De nada sirve tapar el sol con un dedo. El cuadro social argentino atraviesa por un ajuste que el gobierno nacional aceleró fuertemente este año a través de una devaluación de la moneda local a fines de enero
IPYPP
La manipulación en el INDEC abrió una nueva fase dentro del organismo que consiste en revisar los motivos que habían llevado al mismo a realiar esa acción a través de una estrategia no menos oscura y plagada de hermetismo.
Concretamente, lejos de resolver y terminar de una vez por todas la manipulación de las estadísticas públicas, la misma se renueva y cambia de ropaje acorde a la modificación del “para qué” y el “para quién” que le da sentido a la intervención. Mientras durante los primeros años de intervención del instituto se buscaba instalar un relato que ignorara el agotamiento de la recomposición del cuadro social, a partir del presente año y ya sin Guillermo Moreno a la cabeza, el trabajo actual de las autoridades de turno es buscar el aval del FMI y de la comunidad de negocios internacional para acceder al financiamiento externo.
Lógicamente que de esta manera, lejos de un replanteo oficial que lleve a la normalización del instituto de estadística, a la incorporación de los trabajadores desplazados, al desplazamiento de la “mano” interventora, el reciente lanzamiento del IPC Nacional del INDEC -que verifica una tasa de inflación mensual más alta de la medición subestimada anterior- intenta resolver la falta de credibilidad que viene generando siete años de intervención y manipulación pero con el menor de los éxitos.
Sin embargo, y pese a lo que reconozca o no “la tinta” oficial el cuadro social argentino atraviesa por un ajuste que el Gobierno Nacional aceleró fuertemente este año a través de una devaluación de la moneda local a fines de Enero junto con el establecimiento de un techo que en paritaria pretende fijar salarios retrasados respecto de la inflación y con el aumento de las tasas de interés que frena la actividad económica, afectando al empleo y al bienestar de los sectores populares principalmente. En este contexto, es fundamental realizar una “radiografía” de la situación social que permita dimensionarla y caracterizarla como insumo clave para llevar adelante las transformaciones necesarias que permitan superar los niveles de desigualdad y pauperización que atraviesa la población argentina.
En este sentido, este material pretende presentar avances en tal dirección, mediante una medición alternativa de la pobreza y la indigencia que no sólo incluye una pauta inflacionaria distinta a la del INDEC, sino que también utiliza una metodología superadora propuesta incluso por los mismos técnicos del organismo con anterioridad a la intervención, y que a causa de la misma nunca llegó a implementarse. De hecho, desde este espacio hemos presentado ya en el año 2006 los resultados de tal medición, mostrando que incluso cuando los precios aún no estaban manipulados, la metodología utilizada por el INDEC llevaba a subestimar la magnitud de pobreza e indigencia (1). Es por ello que en esta ocasión actualizamos nuestra medición, cuya brecha con los datos del INDEC se fue ampliando cada vez más a causa de la burda manipulación del IPC, tal como explicaremos en el siguiente apartado.
De esta manera, las conclusiones principales del presente informe son:
– Según una pauta alternativa, desde el año 2007 hasta el 2013 el IPC creció un 337,6%, casi 4 veces más de lo que dice el INDEC mientras el rubro de Alimentos y Bebidas aumentó casi el doble que el nivel general (597%), es decir, más de 7 veces lo que estima el INDEC.
– Realizando las adecuaciones metodológicas correspondientes y la corrección sobre los precios tenemos que a Diciembre del año 2013, la Canasta Básica Alimentaria ronda los $3.435 para el caso de una familia tipo del GBA y la Canasta Básica Total vale casi $5.700 para quienes son propietarios de su vivienda, y ascendiendo a $6.700 en el caso de pagar un alquiler.
– Es decir que mientras para el INDEC una persona puede alimentarse adecuadamente con $8,5 diarios y una familia de cuatro miembros puede hacerlo con $26, según nuestra estimación una persona necesita al menos $37 diarios, que ascienden a $115 para el caso de una familia. Por otra parte, nuestra canasta total es superior a la oficial en más de 3 veces, ya que para el INDEC una familia cubre todas sus necesidades básicas con tan sólo $60 por día.
– Conforme a una valorización real de las canastas mencionadas, se observa a partir de la estructura de ingresos de la EPH, que al II trimestre del año 2013, la pobreza afecta a 15,4 millones de personas, es el decir al 36,5% de la población total. La indigencia indica que al menos 5 millones de personas están pasando hambre, es decir, un 12,1% de la población. Esta realidad demuestra que la “tinta oficial” pretende ocular a nada menos que 13,4 millones de pobres de los cuales 5 millones son indigentes.
– Al observar lo ocurrido en el año comprendido por el II trimestre 2012 – II trimestre 2013, surge que la tasa de pobreza aumentó casi 4 puntos porcentuales, pasando de 32,7% a mediados de 2012 a 36,5% a mediados de 2013, sumiendo así bajo la línea de pobreza a 1,8 millones de personas más.
– La indigencia, en el mismo período, se mantuvo prácticamente estancada, aunque a causa del crecimiento demográfico, se sumaron 7 mil personas al conjunto que está pasando hambre. Sin embargo, si se considera sólo lo ocurrido en los últimos seis meses del período analizado, se observa un incremento del 6,3% en la tasa de indigencia, es decir, 355 mil personas que se sumaron a la población indigente con respecto a fines del 2012.
