Turistas francesas: el caso que hace temblar al poder en Salta.
Noticias Iruya
Menos mal que los médicos le han prohibido a Urtubey leer El Tribuno. De lo contrario, si el mandatario hubiese abierto esta tarde la página del diario a bordo de una góndola del Canal Grande veneciano se hubiera dado de pecho con dos noticias tremendas: la de un tifón en Cachi y las declaraciones del juez Pucheta, que echan por tierra el edificio construido por el gobierno para culpar injustamente a Santos Clemente Vera.
Cualquier gobernante del mundo que, fuera de su lugar de trabajo, se enterara por la prensa de que un tifón ha azotado su tierra, regresaría en el acto, sea para evaluar los daños, sea para ponerse al frente de las operaciones de reparación y rescate.
Pero en el caso de Urtubey las cosas son distintas. Ni un eventual hundimiento masivo del Cerro San Bernardo lo hará desistir de su aventura romántica en Europa, continente que ya ha visitado varias veces este año, sin realizar allí ninguna tarea oficial como Gobernador de Salta.
Por mucho que un huracán furioso hubiera borrado a una población entera del mapa, el solo hecho de saber que un juez jubilado ha pateado el tablero y hecho saltar por los aires los soliloquios genéticos de los jueces del Tribunal de Impugnación, la prudencia aconseja buscar buen cobijo debajo del Puente de los Suspiros.
No ha sido esta vez un francés barbudo y dolido sino un salteño valiente y honrado el que ha exhumado de un tirón las teorías conspirativas que apuntan a que el crimen de las turistas francesas está aún sin resolver, a pesar de la patrilínea de Vera y los haplotipos criollos que solo vio -y a medias- el microscopio, oficial y miope, del doctor Corach.
Fuentes fiables del Veneto avisan de que el oleaje levantado por las declaraciones de Pucheta han vuelto a inundar Piazza San Marco y amenazan con expulsar a la góndola que transporta a los recién casados de las vías navegables de la Regina dell’Adriatico.
Sin necesidad de irnos tan lejos, podemos comprobar que en los recoletos recintos de la Ciudad Judicial, el mencionado tifón ha hecho que se vuelen algunas chapas, que ya se encontraban en condiciones de expurgación mental. Las mismas fueron a parar al vecino monumento al Quirquincho.-
Que c’est triste Venise, quand on ne s’aime plus (Charles Aznavour – 1964)
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