Saqueo a la tierra de la soja. Irresponsabilidad empresaria

08/09/2012 | Revista Norte

En La Argentina con cada cosecha se exportan nutrientes que no se reponen.

Por Ing. Graciela Cordone (INTA Casilda). 

Distribución de la Producción de Argentina para el mundo

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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SUSTENTABILIDAD

Reglas de juego para el largo plazo

Impulsan la rotación y la fertilización.

Es sabido que no es posible la sustentabilidad en los planteos productivos agrícolas sin rotación de cultivos y fertilización del suelo. El problema comienza cuando las reglas del juego impiden a los productores pensar más allá del corto plazo, es decir, cuando los números simplemente no les cierran.

“En lo que respecta a la sustentabilidad, cuando faltan recursos, todo lo demás es literatura”, define Ricardo Negri (h.), especialista de la Asociación Argentina de Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola (Aacrea). Para el experto, el mayor obstáculo para la sustentabilidad en soja es la intervención del Estado en los mercados del trigo y el maíz, ya que frena los estímulos para sembrar gramíneas, indispensables para los planteos sustentables.

“El productor agropecuario de hoy, a comparación de lo que ocurría hace 20 años, piensa su producción desde un sentido más global y más cercano al concepto de sustentabilidad”, señala por su parte Juliana Albertengo, gerenta de Prospectiva de la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid). Sin embargo –indica– el factor económico es una de las tres patas, junto a la social y la ambiental, que resulta indispensable para cualquier planteo sustentable. Si una sola de ellas flaquea, por exitoso que resulte el sistema en los dos aspectos restantes, no será sostenible en el largo plazo.

Según Negri, ante la falta de planteos agrícolas sustentables, existe una tendencia muy marcada hacia la búsqueda de culpables, sin tener en cuenta las variables que influyen en la toma de decisiones de los productores. “Sin embargo, lo que habría que cambiar son justamente esas variables”, subraya el experto.

Albertengo señala que uno de los “culpables” frecuentemente señalados es el propio cultivo de soja: “En Aapresid siempre decimos que no hay que demonizar a un cultivo por la situación en que se encuentra. La soja es una fuente muy importante de alimentos y proteína que debe ser mantenida y, por lo tanto, el foco debe estar puesto sobre el manejo que se hace del cultivo”.

En este aspecto, sobresale el caso de las regiones marginales ubicadas en el noroeste y el noreste del país, donde los ecosistemas son más frágiles y resulta más necesaria la rotación de cultivos. Paradójicamente, es allí donde menos se lleva a cabo. “En dichas regiones, los productores hacen soja sobre soja, no porque les guste, sino porque no tienen opción”, indica Negri.

“Implantar una gramínea resulta por lo menos 2 veces más caro que implantar soja, llegando a 2,5 en algunas regiones, y no existen estímulos positivos desde el punto de vista de los precios, los fletes, los costos o la financiación”, agrega.

A esto se suma –señala el experto– una carga tributaria mínima del 72% sobre el resultado, un estímulo sumamente negativo, que empuja a los productores a priorizar una mirada de corto plazo si quieren que las cuentas les cierren, hipotecando parte del futuro en planteos que incluyen menos rotaciones, tecnología e inversión.

“Ningún productor desconoce que hacer maíz es bueno para la sustentabilidad, pero si recibe por el cultivo menos de un 30 por ciento de su precio, le resulta imposible hacerlo”, enfatiza el especialista de Aacrea.

AGRICULTURA CERTIFICADA

La Agricultura Certificada, un sistema de gestión de calidad para esquemas de producción en siembra directa puesto en marcha por Aapresid, es un ejemplo de que se pueden impulsar alternativas superadoras a la falta de estímulos. Albertengo explica que el objetivo de la iniciativa es promover Buenas Prácticas Agrícolas (BPA), que implican el logro de un equilibrio entre los ejes económico, ambiental, social y energético. En la práctica es similar a las normas ISO, aunque con características particulares.

En el aspecto productivo, las BPA incluyen la no remoción del suelo y la presencia de cobertura, la rotación de cultivos, la nutrición estratégica, el manejo integrado de plagas, el uso eficiente y responsable de agroquímicos, y la gestión de la información ganadera, que implica que todas las pasturas dentro de los establecimientos certificados estén sujetas a las BPA.