– La geografía del hambre y la pobreza muestra una realidad nacional heterogénea debido a las enormes disparidades. Las provincias más afectadas son Chaco (61,6%), Formosa (55,2%), San Juan (54,5%) y Corrientes (50,9%). Chaco es así mismo la más golpeada por la indigencia (30,4%), seguida de Corrientes (23%), Misiones (21,7%) y Santiago del Estero (20,8%). En el otro extremo, la menor incidencia de la pobreza e indigencia se encuentra en Ciudad de Buenos Aires (13,4% y 2,9%), Tierra del Fuego (14,9% y 5,5%) y Santa Cruz (22,4% y 3,3%).
– El rasgo característico que hace ya varios años viene definiendo a la pobreza y mostrando su cara más cruel es “La Infantilización de la Pobreza” que se manifiesta en el hecho de que la mitad de los pobres son chicos y la mitad de los chicos son pobres. En nuestra Argentina habitan 7,3 millones de chicos y chicas pobres (el 53,8% del total desde grupo poblacional) de los cuales 2,7 millones están pasando hambre (20%, es decir, 1 de cada 5 chicos). En diez provincias Argentina el flagelo de la pobreza infantil supera el 60%: en Chaco, el 79,5% de los chicos son pobres y el 46,4% están pasando hambre, por lejos la tasa más alta de indigencia; en San Juan casi el 70% de los chicos son pobres; seguida de Santiago del Estero (68,3%) y Corrientes (68,1%). Estas dos últimas, junto con Misiones, presentan asimismo los más elevados niveles de indigencia, afectando a más de un tercio de los chicos. Nuevamente, la incidencia de la pobreza y la indigencia es menor en los casos de Tierra del Fuego, Ciudad de Buenos Aires y Santa Cruz, aunque su situación no deja de ser preocupante.
– A través de algunos indicadores vigentes en el marcado laboral es posible evidenciar las serias dificultades que enfrenta el empleo en el modelo económico vigente como para constituirse en un instrumento efectivo de inclusión social: la presión efectiva sobre el mercado laboral asciende a 22% y la disponibilidad de la mano de obra llega casi a un 30% de la población económicamente activa. Por el lado de los ingresos, tenemos que al menos uno de cada tres ocupados gana menos del salario mínimo. El porcentaje de trabajo en negro entre los asalariados se mantenga estancado en un 34,4%, magnitud que permanece elevada en términos históricos. Asimismo, la consolidación de otras modalidades de trabajo precario produce que en conjunto la mitad de la fuerza laboral sufra algún tipo de precariedad en su inserción laboral.
– En este marco laboral no sorprende que 1 de cada 4 ocupados son pobres (25,2%), sumando casi 4,2 millones de trabajadores los que no logran acceder a la CBT de los cuales más de 1 millón no logran satisfacer siquiera sus necesidades alimentarias (6,7%).
– Para acercarnos a abarcar el carácter multidimensional de la pobreza es preciso por lo tanto ampliar el concepto con otras dimensiones como la posibilidad de acceso a una vivienda digna, al uso de los servicios básicos, al sistema de salud y de educación entre otras cuestiones. De esta manera surge que mitad del año 2013, la realidad social daba cuenta que:
• Educación: Para el nivel inicial (de 3 a 5 años) y el nivel medio (de 13 a 17 años) la brecha entre los chicos pobres y los que no lo son se acentúa: mientras casi un 80% de los niños y niñas de 3 a 5 años no pobres asisten a un establecimiento educativo, entre los niños y niñas pobres el porcentaje desciende al 68,4%, por lo que hay un tercio que no logra acceder al sistema educativo. En el nivel medio, se observa un problema de deserción escolar que implica que entre los chicos pobres, la cobertura descienda 10 p.p. con respecto al nivel primario, llegando al 89,9%, mientras en el caso de los chicos no pobres el porcentaje llega al 94,5%. Por otro lado, la mitad de los jóvenes de 18 a 24 años no estudia (54,2%), y entre quienes sí lo hacen (45,8%), una cuarta parte debe además trabajar. Por otra parte, entre los jóvenes que no estudian, el 41% tampoco trabaja, esto es, el 22,1% del total de jóvenes (cerca de un millón de personas entre 18 y 24 años) no estudia ni trabaja
• Condiciones habitacionales: Si consideramos a la población total, resulta que el 34,8% habita viviendas sin cloacas, mientras el 33,5% no tiene gas de red y el 11,3% no tiene agua corriente. Por otra parte, el 13,5% habita zonas inundables y el 8,3% vive cerca de basurales. También se destaca que el 9,2% tiene baños precarios a la vez que el 6,1% vive en situación de hacinamiento. En su conjunto, el 55,7% de la población atraviesa alguna modalidad de precariedad en las condiciones de su vivienda. Este porcentaje se eleva al 75,4% entre la población pobre.
• Salud: un tercio de la población argentina carece de cobertura sanitaria (32,3%), esto es, 13,6 millones de personas que dependen del sistema público de salud para atenderse. Si tenemos en cuenta a los niños, niñas y adolescentes, el porcentaje sin cobertura se eleva al 40,4%, abarcando a 5,5 millones de chicos, de los cuales el 80% son pobres.
