LA TERCERA ES LA VENCIDA

02/09/2019 | Revista Norte

Por Alcira Figueroa para Revista Norte

Las riquezas de Orán, una mirada histórica. 

Por Alcira Figueroa para Revista Norte  

Cada 31 de Agosto me pregunto qué festeja la gente, qué celebra; en qué momento de la información genética o de la historia, el relato de los vencedores se hizo propio; en qué momento dejamos de mirar nuestras raíces y miramos a los colonizadores como nuestros descubridores, nuestros protectores; en qué momento la violencia de los apropiadores se hizo virtud, nuestro idioma y nuestros dioses demonizados y cambiados por otros. No fue fácil para ellos doblegarnos, pero sabemos que la tercera fue la vencida.

Hacia el siglo XVI las yungas de la alta cuenta del Bermejo se encontraban habitadas por pobladores de la etnia guaraní resistiendo la entrada de los colonizadores.

Afirman algunos autores que los primeros habitantes de la zona fueron los churumatas, mataguayos (emparentados con los wichís) y quechuas, dedicados a la caza, la pesca en los ríos circundantes y el cultivo de algunas especies. En ocasiones se unían en alianzas y en otras se producían conflictos por el control de los recursos.

Durante el siglo XVII y gran parte del siglo XVIII los españoles se esforzaron por apoderarse, estableciendo una población en la zona; los que chocaban con la resistencia de los pueblos.

En 1.625 los españoles hicieron una primera invasión estableciendo la villa de Santiago de Guadalcázar. Pero el poblado fue atacado y destruido por la nación aymaras en 1629.

Más de un siglo luego después, en 1779, fue fundada en la zona una reducción por parte de franciscanos procedentes de San Bernardo de Tarija. Los misioneros llamaron a la nueva localidad Nuestra Señora de las Angustias del (río) Zenta. Junto a la reducción, los españoles establecieron el fortín San Andrés -hoy misión Zenta-. Esta segunda fundación también fue destruida por los pueblos indígenas cerca de diez años después.

Luego, el 31 de agosto de 1794, el militar español Ramón García de León y Pizarro -siendo gobernador de la Intendencia de Salta del Tucumán- fundó San Ramón de la Nueva Orán, dedicando el nombre de la ciudad a San Ramón Nonato y a la ciudad norafricana de Orán, lugar de su natalicio, reforzando el nexo entre la ciudad de Salta y la villa de Tarija. En 1810 las fuerzas patrióticas argentinas liberaron la ciudad y debieron encarcelarlo. Éste fue confinado en la ciudad que fundara falleciendo en Chuquisaca en 1815.

No obstante como afirma E. Heredia (1.999), las zonas de frontera eran territorios que estaban abandonados y olvidados por los poderes centrales, fuesen éstos coloniales o nacionales, o en su defecto estaban controlados militarmente con el fin de evitar el avance y ocupación por rivales reales o imaginados. Esto ocurrió en los tiempos imperiales, cuando la Corona española creó las Capitanías Generales en espacios claves, con el propósito de crear barreras destinadas a resguardar la seguridad de los Virreinatos, que eran los ámbitos apreciados por la metrópoli; eran distritos militares comandados por un Capitán General, dotados de fuerzas destinadas a oponerse a las invasiones de otras potencias o de los indígenas.

Con un sentido muy amplio, podríamos decir que estas divisiones administrativo-militares constituyeron una suerte de pre-regiones de frontera. España imaginó su imperio como una red de ciudades, y en gran medida hizo realidad su proyecto, siendo S. R. de la N. Orán la última ciudad fundada por los españoles a través de Pizarro.

El plan imperial era radicar en puntos estratégicos el control y el poder de la administración colonial. Para el mismo autor, la región es el resultado no programado de la irradiación urbana en una marcada relación de dependencia y subsidiariedad que seguía el orden campo-ciudad-metrópoli. La programación se concentraba en la red de comunicaciones de estas ciudades para llegar al puerto y de ahí a la metrópoli europea por caminos rigurosamente limitados, a los efectos de conducir las riquezas americanas.

La presencia de los guaraníes fue permanente en la región y en permanente intercomunicación entre las parcialidades que se encontraban tanto en Bolivia como en Argentina ya que una característica cultural de permanente movimiento circular en busca de la tierra sin males y basada en actividades de subsistencia en el sistema mixto de agricultura incipiente, caza y recolección, permitía la ocupación de un territorio ampliado más allá de los límites establecidos por los españoles inicialmente y por el estado moderno después.

Un elemento común permite una mirada totalizadora de estos procesos históricos, y es que en la mayoría de los casos la población predominante en las fronteras era la autóctona, originaria, indígena, que para nuestro caso fueron los guaraníes; que para los estadistas representaba la barbarie, la anti-civilización y por tanto lo despreciable y descartable; por lo que tuvo incontables intentos de exterminio cuando llegaron los españoles. Luego fueron llevados para la guerra contra el Paraguay y finalmente utilizados como mano de obra de los ingenios azucareros.

“Las regiones de frontera son el asiento de riquezas naturales de extraordinaria demanda internacional, ya sea por su rareza o por ser indispensable materia prima de productos industriales valiosos; han sido objeto de explotaciones a veces irracionales por parte de empresas nacionales o de potencias mundiales que se han aprovechado abusivamente de la población autóctona como mano de obra operaria. El abuso parece aún más violento cuando se comparan esas riquezas con la pobreza de quienes las trabajan”. Es lo que ocurrió históricamente en la región, primero los españoles, luego los latifundios nacionales y finalmente las empresas multinacionales.

Quizás en un futuro no lejano los oranenses conmemoremos el 30 de agosto como el último día de libertad indígena, como el ultimo día en que vivimos un sistema de tierra sin males, sin enfermedades, sin contaminación, sin ambiciones desmedidas, desnudos y felices, siendo uno con nuestros ríos, nuestra selva; y podamos quizás ver que todo lo que se arma alrededor de la supuesta fiesta, es un instrumento más para amordazar la conciencia, para olvidar lo que fuimos, para redoblar la apuesta de la dominación y la enajenación.-

Por Alcira Figueroa para Revista Norte

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