SALVADOR MAZZA.
Foto: Aquí nomás. Una mujer cruza las vías que unen el territorio argentino con el boliviano. La droga cruza por el mismo camino, por arriba o por abajo del puente, a toda hora. / German Garcia Adrasti –
El guía, armado, va adelante con todos los sentidos en alerta. Detrás, los periodistas de Clarín caminan por el terreno arenoso de la frontera seca salteña, un verdadero sendero entre dos países. Si se pisa unos pasos a la derecha, es territorio argentino; si se pisa a la izquierda, es boliviano. “En caso de que aparezcan personas con mochilas desde el monte, corran porque son traficantes y suelen terminar a los tiros con los gendarmes”, advierte el baqueano, mientras amartilla su pistola .
Es el límite de la ciudad de Salvador Mazza, en Salta, con la localidad boliviana de Pocitos: el territorio usado por los narcos para meter droga al país. Fuentes judiciales locales aseguran que por aquí ingresa entre el 80 y el 90 por ciento de la cocaína que circula por la Argentina.
En Salvador Mazza viven unas 27.000 personas. Según investigaciones judiciales, entre ellas se mezclan al menos 10 bandas que se dedican al tráfico de cocaína , cada una integrada por unos 40 hombres. Los dueños de la droga, sin embargo, operan desde Colombia, Perú y Bolivia. Pero los que la mueven están aquí.
A un “pasador” –como llaman a quienes cruzan la droga por la frontera, en su mayoría gente desocupada o debajo de la línea de pobreza– le pagan entre 200 y 300 pesos por cada kilo de cocaína que entra al país. El método varía según la cantidad. Para ingresar entre uno y dos kilos, se usa a las “vagineras” (mujeres que se introducen un profiláctico con cocaína en la vagina); a los “encapsulados” (los que la tragan y la llevan en el estómago) y a gente que se la adhiere con bolsas a distintas partes del cuerpo. Si son entre cinco y 50 kilos, los cargan en mochilas para atravesar los montes fronterizos, sea a pie, en burro, o en moto. Más de 50 kilos los pasan en coches, en los paneles de las puertas o los asientos. Cuando se trata de más de 80 kilos, los ocultan en camionetas con doble fondo. Y para más de 300 kilos, directamente los meten en camiones cargados con madera, carbón o muebles. El resto cruza en avionetas (ver pag. 60 ).
En ocasiones, cuando trasladan cantidades importantes, llevan autos de custodia con hombres armados. No le temen a la ley, si no a las “mexicaneadas” de otras bandas narcos.
Para tener una idea del volumen, basta saber que todos las investigaciones sobre drogas terminan en el juzgado federal de la localidad de Orán, a cargo de Raúl Reynoso; en siete años y medio allí se iniciaron más de 19.000 causas .
Los 40 kilómetros de la frontera seca son controlados por unos 350 hombres (la mitad por turno) del Escuadrón 54 de Gendarmería. Pero fuentes de la Justicia salteña aseguran que para custodiar la zona se necesita el doble de gente.
A los gendarmes los apodan los “verdes” o los “lechuga” por el color de su uniforme. Pero no todos los oficiales lo usan. “Los uniformados sólo actúan como prevención. Los narcos contratan a muchos hombres que hacen de ‘campana’ para que avisen apenas los ven. Hasta llegan a tirar petardos (los “tres tiros”, por ejemplo) cuando se encuentran con uno”, explicó una fuente de la zona a Clarín .
El resto de los gendarmes actúa vestido de civil para recorrer las zonas más calientes. Los apodan los “wachiturros”, porque usan joggings, gorras y el pelo más largo. Son los que más “pasadores” logran detener.
Históricamente, los gendarmes tenían la sede de su escuadrón en Salvador Mazza. Pero eso cambió. “A principios de año, lo trasladaron a Aguaray. Y ahora van a sacar a la delegación de Policía Federal. Hacen todo para beneficiar a los narcos”, contó indignado un comerciante.
El hombre se refería a que, según voceros de la zona, el Ministerio de Seguridad de la Nación decidió remover de esta localidad a los policías federales que tienen su delegación aquí. No se sabe a dónde serán trasladados.
La tarea en la zona no es fácil. Por el puente internacional aduanero pasan a diario unas 10.000 personas y unos 300 camiones. Allí los controles son laxos.
Si se cruza a pie, ni siquiera se requieren documentos .
Cerca está el barrio más peligroso de Salvador Mazza, el “Sector 5”. El acceso es por un puente colgante de madera o a través de una cuesta pronunciada de tierra. La gente de la zona trata de evitarlo como sea.
Es que el “Sector 5” está literalmente pegado al barrio boliviano “África” , el más temido de la región de Pocitos. La droga cruza de patio a patio, de mano en mano.
En el lugar sólo se ven casas muy pobres, perros famélicos, gallinas y gallos que se pelean por cualquier pedazo de basura con olor a comida.
Parece una ciudad desierta . De vez en cuando, pasa alguien en moto, mirando con desconfianza. Casi nadie anda a pie.
En el medio del barrio hay un enorme terreno en forma de olla. En la base hay una cancha de fútbol, que tiene un surco hecho por las miles de personas que la atraviesan para cruzar a “África”.
“Muchos vehículos importados robados en Argentina son ingresados a Bolivia por “Sector 5”. Los cambian por droga, que funciona como el dinero aquí. Un coche que cuesta en el mercado legal 40.000 dólares, en ‘África’ te lo cambian por unos 7.000 mil dólares en cocaína . Por eso es peligroso moverse con camionetas importadas en zonas fronterizas. En sólo un año se robaron 18 camionetas Toyota 4×4 en el norte de Salta. Algunos dueños terminaron baleados”, contó a Clarín una fuente judicial.
Al otro lado de la frontera, en Pocitos, el panorama es muy diferente. Apenas se cruza el puente internacional aparecen los puestos callejeros donde se vende ropa, disco de música truchos, celulares, juguetes y equipos electrónicos. Justo frente a la comisaría local se amontonan los “arbolitos” que cambian dinero. Como compran dólares a más de siete pesos, muchos argentinos cruzan a cambiar plata allí.
Durante la recorrida por Pocitos, Clarín trató de ingresar a “África”. Pero a unos 100 metros de la entrada apareció un hombre que, en silencio, empezó a seguir a los periodistas. Luego, de un bar salieron otros dos jóvenes que sólo con la mirada dejaron claro que era momento de irse.
De allí, Clarín fue hacia la franja de terreno de entre 20 y 50 metros –según el sector– que divide Argentina de Bolivia. La recorrida arrancó a la altura de las vías del ex Belgrano Cargas y llegó hasta el paraje El Chorro, donde en 1998 dos gendarmes fueron capturados por narcos para ser ejecutados más tarde en el “Sector 5”. Por allí, muchas fincas terminan en la quebrada y tienen su propio camino para cruzar a Pocitos. Lo mismo sucede en territorio boliviano, donde directamente no se ve a ninguna fuerza de seguridad custodiando la frontera.
Muchos narcos pasan del patio de una casa de Bolivia al fondo de una finca Argentina en segundos. En las zonas donde no hay viviendas, los montes son muy frondosos y es muy fácil esconderse para pasar de un país a otro sin ser detectados. La droga pasa todos los días, a toda hora , para iniciar su camino inexorable hacia los grandes centros de consumo.
Publicado por Clarín