• Mortalidad Infantil: según el Anuario Estadístico del Ministerio de Salud, en nuestro país mueren por año 8.227 niños y niñas menores de un año, de los cuales 5.176 (el 62,9%) se deben a causas reducibles, es decir, que pueden evitarse en función de los conocimientos y capacidades existentes. Dicho de otra manera, mueren por día 23 niños y niñas, de los cuales 14 podrían seguir viviendo
Por ello decimos que hay pobres porque hay pobreza, a pesar de los intentos oficiales inútiles para ocultarla, y hay pobreza porque hay una organización social complejamente articulada de la producción que así lo requiere. Esta condición social está lejos de constituirse como un hecho de carácter fortuito, un desvío del modelo que debe ser pulido o atendido con políticas puntuales, o de contención mínima hasta tanto el proceso de acumulación de capital lo resuelva. Desde hace tiempo que hemos comprobado que el proceso de crecimiento económico por sí solo no resuelve, sino que a lo sumo relaja los cuadros sociales agudos propios de las crisis para situarse luego en niveles superiores al estadio anterior. De no realizarse transformaciones estructurales y verdaderos replanteos a la cuestión productiva, del empleo y la social y de continuar haciendo pesar los efectos del ajuste del poder económico sobre las espaldas de los trabajadores y los sectores populares, no hacemos otra cosa que continuar hipotecando el futuro:
1) A través del fortalecimiento del “modelo Chevrón” de carácter fuertemente extractivista basado en la producción de commodities agropecuarios, hidrocarburíferos y mineros, en el cual la base material de producción consiste en la explotación y la depredación de los recursos naturales, en acentuar el daño al medio ambientes y en el atropello a los derechos de las comunidades originarias que protegen nuestro suelo.
2) A través de perpetuar la trampa de la pobreza: al preocupante y doloroso rasgo de infantilizacón de la pobreza se agrega una preocupación futura relacionada con la formación de una próxima fuerza laboral debilitada que en la nueva fase del capitalismo “el capitalismo cognitivo”, donde el conocimiento es un insumo clave del proceso productivo encuentra serias trabas para modificar nuestra inserción en la división internacional de trabajo.
1) Actualización tasas pobreza e indigencia. II trimestre 2013
La cuestión de los precios
A continuación mostramos la evolución de los precios desde la intervención a nivel general, y para el rubro de alimentos y bebidas (AyB), según el INDEC y según nuestra propia estimación. Cabe aclarar que la pauta alternativa de precios que utilizamos se basa para los años 2007 y 2008 en la estimación de la inflación elaborada por la Junta Interna de ATE-INDEC y para el resto de los años en la medición realizada por el equipo de Graciela Bevacqua, quien fue la Directora del IPC del INDEC hasta el momento de la intervención en 2007 cuando fue desplazada del organismo.
En el Cuadro Nº 1 puede observarse que, entre el 2007 y el 2013, para el INDEC los precios se incrementaron apenas un 87,1% acumulado, a razón de un 9% por año, a la vez que los precios de los alimentos y bebidas lo hicieron a un ritmo incluso menor (80% acumulado). Sin embargo, según nuestra pauta alternativa, no sólo que los precios a nivel general crecieron casi 4 veces lo que dice el INDEC (337,6%), sino que el rubro de alimentos y bebidas aumentó casi el doble que el nivel general (597%), es decir, más de 7 veces lo que estima el INDEC, con la brutal subestimación que ello implica a la hora de actualizar la Canasta Básica Alimentaria (CBA) y la Canasta Básica Total (CBT), utilizadas para medir pobreza e indigencia.
Cuadro Nº 1: Evolución de los precios a nivel general y en rubro Alimentos y Bebidas (AyB), según INDEC y Estimación propia.
Fuente: Elaboración propia en base a INDEC, Junta Interna ATE-INDEC e IPC Graciela Bevacqua.
A ello debe adicionarse que como mencionamos, más allá de la manipulación de los precios, la metodología que utiliza el INDEC para realizar tal medición muestra rezagos e inconsistencias que también deben corregirse, tal como se desarrollará a continuación.
La cuestión metodológica.
Tres son las falencias más importantes que adolece la metodología actual:
a) En la metodología oficial vigente hay evidencias no sólo de que el patrón de consumo está desactualizado, porque data de hace casi 30 años, sino que además, al menos una parte de la propia población de referencia ya se encontraba sumida en la pobreza en los años ochenta. En materia de indigencia, la canasta alimentaría actual refleja el patrón de consumo de la década del 1980 y de una población ubicada entre el 20% de menores recursos. Factores derivados de variaciones en los niveles de vida, de una creciente urbanización y de los cambios sociales y demográficos que le están asociados, y de la alteración de las relaciones de precios generan nuevos patrones de consumo y modifican la demanda de alimentos.
b) La ausencia de Canastas / Líneas (de pobreza e indigencia) regionales. Las que se emplean actualmente surgen de ajustar la CBA del Gran Buenos Aires por precios regionales. No existen canastas regionales específicas.
c) El procedimiento de calcular un coeficiente único para alcanzar la CBT que define la Línea de la Pobreza, supone implícitamente que no hay diferencias entre los requerimientos alimentarios y el resto de los bienes y servicios que pueden demandar los hogares, deja de considerar por lo tanto, diferencias específicas como la que los hogares presentan en relación a su ciclo de vida de cada hogar, por ejemplo, en educación por la presencia de menores que asisten a la escuela o en salud por la presencia de personas mayores. Tampoco se atienden gastos que están sujetos a economía de escala es decir, el tipo de gastos que no siguen una relación proporcional a la cantidad de miembros sino que aumentan en forma menos que proporcional a medida que aumenta el tamaño del hogar, por ejemplo, algunos gastos asociados a la vivienda y a los servicios básicos. Tampoco tiene en cuenta el gasto en alquiler que deben afrontar los hogares no propietarios de vivienda.
