La cosecha de soja de este año en Brasil va a alcanzar cifras récord y a reafirmar que el país se aproxima a desbancar a Estados Unidos como el mayor productor de la oleaginosa del mundo.
Mario Osava / IPS / Editado por Estrella Gutiérrez
“Es el clima, no la tierra, nuestra riqueza”, resaltó Antonio Galvan, presidente del Sindicato Rural de Sinop, un municipio instituido hace solo 37 años, cuya prosperidad se debe a la persistente expansión de la soja en Brasil.
Sinop, con 133.000 habitantes, es la mayor ciudad del norte de Mato Grosso, un estado del centro-oeste brasileño de fuerte expansión agropecuaria desde los años 70 y que hoy encabeza la cosecha nacional de la oleaginosa con 27 por ciento del total.
“Tenemos 14 a 15 millones de hectáreas de tierra disponible para ampliar el área sembrada de soja en un 150 por ciento en Mato Grosso, sin necesidad de deforestar”, aseguró Galvan a IPS desde Sinop.
Por ello “es una tendencia natural”, dijo, que Brasil supere pronto a Estados Unidos como mayor productor de soja, como prevén la Organización de Naciones Unidas para Alimentación y Agricultura(FAO) y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), en el informe “Perspectivas agrícolas 2017-2026”.
Las lluvias regulares, más o menos entre octubre y mayo, constituyen el principal factor del crecimiento agrícola en el norte matogrossense, explicó Galvan.
Además de la soja, también llamada soya, sembrada al inicio de las lluvias y cosechada unos cuatro meses después, se aprovecha el final del período lluvioso para una segunda siembra, en general algodón y principalmente de maíz, de que Mato Grosso también se hizo el mayor productor nacional en los últimos cuatro años.
Las tierras del estado, divididas entre la ecorregión del Cerrado, la gran sabana brasileña, y los bosques amazónicos, eran menospreciadas por su baja fertilidad hasta que se convirtieron en la nueva frontera agrícola.
Galván, procedente del extremo sur de Brasil, llegó a Sinop en 1986, aún en época de tierras baratas. “La soja era incipiente en Sinop cuando llegué, la economía local era solo ganadería y extracción de madera”, recordó.
En aquel año Mato Grosso cosechó 1,9 millones de toneladas de soja. Alcanzó 26,03 millones en 2016 y debe incrementarlos entre 11 y 12 por ciento este año, según la Compañía Nacional de Abastecimiento, del Ministerio de Agricultura.
Muchos de los migrantes sureños, que fundaron y poblaron Sinop, no comparten esa bonanza reflejada en un índice municipal de desarrollo humano de los más altos en el interior de Brasil. “Quebraron y volvieron a su lugar de origen”, derrotados por las duras condiciones de vida y de transportes en el inicio, lamentó Galvan.
El nombre de la ciudad proviene de la sigla de la empresa que “colonizó” la localidad, la Sociedad Inmobiliaria del Nordeste de Paraná (un estado sureño), comprando tierras, construyendo las primeras viviendas y calles y atrayendo familias a un ilusorio El Dorado.
Complejo de almacenes y plantas procesadoras de soja y maíz en Lucas do Rio Verde, en el corazón de la zona que más produce los dos granos y algodón en Brasil, en el estado de Mato Grosso, en el centro-oeste del país. Crédito: Mario Osava/IPS
Así se promovió la ocupación del oeste del país y de la Amazonia, en el norte, con la dictadura militar brasileña (1964-1985) estimulando una migración interna que diseminó la deforestación, los conflictos por la tierra, las masacres de indígenas y las epidemias de malaria.
La soja también marchó del sur al noroeste, más lentamente.
Rio Grande do Sul, el estado más meridional, inició su cultivo en 1914, por tener el clima templado, el único adecuado hasta entonces. La expansión ocurrió solo a partir de 1970, cuando la producción nacional aún se limitaba a 1,5 millones de toneladas.
