De la sociedad del hambre a la sociedad con miedo

15/03/2020 | Revista Norte

El miedo paraliza. El miedo aturde. El miedo nos cambia el foco de nuestros intereses y de nuestras luchas. El miedo como arma psicológica del imperio.

Por Alcira Figueroa*

En el transcurso de la semana, y a través de los medios masivos de comunicación, hemos entrado la gran mayoría al país del miedo por la posible infestación con el coronavirus, enfermedad sospechada de ser introducida por los EEUU en China, país que registra más del 70% de infectados y que fue declarada por la OMS como pandemia por su rápida proliferación en distintos países.

La enfermedad es similar a un resfriado, como la gripe aviar, porcina, o como el ébola, el dengue hemorrágico; sospechadas también de ser enfermedades que forman parte de una guerra biológica lanzadas en las últimas décadas para afectar a la población enemiga en primer lugar con el riesgo de que otros países terminen a la vez también afectados e infectados, perjudicando la salud, la vida social, la económica, la cultural y poniendo en riesgo la propia vida de poblaciones enteras.

El coronavirus parece infectar a la población anciana, en consonancia con los dichos de la ex representante del FMI, Cristine Lagarte, que en sus visitas por la Argentina había expresado -más o menos en términos similares- que los viejos no debieran existir, que representaban un gasto inútil sostenerlos.

Esta vez, y gracias al incremento y uso de las redes sociales, logró viralizarse en casi todo el mundo creando pánico, desazón e incertidumbre; a tal punto de olvidarnos -o pasando a segundo plano- de problemas reales que estamos viviendo gran parte del norte argentino como las muertes por hambre de decena de niños originarios o el dengue que se encuentra en pleno ataque.

Tanto el hambre como el dengue ataca con más virulencia a la población en situación de despojo, mal alimentada y en total desprotección; población que representa a más del 70% en los tres departamentos de mayor pobreza en la provincia: Rivadavia, San Martín y Oran.

Muchos expresan que hambre hubo siempre y también pobres. Lo que no se dice es que en estos últimos años la matriz productiva y la tenencia de la tierra se ha modificado, lo que llevó a un cambio social acelerado sin haber tenido la posibilidad ni la opción de contrarrestar como sociedad las nefastas consecuencias de tal despojo.

Todo se alineó para que se concrete el hambre y la virulencia de las enfermedades. Terratenientes con ambición desmedida, jueces, fiscales, abogados y la clase política afín a sus intereses; organismos estatales sin compromiso con los territorios, protesta social segmentada, estigmatizada y judicializada.

No es de sorprender que si sobre llovido tengamos mojado, con la concreción de contagios masivos nos encontraría en peores condiciones de la que estamos para enfrentar el hambre y todas las enfermedades tropicales que proliferan en esta época.

A pesar del mesurado mensaje presidencial, de las medidas y recursos a nivel nacional que se destinan a la provincia, desde estos espacios todavía no se ha visto avance en materia de prevención, contención, inclusión ni inicios de obras que demuestren interés en mejorar las condiciones socio sanitarias, laborales, ni económicas de poblaciones urbanas ni rurales; excepto el marketing de famosos y empresarios en fotos multicolores posando junto a autoridades.

Con solo caminar y recorrer un poco un barrio o un paraje, descubrimos que la desesperación y el hambre tienen ojos y cuerpos de niños y niñas. También de ancianos.-

*Alcira Figueroa es Licenciada en Antropología Especializada en Desarrollo Humano Sustentable y Magister en Políticas Sociales.

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