Conscientes de esta falla en la metodología hacia el año 2004 el INDEC encaró una revisión metodológica basada en la Encuesta de Gasto de Hogares del año 1996/97, que suponía un crecimiento en el valor de las Líneas de Pobreza e Indigencia.
A pesar de estos resultados el INDEC siguió utilizando la metodología vieja, es decir, midiendo la pobreza con la estructura de gasto de hace casi 30 años. Este atraso metodológico es más grave considerando que a raíz de la intervención tampoco son confiables las posteriores Encuestas de Gastos de Hogares que se realizaron (2004/2005 y 2012/2013).
Es por ello que en el presente material utilizamos además de una pauta alternativa de precios, una actualización de la metodología vigente del INDEC siguiendo los criterios establecidos por el propio organismo en 2004 en su documento interno (2) con excepción de algunos puntos específicos, y utilizando la ENGH 96/97 por ser la última confiable.
La CBA y la CBT
Teniendo en cuenta la mencionada actualización en el patrón de consumo así como también la aplicación de múltiples coeficientes, que permiten considerar las diferencias específicas de los hogares en relación a su composición y los gastos de escala, incluyendo el alquiler que afrontan quienes no son propietarios de una vivienda, reelaboramos la CBA y la CBT. En el Cuadro Nº mostramos el valor de las mismas a Diciembre 2013, para el caso de una familia tipo del GBA, desagregadas según componente. De allí resulta que la CBA ronda los $3.435, mientras la CBT vale casi $5.700 para quienes son propietarios de su vivienda, y asciende a $6.700 en el caso de quienes deben pagar un alquiler.
Cuadro Nº 2: CBA y CBT para una familia tipo del GBA según estimación propia, desagregadas por componente. Diciembre 13.
Fuente: Elaboración propia en base a Junta Interna ATE-INDEC e IPC Graciela Bevacqua.
En el Cuadro Nº 3 se expone el impacto de la subestimación, mostrando que nuestra CBA vale más de 4 veces lo que vale la del INDEC. Dicho de otra manera, mientras para el INDEC una persona puede alimentarse adecuadamente con $8,5 diarios y una familia de cuatro miembros puede hacerlo con $26, según nuestra estimación una persona necesita al menos $37 diarios, que ascienden a $115 para el caso de una familia. En el caso de nuestra CBT (realizando un promedio ponderado según la proporción de hogares propietarios e inquilinos de su vivienda), la misma vale más de 3 veces que la oficial, ya que mientras para el INDEC una familia cubre todas sus necesidades básicas durante un mes con $1.783, nuestra medición indica que se necesitan al menos $6.320.
Cuadro Nº 3: CBA y CBT para una familia tipo del GBA según INDEC y estimación propia. Diciembre 13.
Fuente: Elaboración propia en base a INDEC, Junta Interna ATE-INDEC e IPC Graciela Bevacqua.
Estos resultados muestran una diferencia sideral con los difundidos por el INDEC hasta Diciembre de 2013, que dicho sea de paso hace dos meses no publica los nuevos valores de las canastas ni tampoco procedió a aclararse públicamente el modo en que tal medición se hará compatible con el nuevo ÍPC Nacional. La información que hasta el momento se dispone sobre el tema es una respuesta realizada por el equipo del Jefe de Gabinete en relación a una pregunta realizada al respecto en ocasión a su presentación en la Cámara de Senadores de la Nación. Frente al cuestionamiento sobre el atraso en la publicación de los valores de las canastas y sobre la posibilidad de incluir la nueva medición de precios de INDEC (IPCNu) en el cálculo de los valores de las canastas y en las estimaciones oficiales sobre los niveles de pobreza e indigencia se respondió lo siguiente:
“a) No se prevé utilizar el IPCNu para mediciones de canastas básicas. La CBT y la CBA se utilizaron para medir los niveles de incidencia de pobreza y de indigencia según el método de líneas de pobreza e indigencia que tiene en cuenta sólo los ingresos monetarios de los hogares y no las políticas públicas de inversión en infraestructura, entre otras. En Argentina dichas canastas se elaboraron a principios de los años 90 y son obsoletas, al igual que el método de línea de pobreza e indigencia. Por consiguiente el INDEC, junto con un grupo de países latinoamericanos está analizando, en el marco de reuniones regionales con la CEPAL, nuevos métodos de medición de condiciones de vida de la población (…) b) Como se mencionó en la respuesta anterior, el INDEC no elaborará más la CBT y la CBA. Cabe aclarar que el método utilizado hasta diciembre de 2013 no incluía la valorización de las canastas con posprecios de cada mes sino su actualización con las variaciones de precios a partir del valor de 16 australes en el año 1985.” JGM – Sección Economía.
