MIRANDO AL FUTURO. De ahora al 2060

21/11/2012 | Revista Norte

Cuáles son las predicciones que anticipan el mundo que viene. El repliegue del G7 y el ascenso de los Brics. China e India, las nuevas potencias. Por qué Estados Unidos logrará autonomía energética. Y el rol de la Argentina.

Por Dante Caputo

En un mundo obsesionado por el presente, donde la coyuntura domina el debate económico y político, esta semana han sido presentados dos informes que analizan las tendencias del futuro. Ante la creciente influencia de ese mundo sobre nuestro país, es imposible no interrogarse sobre lo qué deberíamos hacer los argentinos.

El más prestigioso organismo internacional en la elaboración de estadísticas económicas, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), presentó un informe sobre las tendencias de la economía mundial con el horizonte de 2060. Este organismo está integrado por las principales economías de mercado, con sólo dos países latinoamericanos, México y Chile. Su secretario general es José Angel Gurría, ex canciller y ex ministro de Finanzas de México. El estudio concluye que en cincuenta años el mundo será otro. Los países con una estrategia fuerte de crecimiento basada en tecnología, altos niveles de inversión y un agresivo comercio internacional tomarán el liderazgo de la economía mundial.

Son tres los pronósticos centrales. Primero, el producto conjunto del G7 (Estados Unidos, Canadá, Francia, Alemania, Italia, Japón y Reino Unido) será superado por la suma de China e India. Segundo, los países emergentes (fundamentalmente los Brics, es decir, Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) tendrán una elevada tasa de crecimiento del orden del 7%. Tercero, los países subdesarrollados o de desarrollo medio que no sigan estrategias audaces de crecimiento –como sí hacen los Brics– quedarán relegados.

Durante la presidencia de Carlos Menem se había insistido –contra toda evidencia– en que los argentinos habíamos ingresado al Primer Mundo. De hecho, el gobierno intentó entrar a la OCDE. Pero las fantasías del presidente argentino chocaron con la dura realidad de los datos y las evaluaciones. La Argentina no fue aceptada como miembro.

La OCDE es un organismo internacional diferente no sólo por el rigor de sus trabajos y sus equipos técnicos sino, sobre todo, por un estilo relativamente audaz en sus planteos y en los temas que promueve. Mientras la regla de oro de las burocracias internacionales es evitar los riesgos y los cuestionamientos, la institución que dirige Gurría propone ideas polémicas que ayudan a promover el pensamiento y el análisis sobre escenarios no convencionales.

Insisto, lector, en este mundo de la cotidianidad y de la coyuntura permanente, el trabajo de la OCDE obliga a levantar la mirada para ver el conjunto y pensar para dónde va un mundo que será cada vez más influyente en el destino de la Argentina. El informe realiza una predicción mayor: el producto bruto global, una vez superada la gran crisis iniciada en 2008, podría crecer a un ritmo de 3% anual durante el próximo medio siglo, con el agregado –no secundario para nosotros– de que ese crecimiento será en buena medida sostenido por la expansión de los países emergentes.

¿La Argentina será socia de “los emergentes que sostendrán la expansión”? Para lograr eso –disculpe, lector, las molestias de esta afirmación– no tenemos desde hace tiempo las condiciones políticas básicas. Me refiero a la capacidad de saber cómo se produce el acople de nuestra economía al desarrollo mundial, ser respetados como un actor económico y político creíble en el escenario global –lo que no implica ceder en nuestra autonomía– y tener una política internacional incisiva y protagónica. Todo esto necesita, por sobre todas las cosas, una economía sustentable, esto es, que mantenga por largo tiempo su ritmo de crecimiento.
Desde hace muchos años no están presentes ningunas de estas condiciones. Más grave aún, la Argentina parece un tema extraño a los argentinos. No se observan debates o posicionamientos de los principales partidos políticos sobre estas claves. La impresión, más bien, es que los temas que mueven el mundo ni se discuten.

Por su parte, la Agencia Internacional de la Energía (AIE), la organización creada por la OCDE en 1973 tras la crisis del petróleo, ha publicado un informe donde presenta un escenario posible para el sistema energético mundial en 2035.

El ascenso de las naciones emergentes planteado por la OCDE –sobre todo China e India– llevará a un aumento de 30% de las necesidades mundiales de energía. Esto presentará desafíos mayores: cómo satisfacer esta creciente demanda, cómo asegurar el acceso a la energía de los países más pobres y cómo evitar consecuencias mayores sobre el clima global.

A su vez, el agua se volverá un elemento cada vez más necesario. Para la AIE, el consumo de agua destinada a la producción de energía aumentará 85% en los próximos veinte años. La escasez de agua necesaria para producir energía ya afecta, entre otros, a China, Estados Unidos e India.

El pronóstico político de la AIE es que Estados Unidos emergerá como el principal productor mundial de petróleo –superando a Arabia Saudita a mediados de la próxima década– y de gas. En consecuencia, la nación imperial alcanzará el autoabastecimiento energético.

Este escenario 2035 de la AIE implica consecuencias geoestratégicas mayores. ¿Qué acciones debemos imaginar los argentinos en estas cuestiones que nos afectarán directamente? No está de más recordar, por ejemplo, que nuestro país posee, junto con Brasil, Paraguay y Uruguay, una de las mayores reservas de agua dulce del mundo, el Acuífero Guaraní.

Sin embargo, cuanto más el mundo nos afecta, menos los argentinos nos interesamos por él. En la competencia mundial de las próximas décadas esto tendrá consecuencias mayores sobre nuestras condiciones de vida.
Como usted imaginará, lector, es muy difícil ver la aventura del mundo sin estar golpeado por las conductas miserables que nos rodean, de nuestra curiosa capacidad para repetir los caminos que llevan al fracaso.

Atrapados entre elites económicas especuladoras y movimientos políticos populistas, pronto cumpliremos un siglo de frustraciones. Volvemos, como diría la historiadora estadounidense Barbara Tuchman, a recorrer “el camino de la locura”.

Sin embargo, no es sobrehumano recorrer otros caminos. Hay quienes los transitan y logran construir sus naciones a partir de condiciones mucho más difíciles que las nuestras. Argentina en 2060 será consecuencia de lo que empecemos a realizar ahora.-

 

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