Máxima Tensión por los insultos al Profeta

16/09/2012 | Revista Norte

Los insultos al Profeta

El odio al islam de una película polémica y los ataques a los Estados Unidos. La respuesta de los candidatos presidenciales. Y las dudas por la muerte de Bin Laden. Un mundo más inseguro, después de una semana violenta.

Por Dante Caputo

En Estados Unidos, los partidos políticos se enfrentan en casi todo, más aún hoy, cuando su lucha adquiere caracteres de cruzada. A la vez, tienen una vida esporádica. Sólo emergen cuando se reúnen las convenciones para elegir a los candidatos. Al mismo tiempo, si las divisiones entre demócratas y republicanos recorren todas las cuestiones imaginables de un gobierno, el tema de la seguridad nacional los une en el secreto.

En estos últimos quince días se pudieron observar buenas muestras de todos estos modos singulares de practicar la política.
“El islam es un cáncer”, respondió en una entrevista el director de la película La inocencia de los musulmanes, que caricaturiza e insulta al profeta Mahoma.

Los ataques a las sedes diplomáticas de Estados Unidos en Egipto, Yemen y Libia –con la muerte del embajador en Bengasi– aceleran la crisis en Medio Oriente, en un tiempo en que Barack Obama trata de que ningún suceso quiebre la quietud inestable de esa región.

La película, que causó muertes y crisis y tensó la campaña política en los Estados Unidos, es de fabricación casera. Si no fuera por las ofensas que provoca, parece más bien un film cómico que una historia con intención política. Es un mamarracho trágico.

Pero no fue la calidad sino el tema lo que provocó la reacción. No hay duda de que los tiempos son los mejores para perjudicar al presidente Obama y su intento de reelección. A menos de sesenta días de los comicios, estos sucesos pueden producir un cambio en el voto.

Si Obama no reacciona, deja un flanco para un duro ataque republicano. Si, en cambio, interviene, los costos para la economía y la campaña no serán menores. ¿Puede mostrar el músculo sin usar la fuerza?

En esta inesperada tensión concluyen quince días de agitación política durante los que tuvieron lugar las dos grandes convenciones de los republicanos y los demócratas. Estas son el momento en el cual se ve a los partidos, donde se observa la reacción de los militantes a los discursos de los oradores. Es la única ocasión en que se puede tomar el pulso de las dos organizaciones que dominan la política de Estados Unidos.

También es posible contrastar los temas que constituyen la corriente central del sentir partidario.

En la convención que designó a Mitt Romney candidato, los sentimientos se imponían sobre las cuestiones prácticas. Digo bien “sentimientos”, porque no podría decir que la ideología dominó la reunión de los republicanos. La reunión parecía un encuentro de melancólicos de las glorias que fueron.

“Volveremos a ser los más fuertes”, “Estados Unidos será nuevamente lo que mostró en el pasado”, “Nunca hubo un país tan poderoso en la historia”, eran el tipo de afirmaciones que se hacían de manera enfervorizada. En ningún caso eran seguidas de los cómo, de la manera en que se pensaba gobernar en la práctica para que todos esos anhelos fueran realidad.

Cuando Romney fue interrogado sobre algunas contradicciones entre su discurso y la plataforma partidaria, simplemente dijo: “Todos sabemos que las plataformas son una formalidad, que nadie hace lo que se dice allí”.

George W. Bush no habló, no estuvo, nadie lo mencionó. En cambio los demócratas, lejos de ocultar al ex presidente Bill Clinton, le dieron la responsabilidad, no sólo de proclamar la candidatura de Obama, sino de pronunciar el discurso principal.
Lector, si se interesara en los temas de la oratoria política, le sugiero que busque la intervención de Clinton y dedique un tiempo a estudiarla.

En varios pasajes unió el argumento moral al práctico. “Resulta que el avance en la igualdad de oportunidades y las mejoras en los niveles de ingreso para todos es moralmente correcto y bueno para la economía. ¿Por qué? Porque la pobreza, la discriminación y la ignorancia limitan el crecimiento. Cuando se ahoga el potencial humano, cuando no se invierte en nuevas ideas, no sólo se excluye a las personas directamente afectadas. Nos lesiona a todos.” Clinton reclamó la cooperación bipartidista, tal como es la práctica en las cuestiones de seguridad, donde las divisiones se borran y el silencio domina. Sin embargo, mientras estos debates sucedían, el secreto se quebró.

La semana pasada salió a la venta el libro No fue un día fácil, el relato de un miembro de la SEAL –grupo de operaciones comando de la marina de Estados Unidos– que asesinó al terrorista Osama bin Laden. Hasta ahora el silencio había sido total. Enterrado en el mar, no hubo fotos ni pruebas de la identidad.

Según su historia, no desmentida por el Pentágono, Bin Laden fue ejecutado, contradiciendo la versión oficial. Esta es la parte del relato que más comentó la prensa en Estados Unidos. Sin embargo, lo que llama la atención es el procedimiento de reconocimiento del cadáver. El autor, un comando que ejecutó a Bin Laden, interrogó a una niña presente y luego a una mujer herida, esposa del muerto, que lo identificaron. Naturalmente se tomaron pruebas de ADN, de cuya suerte nadie supo en el mundo.

Lector, creo que no es necesario explicar la influencia de Bin Laden en la historia mundial en la última década. Sin embargo, este sorprendente proceso de identificación pasó sin mención en los medios.

Otra llamativa excepción a las costumbres de seguridad la causó el candidato republicano. Apenas producidos los sucesos en Libia y Egipto, el señor Romney se abalanzó sobre la ocasión para decir: “Estoy indignado por la muerte de un empleado del consulado en Bengasi […] Es una desgracia que la primera respuesta de la administración Obama sea simpatizar con los que perpetraron los ataques”. El empleado resultó ser el embajador asesinado y el señor Obama aún no había hablado.

Una película absurda, un libro escrito con el estilo de los diálogos de las historietas, un candidato presidencial voraz, ponen en riesgo la cuestión donde se juega la política imperial: la seguridad.

A su vez, esto repercute en una elección en la que si bien el señor Obama muestra alguna ventaja, los comentarios coinciden en que su resultado será un misterio hasta el final de los comicios.-

 

Publicado por Perfil

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