Por su puesto, que antes de alarmarnos frente a tamaña confesión acerca de la decisión de discontinuar con la publicación de la serie de pobreza e indigencia oficial es preferible tomar una postura serena, alertada y a la espera de que: en primer lugar, se confirme públicamente esta información, en segundo lugar y siendo que efectivamente las líneas de pobreza e indigencia eran ampliamente descartadas por todos los sectores de la sociedad civil, política, académica, etc, que presenten una alternativa superadora –en precios y en metodología- y en tercer lugar, que la revisión acerca de la medición de pobreza pueda ser ampliada considerando todos los factores materiales y simbólicos que los estudios consideren pertinentes pero que no por ello se renuncie a la medición del indicador de pobreza por ingresos. Es importante resaltar que la actual inutilidad derivada de las circunstancias presentes que pesa sobre este indicador no justifica en lo absoluto destruirlo por completo y con ello la posibilidad de realizar comparaciones entre las distintas etapas de la historia. El trabajo estadístico de complejizar el concepto de pobreza sin incluir y detallar la dinámica de “la pobreza por ingresos” puede ser muy interesante para contar “la película” de acá en más pero en nada ayudará a saber de dónde venimos.
La magnitud de la Pobreza y la Indigencia
Claramente, la subestimación atroz de las canastas que difunde el organismo de estadísticas públicas, tiene su correlato en una subestimación igual de atroz de las tasas de pobreza e indigencia oficiales, al punto que prácticamente niega la existencia de estos flagelos sociales. En el Cuadro Nº presentamos las tasas que resultan de nuestra estimación, en comparación con las difundidas por el INDEC, correspondiente a mediados del 2013 por ser el último período para el cual se encuentra disponible la base de microdatos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH).
Allí puede observarse que para el maravilloso país del INDEC, la pobreza sólo afecta al 4,7% de la población (menos de 2 millones de personas), mientras nuestra estimación arroja que hay nada menos que 15,4 millones de pobres en nuestro país, es decir, más de un tercio de la población (36,5%). En cuanto a la indigencia, para el organismo oficial la misma es prácticamente inexistente, afectando tan sólo al 1,4% de la población (menos de 600 mil personas). Sin embargo, una medición más realista indica que al menos 5 millones de personas están pasando hambre, es decir, un 12,1% de la población. Cabe aclarar que, si bien utilizamos precios alternativos en nuestra medición, las canastas debieron ser contrastadas con los ingresos que surgen de la EPH elaborada por el INDEC intervenido, la cual también genera serias dudas sobre la confiabilidad de los datos que difunde, con lo cual incluso nuestra medición puede encontrarse algo subestimada. Ante este panorama, resulta injustificable bajo todo punto de vista la postergación en la normalización del INDEC y la consiguiente reconstrucción de los indicadores de forma seria y definitiva, de manera que el gobierno deje de ocultar la existencia de millones de personas que no logran cubrir sus necesidades más básicas y como sociedad podamos plantear una salida popular y democrática a la crisis social vigente.
Cuadro Nº 4: Pobreza e Indigencia según INDEC y Estimación Propia. 2do trimestre 2013.
Fuente: Elaboración propia en base a INDEC, Actualización Metodológica 2006, Junta Interna ATE-INDEC e IPC Graciela Bevacqua, Proyecciones Poblacionales del Censo 2010 y EPH-INDEC.
Evolución 2012-2013
El Cuadro Nº 5 muestra las tasas de pobreza e indigencia que surgen de nuestra propia estimación y su evolución entre el 2012 y el 2013. Al observar lo ocurrido en el período analizado, surge que la tasa de pobreza aumentó casi 4 puntos porcentuales en un año, pasando de 32,7% a mediados de 2012 a 36,5% a mediados de 2013, sumiendo así bajo la línea de pobreza a 1,8 millones de personas más. En cuanto a la indigencia, en el mismo período se mantuvo prácticamente estancada, aunque a causa del crecimiento demográfico, se sumaron 7 mil personas al conjunto que está pasando hambre. Sin embargo, si se considera sólo lo ocurrido en los últimos seis meses del período analizado, se observa un incremento del 6,3% en la tasa de indigencia, es decir, 355 mil personas que se sumaron a la población indigente con respecto a fines del 2012.
Cuadro Nº 5: Evolución de la pobreza y la indigencia según estimación propia. 2012-2013.
Fuente: Elaboración propia en base a Actualización Metodológica 2006, Junta Interna ATE-INDEC e IPC Graciela Bevacqua, Proyecciones Poblacionales del Censo 2010 y EPH-INDEC.
A continuación se exponen las canastas utilizadas para realizar tal medición y su evolución en el tiempo. De allí se desprende que, durante el año analizado, la CBA aumentó un 27,4% mientras la CBT aumentó alrededor de un 25%. Al interior de esta última, los rubros que más crecieron, incluso por encima de los alimentos, fueron transporte público (31,6%) y educación (29,6%)
Cuadro Nº 6: Evolución de la CBA y la CBT para una familia tipo del GBA según estimación propia. 2012-2013.
Fuente: Elaboración propia en base a Junta Interna ATE-INDEC e IPC Graciela Bevacqua.
En el siguiente cuadro mostramos la evolución en el costo de la canasta durante los últimos seis meses de 2013, ya que si bien aún no pueden contrastarse con los ingresos de la población por no estar disponible la base de microdatos de la EPH del 4to trimestre, permite tener una idea de la tendencia que pueden llegar a asumir las tasas de pobreza e indigencia. Así, el Cuadro Nº 7 muestra que durante el segundo semestre se aceleró el incremento en los precios de los alimentos (17,7%) así como también se observa un salto en la variación de los precios de la salud (15,6%), mientras el transporte continuó incrementándose a un ritmo elevado (14,9%). Ello llevó a una aceleración en el costo total de la CBT, lo cual hace suponer que, de no haber habido un incremento similar en los ingresos durante este período, la pobreza y la indigencia posiblemente continuaron en aumento.
