La fórmula presidencial del progresista Frente de Todos se impuso en la primera vuelta de las elecciones presidenciales y Alberto Fernández será el próximo presidente de los argentinos, tras derrotar el proyecto neoliberal impuesto por la coalición derechista Cambiemos. Transitará nerviosos 44 días para asumir el cargo, finalmente, el 10 de diciembre próximo.
La dupla Alberto Fernández-Cristina Fernández de Kirchner sumó un 48% de los votos y Mauricio Macri el 40,55%. El aún presidente reconoció la derrota, felicitó públicamente al vencedor y lo invitó a desayunar a la Casa Rosada, para comenzar “una transición ordenada”. Macri logró para estos comicios la migración de votos de otras fórmulas de la derecha, pasando de 31,79% que obtuvo en las elecciones primarias del 11 de agosto, al 40,55%.
Tercero en cantidad de sufragios llegó el economista Roberto Lavagna (6,17%), seguido por Nicolás Del Caño con el 2,14%, Juan José Gómez Centurión con el 1,71% y José Luis Espert con el 1,47%.
El retorno de la esperanza
Las argentinas y argentinos supieron abstraerse del complicado escenario regional por el sofocado estallido social en Ecuador y la represión que no se detiene, los impactantes sucesos en Chile, y la injerencia externa en los recientes comicios en Bolivia, donde Evo Morales fue reelecto legal y constitucionalmente, y de sus temores sobre los sistemas electrónicos de votos en manos de la trasnacional Smartmatic, habituada a fallos y manipulaciones.
El pueblo argentino depositó su confianza en Alberto Fernández, pero sobre todo en su candidata a la vicepresidencia, la exmandataria Cristina Fernández de Kirchner, para recuperar el crecimiento y el trabajo, los beneficios sociales, la educación, la salud y la soberanía económica y política. También espera un vuelco completo con el retorno a una política exterior independiente y que priorice la integración regional y el respeto a la autodeterminación de los pueblos, para dejar de ser un satélite más de Washington.
El giro de 180 grados en la política exterior quedó de manifiesto en las primeras palabras de Alberto y Cristina Fernández, reivindicando la integración regional, felicitando el triunfo de Evo Morales en Bolivia, reclamando la libertad del expfresidente brasileño Lula da Silva, en su cumpleaños.
“Se trata de recuperar la esperanza, el futuro, la ilusión de que los rumbos del país se decidan en el marco de la democracia, en favor del pueblo. El neoliberalismo y el macrismo, que gobernó en favor de un pequeña minoría de amigos ricos y empresas nacionales y trasnacionales, secuestró la democracia. Y el futuro que prometían fue una rapiña sin precedentes en la historia argentina”, señaló el catedrático Claudio della Croce.
Neoliberalismo y democracia son términos incompatibles: cuando impera el orden neoliberal, la democracia muere. El neoliberalismo llevó a la pobreza y al hambre de vastos sectores populares, a la desigualdad a su punto más alto, al desmantelamiento del Estado, a creciente desempleo y una creciente precarización laboral, en país que se decía el granero del mundo y donde hoy la pobreza y la miseria golpean fuerte al pueblo, que logran una comida calienta diaria gracias a la solidaridad de comedores y ollas populares.
De una población de 44 millones de personas, estaban habilitados 33,8 millones de argentinos nativos y por opción desde los 16 años y los argentinos naturalizados desde los 18 años, para no solo elegir presidente y vicepresidente para el mandato 2019-2023, sino también 134 diputados y 24 senadores, además de gobernadores en algunas provincias; y el jefe de gobierno en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, e intendentes en diversas provincias.
El Frente de Todos (FdT), integrado por los sectores del peronismo unido en estos comicios y otros 19 partidos y movimientos, ganó en casi todas las provincias del país, salvo en Mendoza y Córdoba; y en Ciudad Autónoma de Buenos Aires, la capital del país.
Las elecciones primarias del pasado 11 de agosto ya habían resultado una amarga sorpresa para el gobierno del neoliberal Mauricio Macri, fuertemente apoyado por Estados Unidos, El triunfo por una diferencia de cinco millones de votos del opositor Frente de Todos hizo renacer las esperanzas de un futuro en las grandes mayorías de argentinos y, a la vez, significó la detención (¿o postergación?) de un estallido social y la salida prematura de Macri del gobierno.
Deuda, fuga de capitales, desastre económico
Hoy, la deuda externa argentina ronda el 100% del PIB, con vencimientos entre capital e intereses de 20.000 millones de dólares solo para el año 2020, con reserva internacionales exiguas, con intereses de la deuda que superan el saldo comercial favorable, con déficit fiscal y cuasi-fiscal que en forma conjunta no es menor a 8% del producto interno bruto (PIB).
Ante este panorama, el gobierno de Alberto Fernández tiene solo dos alternativas: aceptar un plan de facilidades extendidas del Fondo Monetario Internacional (FMI) o, recurrir a la suspensión de los pagos de las obligaciones externas y así propender a la reactivación económica, además el cobro de impuestos a los sectores más beneficiados de esta sociedad.
El gobierno entrante debe tomarse su tiempo para resolver el problema con los acreedores y con los evasores, “fugadores” y otros beneficiados del gobierno saliente, algunos de los cuales juegan en ambos bandos. La alternativa ya se la había señalado Jesús a Zaqueo, jefe de los recaudadores de impuestos: “Nadie puede servir a dos señores; porque o aborrecerá a uno y amará al otro, o se apegará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas”.
Pero Argentina cuenta con sólidos recursos patrimoniales y puede garantizar flujos de fondos, esencialmente por la explotación del yacimiento hidrocarburífero de Vaca Muerta y porque es el tercer exportador mundial de soja y el cuarto de maíz y tiene una importante capacidad para producir bienes industriales, que en principio permitiría sustituir importaciones pero que si el nuevo gobierno estimula si desarrollo, son competitivos internacionalmente.
El problema está en que la deuda durante la gestión del gobierno de la coalición neoliberal Cambiemos creció aceleradamente,
La deuda externa en divisas y en capital alcanzó unos 130.000 millones de dólares, incluídos los 44.267 millones de dólares -de los 57.000 millones prometidos- otorgados por el FMI a octubre 2019 (a los que se le debe sumar los intereses que la deuda devenga), con vencimientos mayoritariamente en el corto plazo, que sumado a la deuda anterior y a las obligaciones en pesos, tornan imposible su pago por el nuevo gobierno.
El deterioro de las cuentas nacionales se explica en gran parte por la fuga de capitales. Los dólares y euros que los argentinos tienen en cajas de seguridad o en depósitos o inversiones financieras en el exterior -como bonos y acciones- sumaban en junio de 2019 unos 305 mil millones de dólares (más del 30% del PIB), según los datos oficiales del gobierno argentino.
En 2009 esos fondos sumaban 146.323 millones de dólares, a fines de 2015 subieron a 222.465 millones y antes del cierre del gobierno macrista superaron los 300.000 millones.
Con la amenaza de un estallido social ante el crecimiento de la desocupación, la desigualdad, pobreza y el hambre, lo difícil para los Fernández será transitar los 44 días hasta la asunción, en los cuales nadie tiene confía en lo que pueda hacer en ese lapso un gobierno de salida, Y siempre vuelve el recuerdo de los argentinos aquel diciembre de 2001, cuando el entonces presidente Fernando de la Rúa no soportó el estallido popular y prefirió huir en helicóptero.-
Por Rubén Armendáriz: periodista y politólogo, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)