Salta: familias viven en condiciones infrahumanas en plenos centros urbanos

25/11/2012 | Revista Norte

A POCOS MINUTOS DEL CENTRO HAY HOGARES QUE SOBREVIVEN EN CONDICIONES INHUMANAS

Bañarse sin baño, entre tachos y palanganas

En los asentamientos y barrios precarios se higienizan con jarros, como era común en el siglo pasado. Los adultos se duchan en la pieza, de noche, para que los chicos no pisen el barrial que se forma.

LLegó la hora de bañarse, pero no hay canilla ni ducha. Esther acarrea una palangana con agua que consiguió en un grifo comunitario, a unos cincuenta metros. En el “monoambiente”, erigido con lona y plástico, hay dos camas, una cocina, y al costado de la puerta, improvisa un baño. La joven corre los baldes y levanta tierra. Lautaro, su niño de dos años, llora porque no quiere que le refrieguen la cabeza. Para ellos, el tiempo no pasó, no palean recuerdos. Viven en la zona norte, a quince minutos del centro, pero se duchan como era cotidiano y masivo hace un siglo atrás, tirándose agua con vasos o jarrones. Y cuando el cielo está despejado, calientan el agua bajo el sol.

En una casilla más allá, en el asentamiento Balneario, Anabel Farfán prefiere “desmugrarse” a la noche. Cuando el agua cae, el piso se ablanda, progresa el barrial. “Aprovecho ese momento porque mis hijos duermen y no andan pisoteando por todos lados”. La pequeña bañera plástica rebalsa y es ingrata para higienizarse.

Su vecina, María Acosta hace lo mismo. Relata que al oscurecer, cuelga una tela para aislarse de las camas. “Cuando los chicos están acostados, me enjabono y me tiro agua. Chorrea para todos lados, pero es inevitable”. En los asentamientos y en los barrios que se multiplicaron sin planificación, la paciencia y el ingenio son los únicas recetas para sacarse la transpiración.

De los 299.794 hogares de la provincia, 19.636 (7%) no cuentan con instalaciones para baño. El 23% de las casas posee sanitarios sin descarga de agua. La carencia arrasa en el departamento de Rivadavia, donde el 79% de las familias pasa el día a día en estas condiciones.

“La que sigue”

Terminó la ducha. Esther envuelve en una toalla a su hijo, y su pequeña de cuatro años se prepara. Sabe que es su turno y dice que aún puede sentarse cómoda en la palangana. Antes de bañarla la mamá tira el agua agrisada afuera. Las burbujas del champú se pierden entre la tierra o la lengetean los perros callejeros.

Los chicos de la familia Martínez se preparan para ir a la escuela. Ya se bañaron anoche. De un bidón blanco una niña de siete años comparte con sus amigos el agua. Trata de ser cuidadosa, un poco mezquina. Es consciente de que el agua es escasa, cuesta ir a buscarla. Y muchas veces no hay. En un segundo reniega porque se le escapó un chorro al suelo. Luego, humedece sus palmas y con sus dedos se peina. Queda prolija, con el cabello bien recogido. No hay espejo para mirarse, pero confía en los halagos de su familia.

En el peor lugar

Anabel Farfán calienta el agua en una destartalada cocina que está a la intemperie. Utiliza una olla grande, que es la que suele preparar anchi, mazamorra, guiso o sopa. El agua “al tiempo” se guarda en un tacho azul. “Es el único que tiene tapa y no le entra tierra ni bichos”, sostiene.

La mujer, que tiene cuatro niños, va hasta el caño de la esquina de su precaria vivienda. La sigue, con un vaso de leche en mano Luciana (2). “Hoy no la voy a bañar a ella, está fresco y llovizna. Me da miedo que pesque alguna enfermedad, gripe, resfrío. Hay tanta malaria. Ella ya sufre mucho”, se lamenta Anabel.

Hacinamiento y
violencia familiar

1 de cada cuatro salteños está atrapado en la pobreza estructural por no satisfacer sus necesidades básicas.

40% de las viviendas tiene acceso a la red de gas, y 20 mil los hogares no poseen instalaciones en el baño.

Anabel afirma: “Me tomé el palo de la casa de mis papás”. Sus hermanos también tienen hijos y, así, amontonados, se crispaba la convivencia. “Cuando hay muchas personas en una situación de pobreza y necesidad, siempre hay violencia, discusiones, gritos, malas caras. No podía segur viviendo así”. Y admitió que eso la empujó a asentarse ilegalmente en barrio Balneario. Para calentar el agua, los changos van a buscar la leña o mendigan carbón.

“Estamos aquí como podemos, no tenés pretensiones. Hay que salir adelante. Sino, no comes ni te bañás”, insiste Sandra.

En una casilla sin división de habitaciones duerme María con sus tres hijos: Celeste, Francisco y Milagros. Para almorzar, sacan una pequeña mesa con sillas infantiles. El hacinamiento es el factor común entre las familias.-

 

El Tribuno

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