Cuadro Nº 7: Evolución de la CBA y la CBT para una familia tipo del GBA según estimación propia. 2do trim 13-4to trim 13.
Fuente: Elaboración propia en base a Junta Interna ATE-INDEC e IPC Graciela Bevacqua.
La geografía del hambre y la pobreza
A continuación se expone la distribución de la pobreza y la indigencia según provincia. De allí se desprende que las provincias más afectadas son Chaco (61,6%), Formosa (55,2%), San Juan (54,5%) y Corrientes (50,9%). Chaco es así mismo la más golpeada por la indigencia (30,4%), seguida de Corrientes (23%), Misiones (21,7%) y Santiago del Estero (20,8%). En el otro extremo, la menor incidencia de la pobreza se encuentra en Ciudad de Buenos Aires (13,4%), Tierra del Fuego (14,9%) y Santa Cruz (22,4%).
Cuadro Nº 8: Pobreza e Indigencia según provincias. 2do trimestre 2013.
Fuente: Elaboración propia en base a Proyecciones Poblacionales del Censo 2010 y EPH-INDEC.
La Infantilización de la Pobreza
La magnitud de la pobreza y la indigencia en nuestro país se vuelve aún más preocupante si se considera la situación de los niños, niñas y adolescentes. De hecho, la infantilización de la pobreza es un rasgo cruel de este proceso social, que se manifiesta en el hecho de que la mitad de los pobres son chicos y la mitad de los chicos son pobres. En el Cuadro Nº 9 se exponen los datos que avalan tal afirmación, de donde surge que hay 7,3 millones de chicos y chicas pobres (53,8%) de los cuales 2,7 millones están pasando hambre (20%, es decir, 1 de cada 5 chicos).
Cuadro Nº 9: Infantilización de la pobreza. 2do trimestre de 2013.
Fuente: Elaboración propia en base a Proyecciones Poblacionales del Censo 2010 y EPH-INDEC.
Si replicamos el análisis de la distribución geográfica teniendo en cuenta a los niños, niñas y adolescentes, observamos que la misma situación se acentúa a niveles alarmantes: en diez provincias la pobreza infantil supera el 60%. En Chaco, el 79,5% de los chicos son pobres y el 46,4% están pasando hambre, por lejos la tasa más alta de indigencia. En San Juan casi el 70% de los chicos son pobres, seguida de Santiago del Estero (68,3%) y Corrientes (68,1%). Estas dos últimas, junto con Misiones, presentan asimismo los más elevados niveles de indigencia, afectando a más de un tercio de los chicos. Nuevamente, la incidencia de la pobreza y la indigencia es menor en los casos de Tierra del Fuego, Ciudad de Buenos Aires y Santa Cruz, aunque su situación no deja de ser preocupante.
Cuadro Nº 10: Pobreza e Indigencia de los menores de 18 años según provincias. 2do trimestre 2013.
Fuente: Elaboración propia en base a Proyecciones Poblacionales del Censo 2010 y EPH-INDEC.
2) La pobreza como resultado de un modelo productivo excluyente, un mercado laboral desigual y con salarios insuficientes
La situación de pobreza e indigencia que sufre gran cantidad de personas en Argentina, es el resultado de una matriz distributiva profundamente desigual. Tal ordenamiento social se asocia a un modelo productivo dominado por unos pocos actores mayormente transnacionalizados y asentados en sectores relacionados con la explotación de nuestros recursos naturales con destino al consumo interno de altos ingreso y al externo, lo cual les permite generar ganancias extraordinarias acentuando estrategias basadas en el abaratamiento del costo laboral. Este esquema productivo que se ha desarrollado plenamente en la década kirchnerista, viene a consolidar el carácter desigual y excluyente que el mercado laboral adquirió en las últimas décadas, resultante del proceso de desindustrialización que atravesó el país a partir de un cambio estructural en el patrón de acumulación desde una valorización productiva hacia una valorización financiera.
A continuación exponemos un conjunto de indicadores que reflejan la situación del mercado laboral en base a los datos que difunde el mismo INDEC que denotan los límites del modelo. Allí puede observarse que, si bien la desocupación se encuentra en torno al 7%, la subutilización laboral asciende al 16,9% si tenemos en cuenta a aquellos ocupados que trabajan menos horas de las que desean (subocupados). De este modo, la presión efectiva sobre el mercado laboral (incluyendo a aquellos ocupados que están buscando otros trabajos) asciende a 22% y la disponibilidad de la mano de obra (incluyendo a quienes si bien no están demandando activamente, desean trabajar más horas) llega casi a un 30% de la población económicamente activa. Esta presión excesiva sobre el mercado laboral, lleva a deprimir los ingresos que el mismo genera, provocando que al menos uno de cada tres ocupados gane menos del salario mínimo. En este marco, los trabajadores no tienen más alternativas que aceptar trabajos precarios, lo cual lleva a que el porcentaje de trabajo en negro entre los asalariados se mantenga estancado en un 34,4%, magnitud que permanece elevada en términos históricos. Asimismo, la consolidación de otras modalidades de trabajo precario, como los contratos a término y el trabajo familiar, además de la insuficiencia en los ingresos que afecta a gran parte de los cuentapropistas e incluso a una porción de los asalariados del sector formal, produce que en conjunto la mitad de la fuerza laboral sufra algún tipo de precariedad en su inserción laboral. (3)
Cuadro Nº 11: Indicadores seleccionados del mercado laboral.