“Hoy tenemos certificadas unas 25 mil hectáreas en Santiago del Estero, Córdoba, Santa Fe y Buenos Aires. Y tenemos otras 100.000 en proceso de implementación”, destaca Albertengo.

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ESTRATEGIAS | Cómo lograr una acción efectiva de los herbicidas

Para enfrentar las malezas

Los especialistas recomiendan el monitoreo sistemático y la rotación de cultivos.

El monitoreo sistemático y la rotación de cultivos de los modos de acción de los herbicidas se imponen como soluciones parciales, aunque indispensables, al problema de las malezas duras.

El tema de las malezas resistentes a glifosato ocupa un importante espacio en la agenda de productores, asesores y empresas proveedoras de insumos del país.

Hay varias especies que hoy exhiben –o son sospechosas de exhibir– resistencia al agroquímico, entre ellas, el sorgo de Alepo, rama negra, gramilla mansa, raigrás anual, eleusine índica y yuyo colorado.

El problema encuentra sus orígenes, según Juan Carlos Papa, técnico del INTA Oliveros, en el sentido “cuasi mágico” que se le otorgó en sus comienzos al glifosato –y que se le sigue otorgando actualmente–, confiando en que sus efectos herbicidas serían absolutos.

Tan nociva como aquella noción resulta la inercia de ciertas prácticas arraigadas en el trabajo a campo, como el uso del “ojímetro” desde la tranquera para evaluar la cantidad de herbicida a utilizar, o la recorrida hasta la mitad del campo sin bajarse de la camioneta.

“La única forma de detectar un escape de malezas o la existencia de un posible caso de resistencia es haciendo monitoreo”, enfatizó Eduardo Leguizamón, profesor titular de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Rosario e investigador del Conicet.

“El monitoreo de un lote se concreta en 15 o 20 minutos, y si se realiza 2 veces al año es una muy pequeña inversión en comparación con el gran beneficio de tener conocimiento de lo que pasa para diseñar acciones”, agregó.

CONTROL SUSTENTABLE

Según Papa, en términos de prevención, además del monitoreo resulta imprescindible la rotación de cultivos, asociada a su vez a la rotación de herbicidas de distintos modos de acción. “Si seguimos utilizando indiscriminadamente el glifosato, terminaremos arruinándolo y sin posibilidad de reposición”, señaló.

El peligro de volver inútil al glifosato no es menor, ya que para la industria resultaría muy costoso generar un nuevo herbicida superior o igual, y que tenga un modo de acción distinto.

“El costo de sintetizar y lanzar al mercado una molécula nueva de herbicida en la década de 1970 se ubicaba en torno a unos 60 millones de dólares. Hoy esa cifra se ha quintuplicado, ya que las compañías que sintetizan un principio activo apuntan al mercado global, lo cual encarece todo el proceso de investigación y desarrollo”, destacó Leguizamón.

Un punto crítico 

La supervivencia del más apto 
El uso intensivo de un único herbicida es el factor que provoca la aparición y reproducción de los biotipos resistentes de las malezas duras, un fenómeno que se produce cuando esas plantas dejan de ser sensibles a un producto, cuando originalmente lo eran. 

Antecedentes en la Argentina 
En la Argentina, el primer caso de resistencia registrado afectó a los herbicidas de la familia de los ALS (inhibidores de la aceto-lactatosintasa), entre ellos, el Imazetapir, muy utilizado para controlar las amarantáceas y ciperáceas en el Noroeste y en Córdoba.

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 FERTILIZACION

La soja pide fósforo y azufre

Durante dos años, un grupo de especialistas del INTA Pergamino y Fertilizar Asociación Civil llevaron adelante una investigación a partir de la cual se generaron conclusiones respecto a la fertilización a largo plazo del cultivo de soja en nuestro país.

 

El trabajo desarrollado por los Ing. Agr. Gustavo Ferraris, Lucrecia Couretot y Juan Urrutia demuestra que la soja efectivamente responde a la fertilización cuando fósforo y azufre son limitantes en los suelos. Además, sostiene que esta respuesta es creciente en el tiempo y no disminuye cuando se utilizan estrategias alternativas a la fertilización tradicional en banda a la siembra.

