La realidad de la economía, las finanzas y el nuevo Ministerio de la Deuda Pública

06/01/2017 | Revista Norte

SEÑALES QUE ALERTAN

La creación de un Ministerio de la Deuda Pública. La expulsión de Prat Gay y el desdoblamiento de su ministerio. Los resultados no positivos de la gestión de Macri. 

«Ante los problemas irresueltos de alta inflación, caída de los ingresos fijos reales (asalariados y jubilados), retraso cambiario, caída del consumo, recesión, gasto público y déficit fiscal crecientes, problemas de balanza comercial y cuenta corriente de la balanza de pago y – en particular – nuevo sobre-endeudamiento público impagable, Macri debía sacrificar alguna pieza de su plantel de funcionarios para tratar de presentar una imagen de cambio frente al año electoral que comienza después de haber mostrado su inoperancia en todos los campos citados».

 

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El Nuevo Ministerio de la Deuda Pública

Por Hector Guiliano / Economista

El desplazamiento de Alfonso Prat Gay y las circunstancias asociadas al hecho tienden a dejar en un segundo plano una cuestión tanto o más importante que la renuncia forzada del ministro: La creación de un Ministerio de la Deuda Pública.

Aunque la noticia es demasiado reciente como para hacer comentarios en firme y la complejidad de los cambios en curso dentro del gobierno Macri todavía no pueden ser debidamente evaluados – incluso el decreto correspondiente todavía no ha sido emitido – hay tres aspectos concurrentes que sí pueden ser destacados:

La expulsión de Prat Gay está asociada al desdoblamiento del Ministerio de Hacienda y Finanzas Públicas (MHFP) en dos: Hacienda y Finanzas, teniendo este último a cargo todo el paquete de la Deuda Pública.

El ministro no renunció voluntariamente sino que fue forzado a ello y quien asumió la tarea de echarlo no fue el presidente Macri sino su Jefe de Gabinete, Marcos Peña, enfrentado internamente con Prat Gay y a cargo del ámbito donde se toman las decisiones más importantes de gobierno.

La oportunidad de su alejamiento –en medio de las fiestas de Fin de Año e inmediatamente antes de las vacaciones de verano, y rodeada la noticia con varios distractivos de prensa (especialmente los relacionados con la corrupción Kirchner)- se da en momentos que el gobierno no puede mostrar resultados positivos de su gestión a través de las principales variables económico-financieras de la Argentina.

Vamos a intentar una interpretación fundada de estas observaciones personales.

El rol de Prat Gay, objetivamente hablando, estaba desdibujado desde el inicio de la gestión Macri: el Decreto 13/2015 (del 10.12) sustituyó el entonces Ministerio de Economía y Finanzas Públicas (MEFP o MECON) por el nuevo Ministerio de Hacienda y Finanzas Públicas (MHFP), subdividiendo su competencia en seis de lo que eran sus secretarías y que pasaron a ser ministerios independientes: 1. Hacienda/Finanzas (las únicas que quedaron dentro del MHFP), 2. Trabajo, 3. Agro-Industria, 4. Energía, 5. Transporte y 6. Producción.

El margen de decisión del MHFP, por lo tanto, devino así fuertemente recortado desde un comienzo, limitándolo fundamentalmente al manejo de las cuentas fiscales – ya que Hacienda y Finanzas Públicas son sinónimos técnicos (aunque incluyen el tema sustancial de la Deuda Pública) – y sin capacidad para imponer en forma unilateral sus criterios en materia de Política Económica general.

Con el agravante que después de un año de gobierno la administración Macri todavía no ha presentado un programa integral y concreto de tal Política Económica.

Además, la dependencia o coordinación de la Jefatura de Gabinete de Ministros (JGM), a cargo de Marcos Peña y sus dos vice-ministros – Mario Quintana y Gustavo Lopetegui – que es donde se tomarían las principales decisiones de gobierno, se reveló muy conflictiva.

En estas condiciones, el papel del ministro Prat Gay quedaba con facultades desbalanceadas ya que no tenía poder decisorio propio sobre temas que ya no abarcaba su área, como el caso de precios/tarifas de servicios públicos, transportes/comunicaciones, relaciones con las provincias, economías regionales, etc., y tampoco sobre el problema clave de una política financiera – monetaria, cambiaria y fiscal – que es fijada desde el Banco Central (BCRA) con independencia de las necesidades de la Política Económica.

Dado que el balance del primer año de gestión del nuevo gobierno fue tomando un cariz más inoperante e incierto y que el país no sale de un cuadro de estanflación generalizado (recesión con inflación) era previsible que algo tenía que pasar: que algo tenía que hacerse para intentar reacomodar la imagen pública de las autoridades.

En tal contexto, resulta lógico pensar que la administración Macri, ante sus problemas irresueltos de alta inflación, caída de los ingresos fijos reales (asalariados y jubilados), retraso cambiario, caída del consumo, recesión, gasto público y déficit fiscal crecientes, problemas de balanza comercial y cuenta corriente de la balanza de pago y – en particular – nuevo sobre-endeudamiento público impagable, sacrificase alguna pieza de su plantel de funcionarios para tratar de presentar una imagen de cambio frente al año electoral que comienza después de haber mostrado su inoperancia en todos los campos citados.

Y para ello, nada mejor que echar a uno de los altos funcionarios que no era precisamente del entorno del Pro – núcleo original de la alianza Cambiemos – sino producto de alianzas electorales con otros grupos políticos y con estructuras de poder económico-financiero internacional (como el caso de la banca JP Morgan, de la que Prat Gay fuera alto ejecutivo).