Fuente: Elaboración propia en base a EPH-INDEC.
Es por ello que, si bien los altos niveles de pobreza e indigencia son en parte producto de la falta de acceso al mercado laboral ya sea porque quienes buscan empleo no lo consiguen o dejaron de buscar por la falta de oportunidades existentes, acceder a un empleo tampoco garantiza por sí solo superar la situación de pobreza e indigencia. De hecho, el Cuadro Nº 12 muestra que 1 de cada 4 ocupados son pobres (25,2%), sumando casi 4,2 millones que no logran acceder a la CBT de los cuales más de 1 millón no logran satisfacer siquiera sus necesidades alimentarias (6,7%). Al desagregarlo según categoría ocupacional, resulta que si bien todas las categorías presentan un nivel considerablemente elevado de pobreza, hay una notable diferencia entre las mismas: mientras los asalariados registrados muestran la menor incidencia de pobreza (14,3%), entre los no registrados hay 4 de cada 10 que son pobres (40,2%). Entre los cuentapropistas más de un tercio no logra cubrir sus necesidades más básicas, a la vez que el porcentaje más elevado de pobreza se encuentra entre los trabajadores familiares sin remuneración (41%).
Cuadro Nº 12: Ocupados según categorías ocupacionales y condición de pobreza e indigencia.
Fuente: Elaboración propia en base a EPH-INDEC.
3) El carácter multidimensional de la pobreza
Sabido es que la pobreza constituye un fenómeno que se caracteriza por poseer múltiples dimensiones y que no puede ser abordado exclusivamente desde un enfoque basado en la insuficiencia de ingresos, ya que ello supone la generación de políticas por demás parciales e incapaces de resolver el problema en toda su complejidad. La pobreza no sólo implica la incapacidad de acceder a un consumo básico, sino que también involucra la exclusión respecto a un conjunto de derechos sociales más amplios que en la Argentina actual sólo están garantizados para unos pocos. A continuación presentaremos una serie de indicadores que, si bien pueden resultar insuficientes para abarcar la complejidad del fenómeno en su totalidad, pretenden complementar el análisis expuesto anteriormente, incorporando dimensiones vinculadas con la vivienda, los servicios básicos, la salud y la educación.
En lo que respecta al acceso al sistema educativo, se observan notables diferencias entre aquellos que se encuentran en situación de pobreza y aquellos que no. En el Cuadro Nº 13 se muestra a la población en edad escolar (de 3 a 17 años) según asistencia educativa, desagregada por tramo de edad. De allí surge que, si bien en el rango etario correspondiente a la educación primaria no hay diferencias ya que la cobertura es prácticamente universal, en los tramos extremos, correspondientes al nivel inicial (de 3 a 5 años) y al nivel medio (de 13 a 17 años) se acentúa la brecha entre los chicos pobres y los que no lo son. Mientras casi un 80% de los niños y niñas de 3 a 5 años no pobres asisten a un establecimiento educativo, entre los niños y niñas pobres el porcentaje desciende al 68,4%, por lo que hay un tercio que no logra acceder al sistema educativo. Esta desigualdad en el acceso durante los primeros años, condiciona fuertemente el futuro desempeño de los alumnos, conformando un círculo vicioso que acentúa cada vez más la brecha entre ricos y pobres. En el nivel medio, se observa un problema de deserción escolar que implica que entre los chicos pobres, la cobertura descienda 10 p.p. con respecto al nivel primario, llegando al 89,9%, mientras en el caso de los chicos no pobres el porcentaje llega al 94,5%. Cabe aclarar que en este cuadro estamos utilizando las edades teóricas correspondientes a cada nivel, con lo cual no refleja los problemas de repitencia y sobreedad que también son elevados en el nivel medio y más aún entre la población pobre.
Cuadro Nº 13: Menores de 3 a 17 años según asistencia educativa, por tramo de edad. 2do trimestre 2013.
Fuente: Elaboración propia en base a EPH-INDEC.
La confluencia entre el profundo déficit del sistema educativo y los límites del modelo económico vigente en términos de generación de empleo, en conjunto con una situación de pobreza estructural en la cual se encuentra sumida gran cantidad de familias hace ya muchos años, desemboca en la peor de las consecuencias para nuestros jóvenes: la pérdida de expectativas sobre el futuro. Lo antedicho queda de manifiesto en el Cuadro Nº 14, donde se observa que más de la mitad de los jóvenes de 18 a 24 años no estudia (54,2%), y entre quienes sí lo hacen (45,8%), una cuarta parte debe además trabajar, dificultando la calidad de su formación debido a la necesidad de complementar los bajos ingresos de los hogares. Por otra parte, entre los jóvenes que no estudian, el 41% tampoco trabaja. Esto es, el 22,1% del total de jóvenes (cerca de un millón de personas entre 18 y 24 años) no estudia ni trabaja. Dato por demás contundente respecto al vacío que en materia de futuro nos condena el actual ordenamiento económico.
Cuadro Nº 14: Jóvenes de 18 a 24 años que no estudian ni trabajan según condición de pobreza. 2do trimestre 2013.