Por otro lado, el estudio asegura que la estrategia de fertilización afecta el nivel residual de los nutrientes en el suelo y que existe respuesta a dosis de fósforo. Esta última premisa resulta interesante en base a que la soja es una especie con un comportamiento nutricional muy peculiar. Si bien es capaz de mantener rendimientos elevados en condiciones de baja fertilidad, presenta mayores requerimientos de nutrientes por tonelada de grano cosechado que los demás cultivos extensivos sembrados en la región pampeana.

LAS RESPUESTAS

El fósforo es el nutriente para el que se han observado respuestas de mayor magnitud en el cultivo. Por ejemplo, para la región pampeana se determinó que la respuesta aumenta cuando la disponibilidad de fósforo en la capa superficial del suelo (0-20 cm) disminuye.

A su vez, en el norte de Buenos Aires, las calibraciones efectuadas a partir de ensayos regionales permiten recomendar el agregado de este nutriente cuando su nivel en suelo es inferior a un rango de 12 a 16 ppm.

Vale mencionar que estas calibraciones fueron realizadas en experimentos de una campaña de duración mediante la aplicación de fertilizantes localizados en bandas al momento de la siembra. Más allá de esto, ha sido menos estudiado el comportamiento del cultivo cuando se realizan aplicaciones anticipadas a la siembra, o estrategias combinando fertilización anticipada y a la siembra.

Sumado a esto y según los investigadores, resulta necesario cuantificar los efectos residuales de la fertilización sobre el nivel de fósforo en suelo y la productividad de los cultivos de la rotación.

ESTRATEGIAS DE FERTILIZACIÓN

A lo largo de la investigación se exponen los resultados de dos años de un ensayo de larga duración, destinado a evaluar estrategias que difieren en cuanto a dosis, momento y forma de localización. El ensayo se conduce en la localidad de Ferré, partido de General Arenales (Buenos Aires), sobre un suelo serie Rojas, Argiudol típico, Clase de uso 1 de muy buena productividad.

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El dato del ensayo 

En Ferré (Buenos Aires), la fertilización

fosforada incrementó los rendimientos de
la soja en un rango de 223 a 994 kg/ha
(5,5 a 23,3 %) el primer año, y entre
38 y 487 kg/ha, el segundo.

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Entre las conclusiones se destaca que bajo buenas condiciones ambientales, la fertilización fosforada incrementó los rendimientos en un rango de 223 a 994 kg/ha (5,5 a 23,3 %) el primer año, y entre 38 y 487 kg/ha, el segundo. «Estos incrementos son explicables a partir de un mayor crecimiento, cobertura, intercepción de radiación, índice de cosecha (especialmente el primer año) y número de granos (el segundo). Las diferencias fueron significativas recién el segundo año, probablemente reflejando efectos acumulativos. De igual modo, el agregado de azufre aumentó los rendimientos en 145 y 175 kg/ha el primero y segundo año diferencia no significativa, pero que tiende a ampliarse al igual que en el caso del fósforo. La disponibilidad de nutrientes en el suelo puede ser cuantificada y categorizada. Cuando esta disponibilidad es limitada, existe una alta probabilidad de respuesta a la fertilización», asegura el estudio.

Por otra parte, en este experimento puntual, la aplicación anticipada al voleo demostró similar eficacia que la misma dosis localizada a la siembra. La partición entre una aplicación anticipada y a la siembra resultó en mayores rendimientos que la misma dosis puesta en su totalidad en banda a la siembra. La respuesta a la fertilización no disminuye cuando se utilizan estrategias alternativas a la fertilización tradicional en bandas a la siembra.

Otra de las hipótesis que el trabajo pudo corroborar es la que sostiene que, si el nivel inicial de fósforo en suelo es muy bajo, existe respuesta a dosis de fósforo. Esto se fundamenta por la ganancia de 130 kg soja/ha al pasar de SPT 50 a SPT 125 durante el primer año, y especialmente por el incremento significativo en los rendimientos del segundo año, de 334 kg/ha. Por último, quedó claro que la estrategia de fertilización afecta el nivel residual de los nutrientes en suelo, ya que la concentración final se incrementó conforme lo hiciera la dosis aplicada, siendo válido no sólo para fósforo sino también para azufre.

En 2010, la concentración del nutriente en grano no fue afectada por el nivel de fertilización, dependiendo el balance de PS de los aportes por fertilización y la extracción generada a partir de niveles variables de rendimiento.-

 

Publicado por La Nación

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