La vida es colectiva

27/03/2020 | Revista Norte

Por Alcira Figueroa*

Hoy recordé a Atilio Borón, En una de sus clases en Jujuy nos decía: el imperio va a caer pero se va a llevar a muchos, dará su último coletazo y será sangriento, no querrá morir solo.

Él, como muchos pensantes, avizoraba el fin de algo que parecía eterno, que se reconfiguraba una y mil veces, siempre con diferentes facetas, pero estaba allí, dispuesto a dominar países, culturas, a apropiarse de todo lo que podía servirle para acumular, derrochar y disfrutar.

Las maneras de la apropiación variaba según épocas y países, a fuego y sangre, dominaciones férreas, acuerdos espurios, negociaciones con cipayos locales, etc. Siempre orientado al despojo de las mayorías cada vez más empobrecidas.

Así se generaron la primera y la segunda guerra mundial. Así se planeaba también ésta, la tercera. Primero matemos a la madre, después a las criaturas. Empezaron a asfixiar la tierra, a envenenarla, a depredarla, volviéndola desértica y desnuda.

Las criaturas se multiplicaban de a miles por todos lados, cada vez más para repartir, donde cabrían, ya que solo ellos gastaban como 5 planetas juntos. Entonces se empezó a señalar a los viejos. Sí, ellos serían los sacrificables. Había que pensar algo para exterminar a los viejos, para qué querrían vivir tanto. Todos ellos conforman un gasto innecesario.

Entonces hagamos dos cosas, nos libramos de los enemigo y empezamos por los viejos. Dos en uno. Nosotros los enemigos de la especie humana, en especial de los viejos, que somos visibles y dominamos siempre, ahora nos haremos invisibles. Sí, seremos el enemigo invisible. Naciones completas nos temerán, no nos podrán ver pero sí sentir nuestro hacer devastador. Nosotros, convertidos en algo que no tiene vida, quitaremos miles de vidas para transformarlas en muerte.

Y en este punto me detengo y traigo a la memoria un sentir de 5 años atrás, cuando ganó el macrismo. Días antes había releído el eternauta de Oesterheld, lectura necesaria me había dicho en esos momentos. Había que prepararse para la gran pesadilla. Y así transcurrimos 4 años. Todas eran malas noticias, día tras día; sufrimos una a una la arremetida que nos desbastó como sociedad, como país. Entonces, como un mantra, repetíamos una y mil veces vamos a volver! Hasta hacerse realidad. Fuimos miles y miles en todo el país, muy desde abajo y guiados por una gran mujer, los que cumplimos ese sueño colectivo.

Hoy estoy triste, devastada, angustiada, veo la muerte por todos lados, como la vi esos años. Aquí en el norte tiene varios rostros, caritas originarias, muchedumbres con hambre y asustadas. Y esa cosa sin vida que puede estar en un picaporte, en una prenda, en el piso o esperándote en una esquina.

Un hilo de esperanza guía esta gran batalla contra la muerte. Y ahora es uno de los nuestros, de rasgos cansados, el que se puso al frente defendiendo con uñas y dientes ese derecho a vivir. No de cualquier manera sino en igualdad, en solidaridad. Entonces sí, al llegar la noche y sentir que estamos vivos, nos da la certeza que la vida está antes que la muerte; que nuevamente venceremos al odio, que una mañana no lejana volveremos a abrazarnos, que comeremos en una gran mesa cada uno lo que más le guste. Que la tierra haya comenzado a respirar, ya es un gran presagio. Que el colibrí haya aparecido ayer y hoy también.-

 

*Alcira Figueroa es Licenciada en Antropología Especializada en Desarrollo Humano Sustentable y Magister en Políticas Sociales.

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