Voy por la Justicia y me quedo con el gobierno

23/12/2012 | Revista Norte

Conspiro, ergo sum

/ Por Dante Caputo / 

Las cosas que han pasado en nuestro país en los últimos veinte días deberían darnos una idea del inmenso deterioro de la Argentina. La declaración de algún funcionario o de la Presidenta con lenguajes de barra brava; patrimonios que se multiplican sin que haya efecto sobre los que se enriquecen; los anuncios sobre el gran proyecto de industrialización mientras se conocen las estadísticas que muestran la caída persistente del producto industrial; el Ejecutivo que dice que va a democratizar la Justicia cuando todos entienden que la quiere someter; el horror presidencial por el fallo de Tucumán junto al silencio por los de Oyarbide; manifestaciones y vandalismo frente a una policía anémica; reuniones de opositores que no tienen nada en común pero pretenden formar alianzas electorales; la incapacidad de la oposición para decir algo con contenido y no una sucesión deshilachada de adjetivos; y, en fin, los pillajes y el uso extraño de la palabra “contagio”.

Liddell Hart fue un especialista en Defensa. Escribió La estrategia de aproximación indirecta. Como usted adivina, lector, se trata de no ir directamente al objetivo, entre otras cosas para no delatarse ante el enemigo. “El movimiento directo hacia el oponente provoca su balance físico, psicológico, y por consolidación (el enemigo) incrementa su poder de resistencia”.

Si prefiere un ejemplo, lo tenemos a mano. Para el Gobierno, la reelección presidencial es la mayor prioridad. Pero las posibilidades de reforma constitucional parecen escasas. Por lo tanto, el proyecto parecía bloqueado. Hasta que hubo decisiones de la Justicia, particularmente el fallo en Tucumán, que exasperaron a la sociedad. Todo el Gobierno se sumó y, apoyándose en esa reacción social, clamó por la democratización del Poder Judicial. Una causa que, entre manifestaciones violentas, disgustos generales y decenas de artículos escritos, probablemente tenga un gran apoyo social.

Para cambiar los mecanismos de nombramiento de jueces es necesaria una reforma constitucional. Una vez aprobada por los dos tercios de cada Cámara del Congreso, se abren los caminos para la transformación del Poder Judicial y muchas cosas más. Convocada la Asamblea Constituyente, se estará a un paso de agregar la reelección. De esto se trata la aproximación indirecta. Voy por la Justicia y me quedo con el gobierno.

Algunas de las cosas que pasan pueden entenderse así. Pero no todas. Nada es casual, producto del contagio o espontáneo. Lector, si usted se interroga sobre quién está detrás de los saqueos, difícilmente obtenga una respuesta terminante. Sin embargo, para achicar el campo de la sospecha le sugiero que encuentre la respuesta a dos preguntas: ¿quién puede movilizar estos grupos de choque? ¿Quién gana con la creación de un clima de violencia e inseguridad?

Tenga presente, en su incursión a las fuentes del espanto, que las dos condiciones deben darse simultáneamente. No le dirá gran cosa saber sólo quién tiene fuerza para armar los incidentes. Hay muchos que la tienen, pero que no ganarían nada generándolos. Descártelos. De igual manera, hay varios que desearían desestabilizar pero no tienen cómo hacerlo. Haga su lista y aplique a los sospechosos las dos preguntas. Quedarán pocos nombres. Además, en la mejor tradición de las novelas policiales, es probable que haya más de un culpable.

Usted puede pensar que estoy dominado por una visión conspirativa. Le aseguro que no. Más bien soy un militante en contra de ese tipo de interpretaciones. Pero, a pesar de que prefiero las explicaciones simples porque creo que en ellas se encuentra la solución a la mayoría de las incógnitas, he visto tantas conspiraciones funcionando que aun un observador paranoico se sorprendería.

Ciertas cosas nos suceden porque nuestro país no es un modelo de desarrollo. Son parte de los efectos de habernos estancado en el tiempo. En mis años al frente de organismos del Estado, cuando sucedían hechos sorprendentes o sospechosos, siempre repetía la misma frase a mi equipo de trabajo: la causa está 50% de las veces en el subdesarrollo, 49% en las miserias humanas y 1% en la conspiración.

Hay ocasiones raras en que la conspiración está presente. Es la consecuencia directa de la voracidad por el poder, de los impulsos motivados por el odio y la venganza.

Trabajé en Haití durante dos años. Aprendí mucho. Entre otras cosas, fui testigo de hasta dónde puede llegar una sociedad que rompe todas las reglas de cooperación. Para los políticos de ese país era preferible perder todo antes que el enemigo ganara algo. La destrucción del otro dominaba por sobre todas las cosas. Los argentinos no estamos aún allí. Pero la voluntad sin límites de autodestruirnos está desatada. Ninguno de los autores de escritorio de los hechos que vivimos piensa en lo que pasará con la Argentina y su gente.

Los sucesos que se desenvuelven ante nosotros son la expresión de la ausencia de ideas y voluntades para construir la nación. El Gobierno desea la prolongación del éxtasis del poder; la oposición parece reunirse bajo el heroico lema “salí vos, que me pongo yo”. Las élites parecen así enfrentarse sin límites, lanzando chispas y apelando a los fantasmas del pasado, mientras la gran mayoría social continúa su búsqueda.-

 

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