Fuente: Elaboración propia en base a EPH-INDEC.
Esta situación lleva a que la infantilización de la pobreza tenga su continuación en la pobreza juvenil. En el Cuadro Nº 15 se muestra la situación de los jóvenes entre 18 y 24 años, para los cuales el nivel de pobreza e indigencia es considerablemente elevado. De hecho, 4 de cada 10 son pobres (43,3%), es decir, 1,8 millones de jóvenes, de los cuales casi 600 mil pasan hambre (13,8%).
Cuadro Nº 15: Jóvenes de 18 a 24 años según condición de pobreza.
Fuente: Elaboración propia en base a EPH-INDEC.
En lo que se refiere a las condiciones habitacionales, en el próximo cuadro mostramos un conjunto de indicadores referidos al déficit en infraestructura social básica que atraviesa tanto la población en general, como aquellos que se encuentran en situación de pobreza, desagregando la situación de los menores de 18 años. Como puede observarse, todos los indicadores se agravan si se consideran a las personas pobres, y aún más si tomamos en cuenta a los chicos que habitan en tales hogares.
Si consideramos a la población total, resulta que el 34,8% habita viviendas sin cloacas, mientras el 33,5% no tiene gas de red y el 11,3% no tiene agua corriente. Por otra parte, el 13,5% habita zonas inundables y el 8,3% vive cerca de basurales. También se destaca que el 9,2% tiene baños precarios a la vez que el 6,1% vive en situación de hacinamiento. En su conjunto, el 55,7% de la población atraviesa alguna modalidad de precariedad en las condiciones de su vivienda.
Este porcentaje se eleva al 75,4% entre la población pobre, donde el 55,9% no posee gas de red y el 47,8% habita viviendas sin cloacas, a la vez que más que se duplica el nivel de hacinamiento (14,2%) y los baños precarios (18,6%), mientras casi un 12% vive cerca de basurales y el 18% habita en zonas inundables. Si dentro de estos, consideramos a los menores de 18 años, todos los indicadores de déficit se intensifican, provocando que casi el 80% de los chicos pobres, además de no contar con los ingresos suficientes para acceder a un nivel de consumo básico, deban vivir en condiciones de infraestructura deficitaria, con las consecuencias que ello implica en términos de higiene, seguridad habitacional, salud, capacidad para estudiar, etc.
Cuadro Nº 16: Indicadores de infraestructura social deficitaria según grupos poblacionales seleccionados. 2do trimestre 2013.
Fuente: Elaboración propia en base a EPH-INDEC.
Tales circunstancias habitacionales deficitarias se ven agravadas si consideramos que una porción significativa de la población carece de cobertura sanitaria a través de obras sociales o prepagas, con lo cual debe recurrir al sistema público de salud para atenderse, con todo lo que ello implica en términos de falta de insumos, personal, infraestructura adecuada, etc. En el siguiente cuadro exponemos los datos para el conjunto de la población, y para aquellos en situación de pobreza, desagregando en ambos casos la situación de los menores de 18 años. De allí surge que un tercio de la población argentina carece de cobertura sanitaria (32,3%), esto es, 13,6 millones de personas que dependen del sistema público de salud para atenderse. Si tenemos en cuenta a los niños, niñas y adolescentes, el porcentaje sin cobertura se eleva al 40,4%, abarcando a 5,5 millones de chicos, de los cuales el 80% son pobres.
De hecho, si observamos lo que ocurre al interior de la población en situación de pobreza, resulta que el 58% no logra acceder a una obra social o prepaga, esto es, más de 8,9 millones de pobres. El porcentaje llega al 60% en el caso de los menores de 18 años pobres, siendo casi 4,4 millones los niños y niñas pobres sin cobertura.
Cuadro Nº 17: Población total y menores de 18 años por cobertura de salud, según condición de pobreza. 2do trimestre 2013.
Fuente: Elaboración propia en base a Proyecciones Poblacionales del Censo 2010 y EPH-INDEC.
La cara más injusta y extrema de este flagelo social se expresa a través de las muertes de nuestros pibes, vulnerando su derecho humano más fundamental: el derecho a la vida. Y lo más grave es que la mayor parte de esas muertes son fácilmente evitables. En el Cuadro Nº 18 observamos que, según el Anuario Estadístico del Ministerio de Salud, en nuestro país mueren por año 8.227 niños y niñas menores de un año, de los cuales 5.176 (el 62,9%) se deben a causas reducibles, es decir, que pueden evitarse en función de los conocimientos y capacidades existentes. Dicho de otra manera, mueren por día 23 niños y niñas, de los cuales 14 podrían seguir viviendo.
Cuadro Nº 18: Mortalidad infantil por causas evitables.
Fuente: Elaboración propia en base al Anuario de Salud 2012 de la DEIS-MSAL (Diciembre 2013).
Coordinación: Claudio Lozano – Tomas Raffo / Equipo de trabajo: Ana Rameri – Agustina Haimovich
Notas:
1) Para más información consultar IDEF, (2006). “El mapa de la pobreza en la Argentina: los efectos de actualizar la metodología”.
2) INDEC (2004), “Actualización de la metodología oficial de cálculo de las líneas de pobreza (mimeo)”, 13º Taller Regional.
3) Para más info, ver Ipypp (2013), “El empleo y los salarios durante los primeros seis meses de 2013”.