de Salta. Lo velaron en la periferia de la ciudad de Embarcación. No llegó a cumplir dos años de vida.

El dirigente originario Modesto Rojas contó que hay familias originarias que están siendo fumigadas con agrotóxicos por los megacultivos de empresarios que también son responsables de la expulsión de comunidades enteras de sus territorios. «No son solo los niños, también hay ancianos desnutridos por la falta de trabajo y de comida. Yo me desespero porque vienen a buscarme para pedir ayuda. Caminan durante días para llegar a mi casa y pedirme un bolsón», contó Modesto a Revista Norte.

Ayer otra muerte conmocionó, esta vez la de un niño de una familia originaria que vive en la periferia de la ciudad de Embarcación.

QUEREMOS QUE NOS ESCUCHEN

Por Alcira Figueroa para Revista Norte

Una muerte más. Se trata de un niñito de El Tráfico, un barrio periférico de Embarcación en el departamento San Martín al norte de Salta.

En días pasados, caciques wichís y guaraníes del departamento San Martín, al norte de Salta, estaban esperanzados con la noticia de la llegada del Ministro de Desarrollo Social de la Nación a la zona. Habían hasta armado una serie de propuestas y demandas, tenían la ilusión de hacerlas llegar en manos propias y también de poder dialogar con él, llevarlos a las comunidades críticas donde la falta de trabajo ‘abunda’ y la escasez de agua y comida hacen estragos principalmente en niños y ancianos.

Pero grande fue la sorpresa cuando fueron impedidos, en primer lugar por el interlocutor que se había elegido para esa oportunidad y luego también por las fuerzas de seguridad, lo que provoco aflicción dada la extrema necesidad por la que atraviesan. Sin agua, sin comida y sin asistencia básica de la salud, al flagelo de los desmontes se suman ahora las fumigaciones aéreas donde ellos habitan. «No tenemos a nadie que nos escuche, solo eso pedimos, que nos escuchen», repetían entre el llanto y la desazón.

Las comunidades del departamento San Martín, como también las de los departamentos Rivadavia y Oran, habitan y se desarrollan en distintos espacios. Algunas son netamente rurales, otras periurbanas y algunas urbanizadas.

El espacio que hoy habitan está íntimamente relacionado con los años en que fueron expulsadas de sus territorios, pero todas tienen el común denominador de violencia institucional alimentaria y con riesgo de la reproducción ampliada de la vida, lo que lleva a pensar que estamos ante la presencia de un genocidio y exterminio de los pueblos originarios.

La colonización de hace 500 años no lo terminó de hacer, costó bastante por las selvas y montes que solo ellos conocen. Las guerras tampoco. La instalación de los ingenios azucareros ni las cruzadas de la iglesia católica ni la iglesia anglicana, pudieron. Parece que ahora sí se lo va a poder hacer.

A estas alturas de la circunstancia, pesando sobre las espaldas de autoridades y de todos nosotros como sociedad, ya no hay razones ni discursos ni excusas para justificar las 6 muertes (conocidas) en 26 días. Solo los hechos, son la pura realidad. La muerte de 6 criaturas y la gravedad de otros tantos, especialmente niños y ancianos, en la antesala de la muerte.

Las 6 muertes de los niñitos pueden representar el inicio del fin. Se sabe que la muerte es implacable cuando se priva del hábitat, de alimentos y de semillas.

Hace más de cuatro años, cuando asumió Mauricio Macri, circuló una foto del mismo junto a Awada y el flamante coordinador del Prohuerta abrazados y sonrientes posando en la quinta de Olivos, donde inmediatamente se les armó una huerta orgánica, con la semilla destinada a los más pobres, para que se alimente el Presidente y su familia. Como un preludio o un gran mensaje desgarrador que permitía avizorar que a partir de allí comer sería un privilegio de pocos, que los insumos y el dinero irían a unos cuantos, y que para la gran mayoría ni las sobras.

Antes de eso, como todos los años anteriores, desde el INTA se gestionaba en setiembre en cada provincia las semillas ante Desarrollo Social de la Nación. Debían ser las mejores, para lo cual la comunidad guaraní de Algarrobito, del municipio de mosconi, eran los proveedores de las de maíz y de arroz. Los porotos y algunos plantines de mandioca, batatas, se conseguían de productores de la zona. Se trataba de proveer de semillas madres a las comunidades de todos los ámbitos en cantidad adecuada para consumo y en algunos casos para la venta local. La comunidad de El Tráfico estaba incluida en esa actividad, es más había un técnico agrónomo que se encargaba de seleccionar los mejores choclos y zapallos, limpiaba las semillas, las envasaba en botellas descartables y las distribuía por toda la zona. El lema era todos a producir, todos a consumir.

Ese trabajo extraordinario se cortó impidiendo el acceso a alimentos nutritivos a cientos de familias, las más necesitadas; y que los fondos de ese programa se desviaron a cubrir otros gastos del INTA. Al jubilarse el agrónomo tampoco se renovó el personal para esa zona. Sumado a esta situación se dio el feroz recorte de las políticas públicas que favorecían a los campesinos desde la Secretaria de Agricultura Familiar, el Senasa y otros. Se dejó de hacer el relevamiento territorial de los pueblos originarios que apuntaba a devolverles el territorio. La ley de ordenamiento territorial que prohibía los desmontes en distintas áreas pasó a ser letra muerta ya que disminuyó el personal y el equipamiento para realizar el control en medio ambiente, quedando todo librado a las garras de los terratenientes nacionales y extranjeros que con los fines de más tierras para la soja, la caña, las vacas y la extracción de madera a gran escala, provocaron un mayor arrinconamiento y muchas comunidades quedaron viviendo en los bordes de las rutas y caminos.

Hoy somos testigos de muchas fotos y reuniones desde el cambio de gobierno, pero en casi ninguna se observó la participación de los mismos afectados. Peor aún, en algunas fotos están los responsables directos de la tragedia, ensayando medidas burocráticas que lo único que hacen es demorar las respuestas.

«Nadie nos escucha» dicen los caciques. Si tan solo pudiéramos escuchar el grito del hambre, la agonía de ese ronquido que se silenció por falta de alimentos. O será que ya nos hemos acostumbrado a no escuchar.

Bolsonaro dijo “cada vez se quieren parecer más a nosotros”… Entonces no queremos parecernos a ellos, porque si lo quisiéramos tendríamos que dejar de acumular, de depredar, de contaminar, de acaparar. Pero tenemos miedo, porque si los descubrimos tendremos que dejar de ser lo que creemos ser. Quedaríamos al descubierto, se sabría de nuestras miserias y mezquindades.-

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