En una década la cosecha se decuplicó y más que dobló en los años 90, avanzando hacia el norte hasta que Mato Grosso asumió el liderazgo en la cosecha de 2000.
Mientras se estancó la producción en el sur, se triplicó en Mato Grosso en lo que va de este siglo y se extendió a áreas antes inimaginables, como la región del Nordeste, incluidas sus partes semiáridas, y el húmedo norte amazónico.
La soja se convirtió en el principal producto agrícola nacional, al representar la mitad de la cosecha de cereales, leguminosas y oleaginosas, y los mayores ingresos por exportación, 25.325 millones de dólares en 2016. La economía y el mapa rurales de Brasil se alteraron radicalmente en ese proceso.
“El principal cuello de botellas para la expansión de la soja son la infraestructura y la logística. Dentro de las haciendas sigue el incremento tecnológico y la productividad crece, acercándose al promedio estadounidense de 3.730 kilos por hectárea”, evaluó Alexandre Cattelan, jefe de Transferencia de Tecnología de Embrapa Soja.
Embrapa (Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria), creada en 1973 por el Ministerio de Agricultura, es un complejo de 47 unidades especializadas, entre ellas la de soja, dispersas en el país.
Tuvo un papel decisivo en la adaptación de la soja al clima tropical brasileño con creciente productividad. La producción, con nuevas semillas y técnicas, se multiplicó por 6,17 veces, mientras el área sembrada aumentó 3,82 veces desde 1980.
Para superar a Estados Unidos, hay tierra y conocimiento, pero faltan carreteras adecuadas, puertos, ferrovías y almacenes suficientes, resumió Cattelan a IPS. En este año, con una cosecha récord, los almacenes están repletos y no hay lugar para el maíz que se empieza a cosechar.
La carretera BR163, que cruza la zona más productiva de Mato Grosso y llega hacia los puertos amazónicos, es el camino más corto para exportar soja y maíz local. Pero sigue con un tramo de 100 kilómetros sin pavimentar e intransitable en la estación lluviosa de la cosecha.
Semillas adecuadas y el uso de cal, fertilizantes y micronutrientes para mejorar el suelo ayudaron a expandir el cultivo al Cerrado, recordó Cattelan, agrónomo doctorado en microbiología del suelo.
La siembra directa, sin revolcar la tierra y cubriéndola con la paja, y la inoculación de bacterias que fijan el nitrógeno ambiente reducen costos y daños ambientales, como la contaminación de la napa freática, acotó.
Un freno a la producción de soja puede ser la desaceleración del consumo chino de proteínas, de 7,9 por ciento de aumento en la última década a 2,3 por ciento en la próxima, destaca el informe de la FAO y la OCDE.
El informe también prevé bajo crecimiento del consumo alimentario por persona en los países del Sur en desarrollo, de 1,1 por ciento contra el anterior 3,1 por ciento, y la estabilización del uso de aceites vegetales para hacer biodiesel.
Además, la expansión de la soja genera polémicas, especialmente por el uso intenso de semillas transgénicas y de agroquímicos, señaló Alice Thuault, directora adjunta del no gubernamental Instituto Centro de Vida (ICV), que actúa en el norte de Mato Grosso.
En 2011 un estudio identificó venenos agrícolas en la leche materna de muchas mujeres en Lucas do Rio Verde, un municipio vecino a Sinop.
La soja también fomenta la deforestación amazónica, aunque en proporción mucho inferior a la ganadería, que “ocupa 50 a 70 por ciento de áreas recién deforestadas”, según estudios locales, reconoció Thuault a IPS.
Además los cultivadores de soja, mayormente productores con grandes extensiones, dominan la política local y gobiernan según sus intereses, en desmedro de agricultores familiares, del ambiente y la salud pública. El exgobernador de Mato Grosso, Blairo Maggi, es actualmente el ministro de Agricultura.-