Desde este punto de vista, la salida del ministro de Economía estaría actuando como una suerte de cabeza de turco para evitar una catarsis colectiva del gobierno Macri (con la importante aclaración que ello no libera ni atenúa ninguna de las responsabilidades propias en las decisiones tomadas por el ex ministro desde su cargo).

Pero, sin enredarnos aquí en consideraciones y/o conjeturas acerca de las internas de la administración Macri, cabe identificar algunos puntos concretos donde la gestión del gobierno – con o sin la titularidad de Prat Gay en el MHFP – explicarían (si no justificarían) la necesidad de vender esta imagen de cambio ante la opinión pública frente a la falta de resultados reales positivos en sus políticas de Gobierno:

La caída del mito de una nueva y fácil política de macro-endeudamiento público cuasi-irrestricto y sin demostración alguna de capacidad de repago, basada en la falsa idea que la deuda del Estado recibida de la administración Kirchner era manejable y que la confianza internacional iba a permitir que el gobierno colocase nuevos bonos externos en gran escala y con tasas de interés relativamente más bajas después de su rendición ante los holdouts.

La frustración de que iban a llover inversiones extranjeras directas mientras, en la práctica, se creaban condiciones inversas al estímulo de verdaderas inversiones productivas debido a las medidas extraordinariamente favorables para la especulación financiera: tipo de cambio estable y retrasado con altas tasas de interés locales y libre movilidad de capitales.

El debilitamiento de las expectativas de freno anti-inflacionario y crecimiento económico – el citado problema de estanflación – con sus secuelas de aumento de la pobreza, el desempleo y la consiguiente necesidad de más planes de contención social para sostener las consecuencias de su propia política económico-financiera.

Este cuadro de situación, producto de la herencia recibida de la administración Kirchner pero no revertida sino acentuada por el nuevo gobierno Macri está en el nudo de su actual problemática política frente a un año electoral. La traducción práctica de esta encerrona financiera fiscal está centrada en el círculo vicioso de incremento de la deuda pública y sus servicios (deuda y servicios fuertemente crecientes del Tesoro Nacional, del Banco Central – BCRA – y de las Provincias), de su incidencia directa en el aumento del gasto público y, consecuentemente, del correlativo aumento del déficit fiscal, que a su vez se cubre con más endeudamiento.

Y la clave de todo esto se encuentra en la lógica de la deuda pública perpetua como forma de financiamiento estructural del Estado – hoy política macrista de gobernar con deuda – esto es, la inveterada práctica de refinanciar en forma total y permanente los vencimientos de capital pagando cada vez más intereses y tomando simultáneamente más deuda nueva.

Las cosas se agravaron para la administración Macri – en el marco de un esquema financiero insostenible (como no sea colocando sistemáticamente más deuda) – cuando después del supuestamente exitoso allanamiento a las exigencias del juez Griesa y los fondos buitre las facilidades relativas esperadas en el nuevo endeudamiento no se dieron y la tasa de riesgo-país no tuvo una baja significativa, siendo así que hoy el país se encuentra frente a la aspiración de colocar más de 30.000 MD de nueva deuda externa durante el 2017 cuando no existen las condiciones ni las opiniones externas favorables como para que esto ocurra en los términos que necesitan las autoridades nacionales.

De allí que la creación de un Ministerio de la Deuda Pública constituya hoy una suerte de blanqueo de la emergencia argentina derivada de la nueva Crisis de Deuda que las autoridades y el establishment financiero quieren ocultar: una crisis de endeudamiento perpetuo del que la administración Macri no puede ni quiere salir sino, por el contrario, profundizar.

Por eso se jerarquiza ahora aún más el área de la Deuda Pública y se promueve al frente del nuevo ministerio a otro funcionario – dentro de la dotación de CEO´s provenientes de la actividad privada que integran la actual administración – como Luis Caputo, ligado a la banca Morgan (lo mismo que el ministro saliente Prat Gay), al Deutsche Bank y a la actividad bursátil de colocación de bonos públicos, como garantía de continuar y desarrollar la política del gobierno Macri de gobernar con deuda, de la que depende inexorablemente su estabilidad financiera y política.

Este nuevo Ministerio de la Deuda – cuyos detalles, aunque sólo sean de forma, todavía no se conocen porque aún no ha sido emitido el decreto correspondiente (que es otro DNU que modifica la Ley de Ministerios) – va a manejar las decisiones sobre la mayor suma de fondos públicos del Estado porque la Ley 27.341 de Presupuesto 2017 prevé la colocación de 1.727.200 M$ (equivalentes a 96.400 MD) de endeudamiento público durante el ejercicio y el pago de 247.600 M$ (≡ 13.800 MD) de intereses.

El total de vencimientos de capital durante el año – 1.042.500 M$ (≡ 58.200 MD) que serán íntegramente refinanciados (hasta el último centavo) porque toda la deuda que vence se paga con nueva deuda – más la toma de deuda adicional por 684.700 M$ (≡ 38.200 MD) y más el citado pago de intereses por 247.600 M$ (≡ 13.800 MD) – que se abonan en efectivo como parte del Gasto Público Corriente – implica que el nuevo Ministerio de la Deuda tomará decisiones sobre un monto de 1.974.800 M$ (≡ 110.200 MD), prácticamente unos 2 Billones de Pesos; mientras el total de gastos del presupuesto 2017 es de 2.363.600 M$ (≡ 132.000 MD).

Desde un crudo punto de vista funcional, la gravedad del cuadro de situación de la Deuda Pública – y particularmente de la Deuda Externa oficial – explica la jerarquización del tema (y sobre todo del problema) a nivel de un ministerio específico y a la vez desnuda la realidad e importancia de la política de la administración Macri de gobernar con deuda.-

 

 

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